Carlos Chaouen vuelve a Cádiz: “Quería menos ruido y más flamenco”

El músico Carlos Chaouen.

El músico Carlos Chaouen.

El músico Carlos Chaouen.

El músico Carlos Chaouen.

Carlos Chaouen (en el pasaporte Juan Carlos Sánchez Ceballos) ha hecho un alto en su discografía para alejarse de Madrid –“quería menos ruido, menos sombras, menos noches, menos rock y más silencio, más luz, más días, más flamenco” y lanzar ‘7.300 días’, un paquete en el que se incluyen tres conciertos en directo repartidos en dos dvd’s, conciertos grabados en 2005, 2009 y 2014, retazos de toda una vida. Además, un disco donde se reinterpretan viejos éxitos, más alguna canción nueva.

El cantautor de la melena lacia, la blusa ancha y la barba rala, siempre aquejado en su estilo de flamenco (sin ser jondo) y de rock (sin horteradas), siempre empujado al arte por la poesía, ha dejado Madrid hace poco tiempo para instalarse en Vejer de la Frontera (Cádiz), a menos de 50 kilómetros de donde nació hace ahora 45 años, una renovación geográfica inteligente e inspiradora que, seguro, hará bien a nuestros oídos y a su musa.

Dijo alguna vez Sabina: “Hay canciones que conocen nuestros secretos”. Irrebatible, incluso soy de los piensa que cuando llevas dedicándote profesionalmente a cantar dos décadas o más con cierta regularidad, tus canciones, además de secretos, cuentan tu vida y, vistas en conjunto, dan un balance de tu evolución, no solo como músico y compositor, también como persona. Cuentan que lo de Carlos Chaouen fue una vocación, una de esas que asoman tímidas pero decididas al final de los años de carrera, y que le llevó a tomarse este viejo oficio como el modo de ganarse la vida. Inteligencia y talento son buenos envoltorios para enaltecer los textos de sus canciones, su voz cercana, profunda y cálida facilita imaginarse el escenario de esas letras, de los personajes que en ellas viven.

7.300 días son 20 años, ¿estamos por lo tanto de celebración?
Podemos decirlo así, porque es para celebrar el llevar tanto tiempo haciendo y compartiendo canciones. No fue premeditado, pero me encontré con un disco y tres conciertos grabados y guardados en un cajón que, por diversos motivos, no salieron en su día y se nos ocurrió (con Dromedario Records) hacer ese pack con más de 40 canciones que recorren distintas épocas, repertorios y bandas. Para mí, la verdad, es como un punto de inflexión. Algo de liberación, como quitarme algo de encima. Ahora estoy centrado en nuevo repertorio que espero sacar este año.

Son siete discos en estudio los que has publicado, ¿cómo guardas en la memoria el momento en que entraste a grabar el primero, en aquel año 1998?
Realmente nunca había pensado grabar un disco profesionalmente, tocaba por placer y me gustaba componer. Un año antes acabé la carrera y todo surgió de repente. Para mí era una aventura divertida y momentánea, pero, sin darme cuenta, con el tiempo  se convirtió en mi modo de vida. En aquel momento alucinaba con todo y no sabía nada de grabaciones. Nunca había entrado en un estudio profesional ni mucho menos que músicos profesionales tocaran mis canciones. La verdad es que sólo me interesaba aprender y era ajeno a todo lo demás, quizá algo ingenuo pero para mí lo que estaba pasando ya era un regalo, porque yo estaba muy centrado en la carrera y demás.

La letra, sin duda, es la que guía y manda en tus canciones, ¿hay que poner música a la poesía para que llegue a la gente?
Por probabilidades, diremos que sí, porque prácticamente hoy nadie lee, ¡ni siquiera muchos de los que escriben! Y obviamente mucha gente oye música. La propia cadencia de la música ya ayuda a que entre la letra, como bien podemos recordar por las memorizaciones con melodía (no importa si es el credo o la tabla del 7). Para mí, en la canción melodía y letra casi nacen a la vez, de una manera que no admite demasiados cambios. Lo complejo es que letra y música reflejen el mismo estado y eso no cuadra bien con los estilos. Por otra parte, como la música provoca sensaciones hace que la letra reciba más matices. Aun así, no creo que la mayoría de la gente esté interesada en la poesía y tampoco mucho en la música. En todo caso, en la música como consumible de ocio, pero menos como cultura edificante.

Tu apellido viene de la ciudad marroquí donde todos fuimos en alguna ocasión, o en varias, a comprar cuero y goma…, ¿fue voluntario el alias o te lo pusieron en el barrio?
Chaouen y Vejer, donde resido actualmente, están unidas por una de esas maravillosas leyendas de guerra y amor. Lo puse por romanticismo al sur más que por sus perfúmenes. Se puso como anécdota cuando tocaba sólo allá por 1996 o así…. Y ahí quedó.

Pasaste en Madrid una buena temporada, ¿por qué dejar Madrid? 
Nací en San Fernando (Cádiz) y viví en Madrid desde los 13 años hasta casi los 40. Casi toda una vida. Ahora vivo en Vejer de la Frontera. Muchas circunstancias son las que llevan a cambiar de residencia. Quería menos ruido, menos sombras, menos noches, menos rock y más silencio, más luz, más días, más flamenco… Llevaba tiempo queriendo vivir por mi tierra y se presentó la oportunidad idónea para ello. También coincidió con otras actividades que hago además de la música. Voy a Madrid cada dos por tres, pero en Cádiz se vive en la gloria. La pregunta para mí más que por qué dejar Madrid es por qué no volví antes a Cádiz.

Quizá has dejado el rock para acercarte al flamenco…; a fin de cuentas, esas son tus raíces y, la verdad, en Madrid el rock cada vez está más jodido…
Todo está jodido, el rock, el flamenco, el pop… Los músicos cada vez tocan menos, y la música que se oye en general es obviamente de peor calidad en todos los sentidos a la de hace una y dos generaciones. Si no vamos a las causas, nunca se resolverán los problemas. Flamenco quizá es lo que más he escuchado en mi vida. Realmente hoy hacen flamenco no más de cinco artistas. Siempre he estado cerca del flamenco, aunque no me haya atrevido por un respeto inmenso.

Sacas 2 DVD´s con material de hace años, ¿cómo te has visto en esos conciertos, ahora, pasado un tiempito?
Nunca me gustó verme ni oírme. No los valoro, porque si lo hago mucho no sé si lo hubiera sacado. Siempre me cuesta reconocerme de alguna manera en ése que canta. A mí lo que me gusta es hacer canciones. Pero la gente me lo pedía al cabo de los años y al fin y al cabo así sucedió, sin trampa ni cartón, y con grandes músicos y artistas invitados (Ismael Serrano, Kutxi Romero, Aurora Beltrán, Quique González, Alfa…).

Como psicólogo que eres, ¿te ha servido para hacerte entender o para tu entender ciertas cosas en esta profesión de músico?
Te ayuda a veces a entender ciertas cosas y a ayudar a algunas personas. Todos los gremios al final son parecidos, aunque en la música hay ciertos perfiles particulares que se repiten más obviamente. En cualquier caso nunca he estado muy dentro de la profesión, sino que he sido un poco ácrata en general.

Y tirando de licenciatura en Psicología, ¿como ves lo de Vox en tu tierra, precisamente allí?
Andalucía, desde antes de su nacimiento, tiene vocación universal, allí se han asentado todas las civilizaciones cultas desde hace más de 3.000 años. El himno de Andalucía dice “… pedid tierra y libertad, sea por Andalucía libre, España y la Humanidad”. A nivel concreto, creo que es efecto péndulo de 40 años de gobierno de izquierda en la comunidad, índices sociales de los más bajos de Europa, efecto frontera que a veces es difícil de entender para quien no imagina sus implicaciones en seguridad, tráfico de todo tipo, y sobre todo en el imaginario social. Espero que esa irrupción en el escenario social vaya a menos, pero la lógica para el futuro nos dice que lo más importante es la educación y formación de los individuos; si no, éstos siempre serán manipulados en una u otra dirección ajena a sus auténticos intereses.

Meditación, reflexión, sentimientos, asimilación… Tú que has vivido el mundo del rock, ¿no está demasiado rígido ese mundo rockero y eso hace que no fluya la energía buena?
No en el mundo del rock, sino en la música en general y casi en cualquier sitio; donde hay mucho ego o competitividad es difícil que fluya la energía buena, la sutil energía que la música es capaz de evocar. Por otro lado, a veces los estilos parecen imponer gamas afectivas respetables o no, y eso es fruto del condicionamiento social que limita la creatividad. Algunos colegas de profesión ni siquiera se dan cuenta de eso, y sigue siendo por un problema de ego. Un día me dijeron una frase que invita a una pequeña reflexión (aplicada a la música, claro): “Los artistas necesitan la música. Pero la música no necesita a los artistas, la música sólo necesita silencio”.

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