Blanca Li: “Del diafragma parte todo“

Blanca Li, directora de escena, coreógrafa y directora artística de los Teatros del Canal. Foto: Ali Mahdavi.

‘Dido y Eneas’, la ópera de Henry Purcell, regresa a Madrid en un estreno mundial con dirección musical de William Christie, al mando de su orquesta y coro de Les Arts Florissants, y con puesta en escena coreográfica de Blanca Li. Vuelve el amor arrebatado con todas sus aristas y vertientes, tan pasional que es incapaz de escapar a la autodestrucción y la muerte. Todo envuelto en una de las mejores músicas de la historia. Hablamos con Blanca Li.

No es la primera vez que William Christie y Blanca Li coinciden para poner en pie una ópera barroca. La primera fue en 1999 con Las Indias Galantes, de Rameau. La puesta en escena la firmaba Andrei Serban en una producción luminosa y llena de humor en la que la coreografía de Blanca Li era condimento indispensable. Christie y Li no solo son compañeros de escenario, también de instituciones: ambos son miembros de la Academia de las Bellas Artes de Francia y hacen notar, siempre que pueden, esta coincidencia.

Mañana, 17 de enero, se estrena mundialmente en los Teatros del Canal de Madrid, de los que Blanca Li es directora artística desde 2019, una nueva producción de Dido y Eneas, la que está considerada como la ópera más importante de Henry Purcell y la primera ópera inglesa (se estrenó en Londres en 1689). El director musical, William Christie, asegura que es una ópera que le ha acompañado desde hace casi 70 años, pues fue una de las primeras representaciones a las que acudió cuando era pequeño. “Es una obra de una belleza inigualable y que posee la facultad de detener el espacio y el tiempo. Es una partitura que en 50 minutos logra aglutinar emociones muy intensas. Es curioso que Purcell fuera capaz, a finales del siglo XVII, de realizar un ejercicio de brevedad tan espectacular y comparable al de otros compositores de óperas larguísimas como Handel o Wagner”. Una ópera, sin embargo, en tres actos que cuenta el amor entre Dido, reina de Cartago, y el caudillo troyano Eneas. Cuenta cómo los dioses, celosos por la pasión de los dos amantes, hacen creer a Eneas que debe partir, porque su destino es refundar Troya. Desesperada, Dido asegura que no podrá vivir, literalmente, sin su amor. Conmovido por la pasión de su amada, Eneas decide quedarse a su lado, pero ya es tarde, ella le rechaza, lleva a cabo su amenaza y se suicida.

Se trata de una producción del Teatro Real y los Teatros del Canal, en coproducción con la Opéra Royal de Versalles, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, el Teatro Imperial de Compiegne y Les Arts Florissants. Con un gran elenco de cantantes encabezado por la mezzosoprano Lea Desandre en el papel de Dido, el barítono Renato Dolcini en los papeles de Eneas y la hechicera, y la soprano Ana Vieira Leite en el papel de Belinda. Hemos charlado de esta producción con Blanca Li, responsable de la puesta en escena y de la coreografía.

¿Cuál es el mensaje universal que encuentras en ‘Dido y Eneas’?

Habla del tema del amor básicamente, y este es un tema sin duda imperecedero. El mundo cambia, las civilizaciones pasan, pero la sensación del amor y el desamor, las ideas de la traición y del abandono, son una constante en la historia de la Humanidad. Y también en las relaciones humanas. Es algo que no tiene tiempo realmente. Cualquier persona que se enamora, que se entrega, que vive una pasión y se siente abandonada, puede sentir exactamente lo mismo que experimenta Dido.

¿En qué otros sentidos crees que puede verse reflejado un espectador de hoy en día?

Es muy interesante, y creo que muy actual, que una de las razones que Dido esgrime para no entregarse a este amor es el ‘qué dirán’. Tiene miedo a entregarse, porque ha hecho una promesa de no volver a enamorarse y tiene miedo de que se malinterprete no cumplir su palabra. Y en este momento es fundamental cómo nos ven los demás con las redes sociales y la súper exposición mediática. Si tomo una decisión, ¿qué consecuencias tendrá respecto a la mirada del otro?

Pero es muy bonito ver cómo ella lo supera apoyándose en el personaje de Belinda, que le hace ver que tiene derecho a vivir esa pasión. Dido tiene que hacer ese viaje desde el ‘no puedo’ al ‘me autorizo a vivir’. Lo dramático es que una vez que se da permiso para amar, al segundo, la traicionan y la abandonan. Y cuántas veces ocurre que cuando una persona es abandonada cree que no puede seguir viviendo… Es todo muy extremo.

Todo muy extremo, muy pasional, muy brillante, pero también muy tóxico, ¿no?

Sí, claro. Ella utiliza el máximo chantaje emocional que pudiéramos pensar que es el suicidio. ‘Como no me quieres, me quito de en medio’. Eso es lo peor. No hay nada peor para alguien que ser o creerse responsable de la muerte de otra persona. Obviamente, es algo que por supuesto trato en la obra. La situación de Eneas es tremenda, porque él cree que tiene que abandonar a Dido, porque ha de obedecer a los dioses y, cuando sabe que ella va a quitarse la vida, decide incluso abandonar a sus dioses y su destino. Así que he puesto mucho énfasis en el personaje de él. ¿Qué pasa cuando tú te vas sabiendo que la otra persona se va a quitar la vida? Siempre acaba la ópera cuando ella se quita la vida. Y yo he querido ir un poco más allá y contar coreográficamente esas sensaciones, emociones y sufrimiento de Eneas después de la muerte de Dido. En esta versión he tratado al personaje de Eneas después de la muerte de Dido. Y presento a un Eneas que quiere quitarse la vida también, porque no puede vivir con esa losa encima de culpabilidad de haber causado la muerte de la persona a la que ama. Es una obra muy compleja.

Pero no solo esto. Leo que en tu versión, con la colaboración de la dramaturgia de Pierre Attrait, hacéis que Eneas y la hechicera sean la misma persona. Es como mostrar las dos caras de la misma moneda y, entonces, es el personaje masculino el que realmente tiene la mayor carga tóxica…

Absolutamente. Las relaciones siempre, siempre, son muy complicadas. Ella se siente traicionada porque él ha tomado una decisión sin contar con ella. Él es todo lo bello, pero al mismo tiempo es todo lo peor. Son los extremos que siempre se tocan, ¿no? El personaje de la hechicera es el mal, es lo peor que le puede pasar. Así que, efectivamente, en esta versión vemos a él mismo diciéndose a sí mismo “abandónala, estás simplemente de paso”.  Él no tendría que haber enamorado a esa mujer, porque sabía que su destino era abandonarla. Parece que no, pero es una obra muy compleja, con muchas aproximaciones y puntos de vista.

Tal y como están las cosas ahora mismo, puede haber quien lo interprete desde un lugar ideológico de violencia machista. Eneas es un maltratador y la consecuencia es la muerte de Dido…

Pues no va por ahí, para nada. Hablamos de la pasión. De que la pasión es un peligro incontrolable. De que nunca sabemos cuáles pueden ser las consecuencias de nuestros actos. Es la historia de la Humanidad. Del compromiso y de la toma de decisiones. De elegir traicionar o no… No hay otra ideología en este montaje. Simplemente hablamos de la vida.

El músico y director de orquesta William Christie. Foto: Óscar Ortega.

Pero introduzcamos el concepto de culpa. Bajo tu punto de vista, en tu montaje ¿quién tiene la culpa?

Los dos tienen la culpa.

¿Cómo crees que es mejor afrontar el amor?, ¿cerebral o pasionalmente?

El amor tiene que encontrar un equilibrio cerebral y pasional. Sobre todo cuando vives con alguien creo que hay que saber medir inevitablemente.

Hablemos de la puesta en escena. En tu versión, pese a ser coreográfica, decides subir a los músicos, al coro y los cantantes al escenario en lugar de dejarlos en el foso. En el último espectáculo que vimos en Madrid de Sasha Waltz, una versión coreográfica de ‘L’Orfeo’ de Monteverdi, se hacía lo mismo, pero poniendo a los músicos en la embocadura del escenario a ambos lados, lo que dificultaba mucho la visibilidad de gran parte del público. ¿Cómo has gestionado esta cuestión?

He hecho una puesta en escena en la que los músicos están en el escenario, pero un poco más atrás de donde ocurre la danza, así que la visibilidad está garantizada.

¿Y el coro?

El coro también estará en escena y se moverá. Formará parte de la puesta en escena. Sus integrantes no bailarán, pero sí tendrán un protagonismo espacial en el escenario. Es muy sobrio el trabajo con el coro. Es como si fueran parte del cuerpo de los personajes y se integran en cada momento donde tienen que estar.

¿Y los solistas?

Tienen gestos mínimos, cosa mínima. En su caso es la voz, fundamentalmente la voz, la que cuenta la emoción.

¿Quién cuenta la historia en tu montaje?

La cuentan los personajes con su voz, con lo que dicen. Lo cuenta la música. Los bailarines lo que hacen, de alguna manera, es transmitir las emociones de los personajes, no la historia que están viviendo.

Eres muy conocida por mezclar géneros. Tienes formación con Martha Graham, clásico, hip-hop… Coreográficamente, ¿qué podemos esperar?

Para Dido y Eneas he creado un lenguaje particular. El lenguaje Dido y Eneas.

¿En qué consiste?

Hemos trabajado todo desde el diafragma, que es donde ocurren las emociones. Hemos ido creando un lenguaje que viene, si quieres para simplificarlo, de esa sensación que todo el mundo conoce de las mariposas en el estómago. Del diafragma parte todo: el odio, la alegría, el dolor, la rabia, la pasión, el amor. Ha salido un lenguaje muy curioso, la verdad. Muy contemporáneo, y es lo que como coreógrafa necesitaba.

No quería rellenar con movimiento y que al final aquello pareciera que es bailar por bailar. No. Lo que está ocurriendo en esta ópera es tan fuerte y emocionante que no podía tener gente haciendo piruetas por el escenario. Lo que me interesa es que lo que está sintiendo el personaje se visualice en el cuerpo de los bailarines y bailarinas. Pero, aun así, es todo muy neutro, muy intemporal, si quieres. Sobrio e íntimo.

Para la escenografía has elegido a la artista plástica Evi Keller. Muy en la onda de algunas de las últimas producciones de Peter Sellars, que ha contado con grandes artistas como Bill Viola, por ejemplo.

Trabajo mucho con artistas plásticos. Creo que ellos no ven solo un decorado, sino que van más allá. Tienen una visión como de una instalación o una performance, en la que su trabajo se integra dentro de un todo que forma la música, la danza, el canto y la iluminación. Ese material que ella ha creado es muy como de la tierra. Sus obras son evocadoras, puedes pensar que estás igual en un palacio que en una cueva… Pero al mismo tiempo es tremendamente abstracto. Esa capacidad que tiene la obra de transformarse en otra cosa constantemente.

Si tuvieras que elegir una versión de Dido y Eneas de las cientos que se han hecho, ¿con cuál te quedarías?

Bueno, versiones coreográficas no se han hecho tantas, no creas. Pienso que me decantaría por la de Peeping Tom (compañía belga creada en 2000 por los coreógrafos Gabriela Carrizo y Franck Chartier; este último firmaba la puesta en escena de la producción de 2021 del Gran Teatro de Ginebra en Suiza, que contó con dirección musical de Emmanuelle Haïm). Es muy original, muy loca y muy innovadora. Es casi lo opuesto a mi propuesta, pero me gusta mucho el trabajo de esta compañía y llevaron la historia de Dido y Eneas a un lugar increíble.

¿Qué crees que aporta de nuevo tu versión de ‘Dido y Eneas’?

Creo que cada vez que se hace una ópera resulta una nueva obra completamente diferente. Pienso que conseguimos crear una obra que es un todo. Es una obra total donde todo tiene su función y donde cada cosa es un engranaje de un todo. Odio cuando la danza es un accesorio.

Puedes consultar aquí las funciones de ‘Dido y Eneas’ en los Teatros del Canal. 

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