‘Viva la Mamma’: el Teatro Real se ríe de sí mismo
Tras una temporada que ha necesitado de esfuerzos titánicos para sacar adelante la programación por culpa de las restricciones por la ‘covid-19’, tras haber sido galardonada como la Mejor Compañía de Ópera del mundo en los International Opera Awards, el Teatro Real demuestra que es capaz de reírse de sí mismo con una espectacular nueva producción de la comedia de Gaetano Donizetti ‘Viva la Mamma’.
Los grandes teatros de ópera suelen programar obras que hablan de historias que tienden a ser gigantescas metáforas en las que se destilan sentimientos universales. El repertorio de moda está repleto de tragedias y dramas que reflexionan sobre el amor, la maldad, el desamor, los celos, la lealtad, la amistad, el honor, la supervivencia, el inexorable paso del tiempo… La Traviata, Tosca, La flauta mágica, La bohéme, Carmen, Las bodas de Fígaro, Rigoletto, Madama Butterfly, Don Giovanni y El barbero de Sevilla son los 10 títulos más representados, y en ese orden, en la última década, algo que, en principio, deja poco espacio para la comedia, y desde luego casi nulo para el humor más básico y desenfadado.
Por eso las 11 funciones de esta rara avis que es Viva la Mamma de Donizetti son, sin duda, un oasis de lo más oportuno. Con el año y medio que hemos pasado de temor, virus, ruido y muerte, se agradece sobremanera asistir a un espectáculo repleto de humor, alegría y desenfado. Un espectáculo, además, de una factura tan espectacular como lo es esta nueva producción del Teatro Real, en coproducción con la Opera Nacional de Lyon y el Gran Teatro De Ginebra que firma Laurent Pelly. Su dirección de actores es soberbia, con un histrionismo hecho a medida de cada uno de los personajes que consigue que ese humor facilón, tan casi como de revista, fluya como un río tranquilo y cantarín en el que el espectador se refresca durante 2 horas y 15 minutos que pasan literalmente volando. Pelly es el culpable de llevar a buen puerto ese lugar común del teatro que dice que es mucho más complicado hacer reír que llorar al respetable.
El argumento de la obra es sencillo. Una rocambolesca compañía de ópera ensaya una nueva función en presencia tanto de los autores de la obra como del empresario. Todos quieren tener más protagonismo, las mejores arias y evitar los dúos a ser posible. Sobre todo la madre de la soprano secundaria, a la que Donizetti otorga una desternillante tesitura de barítono, presionará al más puro estilo madre de la Pantoja para que su hija brille como ninguna otra. Tras una buena cantidad de idas y venidas, de demostraciones, deserciones y suplantaciones, el espectáculo habrá de ser cancelado y la divertida troupe decide por fin unirse para poner pies en polvorosa antes de tener que devolver los salarios ya cobrados y en parte gastados.
El libreto es de Domenico Gilardoni y está basado en las obras Le convenienze teatrali (de 1794) y Le invonvenienze teatrali (de 1800), ambas de Antonio Simeone Sografi. Se trata de una de esas óperas sobre el mundo de la ópera que no hace otra cosa que reírse de sí misma. Donizetti pone en solfa no solo la ópera seria –tan fácil de vapulear–, sino todo entramado que rodea al mundo del show business con sus gigantescos egos y peleas, y ese acusado cultivo del individualismo en una de las manifestaciones artísticas que más precisa del trabajo en grupo (junto con el cine). Y el compositor lo hace con una partitura juguetona, pero a su vez llena de dificultades. Un despliegue musical que no da tregua a los cantantes, la orquesta y al humor.
El papel de la Mamma Agata, interpretado por el barítono Carlos Álvarez (Luis Cansino en el segundo elenco), se propone como el epicentro sobre el que orbita toda esta deliciosa comedia. Álvarez está inmenso vocalmente y, pese a no hacer gala de una natural vis cómica, arrasa sobre el escenario en su papel travestido de esa especie de Omaíta a la italiana socarrona y enredadora. El barítono lírico Borja Quiza, que interpreta a Procolo, el marido de la Prima Donna, es el claro ejemplo de uno de los porqués del éxito de esta producción: su capacidad y técnicas vocales son tan excepcionales como su forma de desenvolverse en el escenario. Compone un personaje al que no puedes dejar de mirar y de esos que, en las comedias, estás deseando que salga a escena. Es como ver una mezcla entre Goofy, el perro de Disney, y Jerry Lewis, pero cantando con una seguridad y una potencia admirables. Algo parecido le ocurre a la soprano Nino Machaidze, que da vida a la Prima Donna. Posee una preciosa voz que se viene arriba en las agilidades y las coloraturas, pero también una fantástica capacidad actoral para la comedia. También están fantásticos Sylvia Schwartz y Xabier Anduaga, que interpretan a la Seconda Donna y el Primo Tenore, respectivamente. Sentado en la butaca, al espectador se le pasan por la mente shows como Cómeme el coco negro de La Cubana o espectáculos como Los Productores. Grandes exitazos cómicos de teatro dentro del teatro.
Un tanto plana resultó la dirección musical de Evelino Pidó, a la que, sin embargo, supo sobreponerse una magnífica orquesta del Teatro Real. Pero sin duda uno de los grandes aciertos de esta producción, aparte de todo lo ya referido, reside en una escenografía preciosa que le sirve, además, a Pelly para lanzarnos una seria advertencia agazapada en esta apetitosa ensalada de risas: si no los cuidamos, si no invertimos en asegurar su continuidad, los teatros del mundo corren el peligro de terminar convertidos en negocios más lucrativos, como, por ejemplo, un parking para coches. No es algo nuevo, basta con darse un paseo por la Gran Vía madrileña para observar algunos ejemplos sangrantes que, sin embargo, ya se han transformado en parte del paisaje de la ciudad.
Puedes consultar aquí las funciones y los horarios de Viva la Mamma en el Teatro Real.
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