Tío Pepe reverdece sus viñedos para alegría de jilgueros y mariposas

Curruca cabecinegra anillada en las bodegas de Tío Pepe.
El Tío Pepe se ha hecho ecologista. Bueno, en realidad siempre lo fue. No por casualidad, esta mítica bodega de Jerez de la Frontera (Cádiz) propiedad de González Byass mantiene una profunda y duradera relación con la protección del Parque Nacional de Doñana, una de las reservas naturales más importantes de Europa. La bodega impulsa ahora el proyecto VIDas, un referente en materia de sostenibilidad y conservación de la biodiversidad que, al mismo tiempo, adapta los viñedos a los desafíos del cambio climático.
Uno de sus propietarios, Mauricio González-Gordon Díez, heredó esta pasión por la naturaleza y se convirtió en una figura clave en la conservación de Doñana. En la década de 1950, frente a planes gubernamentales que amenazaban el ecosistema, el bodeguero, junto con los biólogos José Antonio Valverde y Francisco Bernis, promovió estudios científicos y campañas de sensibilización que llegaron incluso a Franco, culminando con la creación del Parque Nacional de Doñana en 1969. También fue el fundador y primer presidente de SEO/BirdLife.
Su bisnieta, Victoria González-Gordon, sigue la herencia verde de su antepasado. La actual Chief Sustainability Officer de González Byass, quinta generación de la familia fundadora de la bodega, impulsa ahora el proyecto VIDas, un referente en materia de sostenibilidad y conservación de la biodiversidad que al mismo tiempo adapta los viñedos a los desafíos del cambio climático. Alzacolas rojizos, abejarucos, verdecillos, jilgueros, collalbas y mochuelos criando entre cepas en Jerez, pero incluso linces campando en busca de conejos por las viñas de Daramezas en Guadamur (Toledo) son la prueba tangible del éxito de este singular modelo de renaturalización o rewilding que, como reconoce Victoria, “ojalá nos copien muchas bodegas”.
Lo comprobamos sobre el terreno, paseando con calma por la gran finca de La Canariera (241 hectáreas), blancas tierras de albariza en el corazón del Marco de Jerez. Junto con la directora de sostenibilidad nos acompañan Juan Martín Bermúdez, biólogo de Martinete del Guadalquivir, y Manuel Delgado, responsable técnico de viñas en González Byass. De su mano descubrimos que cuidar el campito, llenarlo de flores, pájaros e insectos, no solo es beneficioso para el planeta, sino que mejora la calidad del vino. Como reconoce Victoria González-Gordon, “cuanto más rica sea la tierra, mejor será el vino. Y cuanto más natural sea la gestión que hagas del viñedo, también. Porque la tierra es muy agradecida”.
La ‘magia’ de la albariza frente al clima loco
No paseamos por una tierra cualquiera. La albariza jerezana es un suelo de origen marino, formado hace unos 20 millones de años durante el período Mioceno, cuando gran parte de lo que hoy es Andalucía occidental estaba cubierta por aguas templadas y poco profundas. Con el paso del tiempo, la retirada del mar dejó tras de sí un sedimento rico en restos de microorganismos marinos, especialmente diatomeas y foraminíferos.
El resultado son unas tierras calizas, muy blancas, ricas en carbonato cálcico, con una capacidad extraordinaria para retener el agua. Esta cualidad es clave en una región donde los veranos son cada vez más largos, secos y abrasadores. La albariza actúa como una esponja: absorbe la lluvia durante los meses más húmedos del otoño y el invierno, liberándola poco a poco durante la sequía estival. Esta reserva hídrica natural permite que las cepas de palomino fino, la variedad predominante en la zona, con raíces de hasta nueve metros de profundidad, sobrevivan y maduren sin necesidad de riego.
Tan peculiar suelo no solo hidrata. También refleja la luz solar con gran intensidad, contribuyendo a una maduración más homogénea de las uvas. Gracias a la sabiduría de muchas generaciones de agricultores, se han desarrollado en ella diferentes laboreos tradicionales de las viñas únicos de esta zona. El más original es el “aserpiado”, una técnica basada en la naturaleza que consiste en labrar la tierra en pequeñas crestas para mejorar la captación y retención del agua evitando al mismo tiempo la erosión del preciado suelo.
Pero después de tantos siglos de explotación intensiva, la albariza está comenzado a dar señales de agotamiento. También a sufrir las inclemencias del cambio climático, responsable de que la cosecha se haya adelantado tres semanas y haya pasado de hacerse en septiembre a comenzar el 10 de agosto e incluso antes, reconoce Manuel Delgado, responsable técnico de las viñas. “El tiempo es cada vez más errático y loco”, se lamenta. Por eso se hace tan importante recuperar la vitalidad de los suelos, base fundamental de la resiliencia de los cultivos ante tan profundos cambios climáticos. La albariza no solo sustenta el viñedo: define el paisaje, condiciona la cultura vitícola y da personalidad a uno de los vinos más antiguos y singulares del mundo, los extraordinarios finos, amontillados y olorosos de Jerez.
Un proyecto con mucha vida
“Una buena gestión de la biodiversidad produce, indiscutiblemente, impactos positivos en el viñedo”, subraya Victoria González-Gordon. Y añade: “Es la idea que sostiene el proyecto VIDas, con el que apostamos y orientamos los esfuerzos hacia la creación de viñedos equilibrados y naturales, contribuyendo a un futuro sostenible. Los resultados de las fincas de Cádiz son un claro reflejo de que cada vez estamos más cerca de nuestros objetivos”.

Victoria González-Gordon explica las características del hotel de insectos.
Esas pruebas del éxito que iluminan sus ojos no pueden ser más sorprendentes tratándose de uno de los grandes grupos bodegueros de España, con bodegas por toda España, además de Chile, México, Argentina, California, Francia e Italia. Son sencillos hoteles de insectos, cajas-nido ocupadas por las aves en más de un 90%, bebederos y charcas entre viñas, plantaciones de árboles, pero también de arbustos autóctonos y aromáticas, junto con diversos trabajos que permiten atraer más fauna a los cultivos para que el ecosistema sea más rico, incluyendo una importante reducción del uso de productos químicos. Durante el paseo, bandos de jilgueros y pardillos bañándose en una charca artificial construida tan solo para ellos dan fe de la buena sintonía que se ha establecido entre viticultores y aves. “Son nuestros centinelas de los viñedos”, ratifica el biólogo Juan Martín Bermúdez. Si a ellos les va bien, al viñedo le irá mejor.
Botellas reutilizables
Imbuidos en el espíritu de la sostenibilidad, González Byass también participa junto a otras grandes bodegas en Rebo2vino, el primer proyecto español que analiza la reutilización de botellas en el sector del vino. Tras 29 meses de trabajo, se ha elaborado un diagnóstico exhaustivo sobre las barreras, limitaciones y oportunidades de recuperar este modelo tradicional relegado por el actual usar y tirar, de gran impacto ambiental.
Durante este tiempo, se han llevado a cabo diferentes acciones, como la creación de una botella estándar reutilizable y dos pruebas piloto en restaurantes de Catalunya y Cádiz, donde las bodegas pusieron en circulación botellas reutilizables. También se ha desarrollado una herramienta de Análisis de Ciclo de Vida, que permite medir el impacto ambiental en comparación con el actual sistema de reciclaje y ayuda en la toma de decisiones, ajustando los cálculos a situaciones específicas.

Alzacola rojizo criando entre viñedos de Jerez de la Frontera.
Pero volver a lo de antes no es fácil. El estudio concluye que los principales retos de instaurar un sistema de reutilización de botellas de vidrio son, por un lado, la distancia entre la planta de lavado y otros puntos clave y, por otro, el desarrollo de un modelo de reutilización colectivo. No obstante, los ensayos han servido para establecer los límites a partir de los cuales el sistema es viable y supone una mejora ambiental. “Aunque los resultados son prometedores, somos conscientes de que aún queda un largo camino por recorrer”, admite Victoria González-Gordon.
Una familia convencida
González Byass fue fundada en Jerez de la Frontera hace 190 años, en 1835, por Manuel María González Ángel. A pesar de sus hechuras de multinacional, la propiedad está repartida entre 157 herederos representantes de cuatro generaciones diferentes. Convencerles a todos de la necesidad de reverdecer los viñedos, de llenarlos de pajaritos y mariposas, no debió de resultar fácil. Pero Victoria González-Gordon lo desmiente. Dice que lo llevan en el ADN familiar. El proyecto VIDas nació en la bodega Viñas del Vero do Somontano (Huesca), como una inquietud lógica por cuidar el campo sobre el que se asientan los cultivos. “Entonces fueron surgiendo estos proyectitos casi de manera independiente y, claro, cuando empecé yo en la labor de sostenibilidad, pensaba que en Jerez, que es nuestro emblema, nuestra bandera, teníamos que ser líderes y apostar de verdad por la biodiversidad. Y la verdad es que fue fácil, pues esta inquietud por el cuidado de la naturaleza existe en nuestra familia desde el origen”.
Orgullosa con los primeros resultados, González-Gordon se muestra feliz de este renacer de la vida salvaje entre cepas, tan sorprendentemente rápido como espectacular. “El vino es una bebida que viene de la naturaleza y que nos da momentos de mucha felicidad. Es cultura, es naturaleza y es alegría”, concluye la bodeguera. El naturalista Bermúdez lo resume aún mejor: “Un buen Tío Pepe te hace volar”.
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