Marcos Morau: “España está atravesada por el despropósito cultural”

El coreógrafo y director de escena, fundador de la compañía La Veronal, Marcos Morau. Foto: Rita Antonioli.

Entrevistamos a Marcos Morau, director y creador de la compañía de danza La Veronal  y uno de los creadores contemporáneos españoles con más proyección internacional. Mañana estrena nuevo espectáculo, TOTENTANZ-Morgen ist die Frage, en el Festival de Otoño , mientras sigue con decenas de proyectos de envergadura como el primer encargo del Teatro Real y el Liceu para dirigir una «ópera grande», de las más representadas en el repertorio y de las más queridas por el público mundial.  

Es un animal teatral, pero todavía no es conocido por el gran público de España. Creó una de las compañías de danza, La Veronal, más valoradas dentro y fuera de nuestro país. Una compañía que puede presumir de tener dos premios Nacionales de Danza en sus filas: el propio Marcos Morau y la bailarina y coreógrafa Lorena Nogal, que acaba de ser galardonada con esta distinción. Morau, además, fue nombrado el año pasado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras por el Ministerio de Cultura de Francia. Las entradas para sus trabajos se agotan rápidamente en festivales y teatros de todo el mundo como La Bienal de Arte de Venecia, el Festival de Avignon, el Festival Danza en agosto de Berlín, el Festival de Otoño de Madrid o el Festival Internacional Temporada Alta de Girona.

Marcos Morau ha conseguido, a sus 42 años, que su trabajo sea valorado fuera de nuestras fronteras. Instituciones de Italia, Alemania y Francia han apostado muy fuerte por él; sin embargo, en España todavía no ha logrado dar el salto al gran público. Algo que puede ser positivo según se mire. Morau presenta nuevo espectáculo, TOTENTANZ-Morgen ist die Frage (La pregunta es mañana). Una coreografía en la que Morau investiga sobre la muerte. Una propuesta a medio camino entre la performance y la danza, que representará con bailarines de su compañía La Veronal y que acaba de estrenar con éxito en Milán. Mañana se estrena en el Museo Nacional Reina Sofía de Madrid dentro del Festival de Otoño y, a finales de mes, viajará a Girona dentro de la programación del Festival Temporada Alta.

Pillamos a Morau en Roma “estrenando una cosa sobre Morricone” y nos atiende muy amablemente vía zoom. Aquí está lo más interesante de esa conversación:

Eres coreógrafo residente en el Staatsballet de Berlín, también has ganado la dirección de la Trienal de Teatro de Milán, sustituyendo nada menos que a Romeo Castellucci; te reclaman teatros de todo el mundo, mientras que en España o en tu propia comunidad autónoma, Valencia, casi no se cuenta contigo. ¿Qué está pasando en España para que valoren a sus creadores más fuera que dentro?

Soy valenciano, pero llevo viviendo en Barcelona desde hace más de una década. Pero es cierto que no dejo de estar perplejo ante lo que sucede en la comunidad en la que nací y en la que me formé. Creo que estamos cayendo y asumiendo cosas con una indiferencia que nos expropia el tiempo. Ya nada deja de sorprenderme. Yo fui de los cobardes que se fue de Valencia buscando un entorno mejor para la creación. Estudié en Barcelona y en Nueva York. Cuando vuelvo a mi tierra con La Veronal, llenamos teatros y vemos al público feliz que nos celebra, pero también escucho a mis compañeros y a los creadores que se han quedado allí y me sorprendo. Las cosas están muy estancadas, tanto que hemos cambiado hace poco y tenemos a un torero de consejero de Cultura de la Generalitat. Y evidentemente me parece alucinante, pero al mismo tiempo no me sorprende. Es uno de los ejemplos del despropósito cultural que atraviesa no sólo Valencia sino prácticamente toda España. Lo vemos en la Comunidad de Madrid y en otros tantos lugares.

¿Qué diferencia a España de otros países respecto a la política cultural?

En España el arte está al servicio de la política y creo que hay muchas cosas que transformar. En otros países como en Portugal o en Francia, afortunadamente no existe esta relación de control y de poder en la que los políticos de turno controlan o deciden qué se puede hacer y qué no. Creo que la banalidad y la pasividad a la que nos enfrentamos con la muerte y con la cultura en España es muy similar.

Hemos hablado de Romeo Castellucci, que fue artista plástico conceptual antes de dedicarse al teatro y se ha convertido en uno de los directores de escena más rompedores y solicitados por medio mundo. A ti se te considera como un coreógrafo en España, pero creo que es una concepción demasiado corta para ti. Creo que también eres un director de escena.  

Tú y yo sabemos que los bordes entre las artes son muy permeables. Hablar solo de danza, de coreografía, de teatro, de performance… ya no tiene mucho sentido. Es una cosa de los periodistas. Te incluyo con cariño, que conste. Necesitáis catalogar para poder conducir o explicarle de alguna manera a la gente lo que tiene delante.

Después de ver espectáculos como ‘Afanador’ para el Ballet Nacional de España o el ‘Orfeo y Euridice’ que hiciste para Lucerna o tu ‘Carmen’… Y hablando de Castellucci, que ha conseguido hacerse un hueco enorme en la ópera, sobre todo vía Festival de Salzburgo, aunque también con proyectos como la malograda producción de la tetralogía del ‘Anillo’ de Wagner en la Moneda de Bruselas en coproducción con Barcelona, ¿cómo es posible que alguien como tú no haya recibido un encargo para hacer una ópera de las grandes en España?

Hice Into the Little Hill de Benjamin en una colaboración entre el Teatro Real y los Teatros del Canal. Pero es verdad que no había recibido nunca un título de repertorio. Pero por fin puedo contar que el Teatro Real y el Liceo de Barcelona me han encargado la dirección de escena de una ópera grande. No puedo decir todavía el título, pero es una de las óperas más queridas por el público y una de las más representadas en teatros de todo el mundo; estoy muy contento. Se estrenará en la primavera de 2027. Antes, tengo otros encargos grandes y muy interesantes, como un espectáculo de danza para la Ópera de París, por ejemplo. Para mí, que vengo de La Veronal, de crear una compañía pequeña, pero que hemos girado por todo el mundo, recibir un encargo para la Ópera de París es como cumplir una especie de meta.

Un momento del espectáculo TOTENTANZ de Marcos Morau con La Veronal. Foto: Lorenza Daverio.

Un momento del espectáculo ‘TOTENTANZ’, de Marcos Morau con La Veronal. Foto: Lorenza Daverio.

¿Crees que el trabajo de los creadores de vanguardia es bien entendido por el público?

Gente como Romeo y tantos otros como él han conseguido no solo derribar fronteras, sino al mismo tiempo provocar una crisis en la percepción del espectador. Pero todavía queda mucho por hacer. En Italia, por ejemplo, aunque sea la cuna de Castellucci o de Motus en Bolonia o de otros muchos proyectos que en el resto de Europa se consideran relevantes, al público italiano le cuesta todavía. En Madrid y Barcelona hemos visto grandes montajes con grandes críticas y grandes ovaciones, pero también con mucho rechazo. De hecho, el público tiende a ser bastante más tacaño en ese sentido para con lo propio. No somos como los franceses, para ellos todo el producto nacional es el mejor siempre. Algo que también ocurre en Cataluña. Yo he conseguido hacer mi carrera gracias a ese amor y a ese empeño que se ha tenido desde la institución catalana, Mercat de les Flors, Festival Grec, Temporada Alta…, que en Valencia, por ejemplo, no hubiera conseguido jamás.

Has definido tu próximo espectáculo a estrenar en España como ‘una danza de la Muerte’. Dices además que “revisitar la danza de la muerte en pleno siglo XXI, en plena turbulencia de un mundo lanzado hacia su caos terminal por mil revoluciones sociales y digitales, es un anacronismo deliberado”. ¿Crees de verdad que vamos hacia la extinción o tiene algo de ‘boutade’ esa frase?

Los artistas estamos en constante reflexión con nuestro presente. Somos de alguna manera altavoces de lo que está pasando. En los últimos años, todos nos hemos sometido a muchos finales del mundo. Nos hemos acostumbrado a una cierta sensación de que el mundo se va a acabar más pronto que tarde. Totentanz tiene el sobretítulo Mañana es la Pregunta, porque creo que el futuro ha dejado de ser una respuesta. La sensación es más de paraíso perdido, de que ya no vamos a ninguna parte y todo eso nos está empujando a un espacio de holgazanería. No queremos cambiar las cosas porque tenemos la certeza de que se van a destruir. Ya sabemos que el mundo y el tiempo van a poder con nosotros. Y utilizamos este sentimiento como una estrategia para poder mantenernos a flote.

Ese sobretítulo salió de una pancarta que leíste en uno de los clubs más famosos del mundo, el Berghaim de Berlín.  

Sí, ese eslogan lo cuelga un artista en el Berheim en plena pandemia. Para mí tiene varias lecturas posibles. Una de ellas es que nunca sabes cómo te vas a despertar al día siguiente, si va a haber algo incontrolable como una pandemia en la que no tenemos ni idea de qué va a pasar. Pero la lectura más amplia y panorámica sería preguntarnos: ¿adónde vamos? Es decir, mañana ya no es una respuesta, sino una pregunta. ¿Es mañana el espacio de tiempo donde todo va a cambiar o mañana nos da igual y bailamos, y bailamos y consumimos para no pensar?

TOTENTANZ es un espectáculo multidisciplinar en el que el público también ha de observar una videocreación. Foto: Lorenza Daverio.

‘TOTENTANZ’ es un espectáculo multidisciplinar en el que el público también asiste a una videocreación. Foto: Lorenza Daverio.

Dentro del negacionismo de esta carrera desesperada hacia la opulencia y el hedonismo, ¿crees que hemos llegado a un punto en el que nos relacionamos con la Muerte de una forma banal?

La muerte, para nuestros padres, abuelos y bisabuelos fue mucho más cercana, estuvo mucho más presente. La gente moría en casa, a veces morían los niños al nacer…, la gente podía morir de cualquier cosa que hoy nos parece una estupidez y se hablaba de ello. Yo, sin embargo, soy heredero de esta educación en la que se nos ha tratado de apartar del dolor, de la muerte y del sufrimiento. La muerte no existe. Pero cuando vas cumpliendo años, te das cuenta de que cuando uno ha vencido el miedo a la muerte, lo ha vencido todo. Ha vencido la reflexión de esta vida: que estamos aquí para morir. Yo creo que la muerte, al mismo tiempo, le da sentido y le da forma a la vida. ¿Por qué digo esto? Porque creo que si no existiese la muerte, este mundo sería otra cosa. La vida estaría llena de ganas de no aprender, de no mejorar, de no cambiar nada. El hecho de que estemos en una cuenta atrás permanente, nos permite querer conseguir, querer alcanzar, querer transformar.

A la vez, ese sentimiento de mortalidad, de tiempo finito, consigue que podamos relativizar las cosas, ¿no?

Claro. Podemos hablar de qué miedo le tenemos a la muerte tú y yo y qué miedo le tiene alguien que está sometido, por ejemplo, a una guerra, a una hambruna, a una pandemia, a una inmigración forzada. Ahí es donde está la relatividad de las cosas. Tenemos miedo a la muerte los que tenemos proyectos, los que tenemos éxito. Los que no tienen nada que perder, ¿tienen el mismo miedo a la muerte que los demás? Son preguntas que yo me hago. ¿Puede verse la muerte como una liberación?

Eso es un tema tabú.

¿Por qué no hablamos del suicidio en prensa? ¿Por qué no hablamos de ciertas cosas? Estamos de alguna manera cercados por la muerte con Gaza, con Ucrania… Ahora vemos la tragedia desde Valencia… Sí, nos preocupamos, colgamos stories, colgamos posts, estamos en X, estamos críticos con todo lo que pasa. Estamos en la rueda… Y yo quería como creador enfrentarme también a la muerte. Todos los creadores hemos querido hacer una Consagración de la Primavera, un shakespeare, un clásico… Yo he hecho muchas de esas cosas y ahora quería reflexionar sobre la muerte.

Bueno, la muerte es, como el amor, un tema recurrente en la historia del arte.

Sí. Totentanz, La Danza de la Muerte es mi aportación a algo que ya han hecho figuras tan importantes como Jan Favre, Mary Dickman, Kurt Joss, Pina Bausch o creadores como Baudelaire y Thomas Mann, por poner algunos ejemplos. Casi todos los creadores se han relacionado con la muerte o con la idea de bailarle a la muerte en algún momento de su vida. Creo que a todos nos asalta esa ansiosa necesidad de enfrentarnos a este tema. Y a mí me ha nacido ahora que vivimos en esa plena turbulencia mundial de la que hablábamos al principio. Puede que tenga que ver también con la crisis de los 40, no sé bien a qué se debe, pero ahí está.

El espectáculo está armado de tal forma que el público ha de discurrir por diferentes espacios, moverse, tener una actitud activa.

Me parecía interesante que, hablando de un tema como es la muerte, el público no estuviese sentado en un patio de butacas al uso. Quería que la gente estuviese cerca, que caminase, que tuviese una relación diferente con el acto performativo. Que hubiese un vídeo, danza, texto, que se cantara. Que pasaran muchas cosas, pero sin intentar jerarquizarlo y ponerlo en un escenario como una obra más para contemplar. Me gustaría incluso que al final la gente se cogiera de la mano e hiciésemos como un gran coro en esa danza de muerte.

Un espectáculo muy vivo para hablar de la muerte. Tendrá que adaptarse entonces a cada lugar en el que se represente.

Lo estrenamos en la Triennale de Milán. Ahora hemos hecho una pieza ad hoc para representarse en el Museo Nacional de Arte Reina Sofía de Madrid, dentro de la programación del Festival de Otoño. Luego irá a una capilla en Girona en el Festival Temporada Alta, después al Teatre Lliure, a Múnich y luego girará por el mundo. Lo importante es que no se haga nunca desde un punto de vista escénico. Que haya que transitar de un lugar a otro como se va en la vida hacia la muerte.

¿Y el futuro cómo se presenta? ¿Parece que tienes previsto instalarte en Venecia?

Estoy feliz porque soy libre. Es decir, no pertenezco a nadie. Puedo hacer lo que quiera, con quien quiera, cuando quiera. Tengo una agenda para los próximos cinco años llena de proyectos y estoy feliz de poder dar trabajo y poder encontrarme cada vez con equipos nuevos. Me gustaría que España, el país en el que he nacido, tuviera más en cuenta determinados aspectos. Pero al mismo tiempo, ya me da igual. Es decir, nos pasa un poco a todos, en cierta manera yo lo que quiero es ser feliz y estar tranquilo y contento con lo que hago y, si tiene que ser fuera de España, pues así será. Trato de que ya no me afecte. Pero, al mismo tiempo, volviendo al tema inicial, ya me da igual. Es decir, ahora mismo yo imagino que a ti te pasará igual y que nos pasa un poco a todos, en cierta manera, que tú lo que quieres es ser feliz y estar tranquilo y contento con lo que haces.

Uno de los personajes de TOTENTANZ de Marcos Morau. Foto: Albert Pons.

Uno de los personajes de ‘TOTENTANZ’ de Marcos Morau. Foto: Albert Pons.

Ya me he cansado de luchar. Ayudo a los que puedo. Sin duda pienso en las generaciones que vienen nuevas. Hemos colaborado con Lead Silhouette. Los hemos ayudado para que ahora sean Premio Ojo Crítico, creando una pieza con ellos. Ahora voy a ayudar a La venidera, los ex bailarines del Ballet Nacional de España que quieren trabajar en solitario. Podemos poner muchos eslóganes, muchos titulares de prensa, pero, al fin y al cabo, uno lo que busca, Manuel, es estar bien. En paz.

Ahora voy a ser profesor invitado en la Universidad de Venecia, que es una ciudad que amo mucho y donde me gustaría vivir. Venecia me da cierta calma, paz. Me hace encontrarme con un Marcos alejado del ruido de la ciudad. Creo que estoy proyectando un futuro en Venecia también como artista. Pese a la fama de turistificada es un lugar que me da paz, me hace encontrarme con un Marcos alejado del ruido de la ciudad. Creo que estoy proyectando un poco un futuro en Venecia también como artista. Hay muchas novedades que no puedo contar.

¿Qué va a pasar con La Veronal entonces? ¿Tendrás que abandonar la dirección? ¿Cambiará la compañía?

No solo trabajo con La Veronal cuando hago mis proyectos en España. Cuando me invitan, también los hago con La Veronal. Me gusta que el concepto de compañía mute, cambie, evolucione. Debe de haber pocas compañías en España que puedan decir que tienen dos premios Nacionales en sus filas. Tenemos a Lorena Nogal, que acaba de lograr el premio este año. Pero no solo es ella, también Juan Manuel Gil, que lleva la producción y que ha ganado este año un premio Talía a la mejor producción de compañías de España. Es también Marina Rodríguez, Shai, Johnny… Un equipo de bailarines y de gente que hemos crecido juntos. Yo soy la cabeza visible y soy invisible, pero imagínate los que hay detrás. Creo que el concepto de compañía debe cambiar. Yo firmo los trabajos como Marcos Morau / La Veronal siempre, porque siempre hay alguien de La Veronal que está detrás de mí, en la Ópera de París, en Tokio o en Amberes. Entonces, yo creo que es bonito arrastrar a la familia. Y esta familia va creciendo.

Aquí puedes consultar las programaciones de El Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid y del Festival Temporada Alta de Girona. 

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