Alicia Puleo, ecofeminista: “Hemos roto la armonía de las estaciones”

La catedrática de Filosofía Moral y Política en la Universidad de Valladolid Alicia Puleo, con sus perros Franz y Loba.

Alicia Puleo es hoy un referente nacional e internacional para el ecofeminismo. Catedrática de Filosofía Moral y Política en la Universidad de Valladolid, sus libros ‘Ecofeminismo para otro mundo posible’ y ‘Claves ecofeministas’ son dos imprescindibles para quienes quieren acercarse a ese movimiento social. Inmersa estos días en la preparación de un curso on line –‘Ecofeminismo: pensamiento, cultura y praxis’–, cuyas anteriores ediciones han sido seguidas en muchos países, Puleo reniega del conformismo y reivindica la rebeldía de la acción frente a la preocupante situación ambiental que vivimos en la Tierra. Es hoy nuestra invitada a la ‘entrevista circular’.

¿Cómo una filósofa llega a ser ecofeminista?

Desde mis inicios formaba parte del seminario feminista de Celia Amorós en la Complutense. Hacia finales del siglo XX comencé a interesarme por lecturas anglosajonas de ecofeministas y llegué a la conclusión de que se requería un desarrollo. Entonces era rechazado por las feministas, porque decían que acercaba a las mujeres al mundo de los cuidados, ya no solo del hogar, sino también de la naturaleza, que se las cargaba con una nueva tarea. Yo quería desarrollar un ecofeminismo distinto. Primero organicé un curso y luego publiqué el primer libro, que tuvo mucho impacto, del que luego vino el segundo, más divulgativo. Desde 2021, también organizo el curso on line, que cuenta con especialistas de aquí y de otros países como México, Colombia y Brasil…

¿Qué es lo que define al ecofeminismo que defiendes?

Es la conciencia ambiental del feminismo, que atiende a los problemas clave: la crisis ecológica y el cambio climático. La naturaleza no se entiende como un recurso, sino como un tejido de la vida que debe generar emociones positivas. También destaca que las mujeres somos las primera afectadas por fenómenos como la contaminación, como confirma la ciencia. Pero sobre todo es una reflexión sobre el mundo y el ser humano, filosófica y práctica.

A nivel ambiental, ¿cuál crees que es el principal reto que tenemos?

Sería el cambio climático, que afecta a todo del mundo de forma destructiva, pero no podemos olvidar la pérdida de biodiversidad, porque aún no se comprende cuán ligada está al mantenimiento de ecosistemas de los que dependemos. La cuestión es de cuánto tiempo disponemos para cambiar nuestras prácticas y la visión del mundo.

¿Cómo ves el avance en la conciencia social con estos temas?

Se ha avanzado mucho. Es evidente que hay un cambio de conciencia sobre los peligros de un sistema de producción y consumo insostenible. Eso se nota en el interés, por ejemplo, en el ecofeminismo. También observo un cambio  en la percepción hacia los animales en sectores cada vez más amplios de la sociedad, especialmente de los jóvenes, que tienen una visión más empática hacia ellos.

¿Cómo de importante es la economía circular para cambiar el panorama?

El gran cambio requiere de varios factores. Cada persona en su día a día hace lo que puede, pero necesitamos un cambio en las concepciones filosóficas, que son las que llegan a conformar la conciencia de una época. También es ineludible abordar cambios económicos y para ello hay varias propuestas: una es la economía circular, pero hay otras como el decrecimiento. Son propuestas que se complementan para evitar producir de forma tan destructiva. Debemos impulsar todas las prácticas que ayuden a reducir el uso de recursos, a reciclar… En estos temas, no podemos quedarnos en un discurso sin acción práctica.

Mencionabas el reciclaje; ¿está ya incorporado en el día a día?

Yo reciclo hasta un pedazo pequeño de papel. A veces pienso si ese gesto compensa los despilfarros de las grandes empresas o de la gente inconsciente. Pero hay

que hacerlo igual, lo hagan o no otros, porque es una cuestión ética: el acto  correcto. Además, si no, vamos al desastre. Si generamos restos del consumo, lo mínimo es tratar de reutilizarlos. Eso sí, luego ese sistema debe funcionar bien. Sabemos que son las mujeres las que más reciclan, luego su esfuerzo debe tener buenos resultados. Además, son hábitos para que la población piense en el medio ambiente. No habrá políticas ecologistas mientras los dirigentes no tengan claro que la sociedad lo reclama.

¿Qué dirías a los escépticos del cambio climático?

Que tenemos evidencias en la realidad cotidiana de que el clima está cambiando, que sufrimos fenómenos extremos y los expertos del IPCC nos dicen que lo generamos nosotros. Hay un desequilibrio, porque hemos roto la armonía de las estaciones.

¿Eres optimista respecto al futuro?

Son fundamentales el pesimismo del intelecto y el optimismo de la voluntad. Si somos personas lúcidas, el panorama es incierto, pero eso no debe llevarnos a bajar los brazos y no hacer nada, a rendirnos. El optimismo de la voluntad es luchar contra el panorama que el intelecto nos muestra. Un escéptico que dice que no puede hacerse nada se transforma en un conformista. Pero tenemos que tener  un espíritu rebelde que nos lleve a buscar otro futuro posible.

¿A qué lugar de la naturaleza te gustaría regresar?

Elegiría uno en el ámbito del conocimiento: el jardín-huerto ecofeminista, un lugar utópico que puede existir. Es un lugar para disfrutar de encuentros que generen  reflexión entrando en contacto con la belleza y la inocencia de la naturaleza. Es huerto porque allí se generan relaciones entre las personas, como en los huertos urbanos. Y es jardín en referencia a la escuela de Epicúreo, que sostenía que no hacían falta los lujos de los ricos para ser feliz, que sólo había que tener las necesidades básicas satisfechas y poder  disfrutar de la naturaleza y  la amistad. Es un mensaje importante para nuestra época, llena de necesidades que producen ansiedad.

Para inscribirse en el curso on-line de ecofeminismo (hasta el 10 de febrero)

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