‘Close’: ¿En qué momento se nos negó la ternura a los hombres?
Close, del belga Lukas Dhont, Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes y una de las cinco nominadas a mejor película de habla no inglesa en los Óscar, es otra de las obras que nos ha robado el corazón en los últimos meses (como ‘Aftersun’ ). Los niños Léo y Rémi pasan juntos día y noche, disfrutando de juegos, carreras entre las flores y una complicidad casi fraternal. Se quieren y se demuestran su afecto sin sentirse juzgados por ello. Hasta que… irrumpe en sus vidas la presión para que se comporten como machitos, para que se adapten a esa masculinidad tóxica que prohíbe a los hombres ser tiernos.
Recuerdo el momento exacto en que dejé de ser un niño. Un día como otro cualquiera, subí a la buhardilla donde solía pasar las horas muertas jugando y descubrí que todos mis juguetes habían desaparecido. Alguien en mi casa había decidido que ya era grande para perder el tiempo con muñecos y los había metido en un saco rojo para tirarlos, más tarde, en la cuneta de un vertedero. Que me sacaran a la fuerza de mi mundo de fantasía fue devastador. Durante mucho tiempo, cada vez que pasábamos con el coche junto a aquella cuneta, buscaba con la mirada el saco rojo entre los escombros, sin éxito. Tendría unos 13 años cuando me obligaron a hacerme mayor, la misma edad de los protagonistas de Close.
En esta película del director belga Lukas Dhont, ganadora del Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes, Léo y Rémi pasan juntos día y noche, disfrutando de juegos, carreras entre las flores y una complicidad casi fraternal durante un verano que parece no tener fin. Se quieren y se demuestran su afecto sin sentirse juzgados por ello. Son felices e inocentes y la paz de la que gozan no se ve afectada por ningún elemento externo. Hasta que comienzan las clases. En un plano que se va abriendo poco a poco sobre el patio del instituto se les ve tímidos, aún dentro de una especie de burbuja, abandonados a su suerte rodeados de decenas de estudiantes. Justo en ese instante se rompe la armonía y comienza el caos.
Sus compañeros no entienden la cercanía de los dos amigos, que se dan la mano o se apoyan el uno en el otro en clase. Su comportamiento se aleja mucho del habitual entre dos chicos y, enseguida, alguien les pregunta si son novios. Se les señala como posibles homosexuales, es decir, se pone en tela de juicio su masculinidad. No hay nada peor que eso cuando tienes 13 años e intentas encajar en la sociedad: que te aparten y te marquen como si fueras un animal, que te humillen y te insulten por algo que ni tú mismo sabes todavía.
Esta situación provoca un cambio importante en la actitud de Léo, que se distancia de su mejor amigo para intentar encajar en su nuevo entorno, condenando a Rémi a la soledad y generando en él un gran sentimiento de tristeza.
No queda claro que exista un interés amoroso entre los protagonistas, ni siquiera que sean homosexuales. Simplemente se les acusa de ello por mostrarse cariñosos, por tener una actitud mal entendida como femenina. ¿En qué momento se nos negó la ternura a los hombres? Es muy triste una vida en la que uno no puede abrazar a un amigo o darle un beso en la mejilla. De la noche a la mañana, nos tiran los juguetes a una cuneta, pero también nos prohíben cualquier muestra de afecto hacia alguien de nuestro mismo sexo. A los 13 años lo que toca es practicar deportes de hombre (el fútbol en España, el hockey en la película), aprender a usar la fuerza, ligar con chicas, reírse de los que son diferentes…
De repente, se esperan cosas de nosotros para las que nadie nos ha preparado y que, seguramente, ni siquiera nos interesen en un primer momento. ¿De verdad eres más hombre por fumar o por emborracharte? ¿Eres más macho por pegarte con alguien? La sociedad espera que nos hagamos duros a base de golpes porque así debe ser, porque el respeto solo se consigue con la fuerza, porque un chico débil y afeminado es carne de cañón en un patio de colegio. Al menos así era en mi etapa adolescente y, por desgracia, así sigue siendo todavía en muchos lugares.
Es por estos motivos, por esta masculinidad tóxica que corre por nuestras venas como un veneno que nos hubiesen inyectado, por lo que recientemente un niño francés de tan solo 13 años, la misma edad que los protagonistas de Close, decidió acabar con su vida tras varios meses de acoso homófobo. Lucas, que así se llamaba, al igual que Léo y Rémi, al igual que yo mismo cuando tenía su edad, tuvo que enfrentarse a un mundo hostil sin herramientas y sin apoyos. Puede que suene catastrofista, pero algunos tenemos suerte de estar vivos. Los que fuimos niños maricas o niñas bolleras y las personas trans, colectivos tan acostumbrados al acoso escolar, tenemos la fortuna de no haber sucumbido, ya que hay una parte de la sociedad que se empeña en hacernos sentir inferiores e indignos de ocupar el mismo espacio que ellos.
Por esta razón, es muy importante que existan películas como Close, que visibilizan esta problemática y los peligros de la homofobia. Ojalá lograr que los padres eduquen a sus hijos en la empatía y les enseñen a respetar la diversidad, en vez de convertirla en motivo de burla. No queremos más crímenes homófobos, como el de Samuel Luiz en 2021. No queremos más suicidios de niños LGTBI+, como acaba de ocurrirle al pequeño Lucas. Queremos vivir en armonía y respeto, sin que nos obliguen a ser lo que no somos ni que nos castiguen por ello.
Si vais al cine a ver este filme de Lukas Dhont, que ya impactó al público con su ópera prima, Girl (2018), sobre una chica trans que aspira a convertirse en bailarina, llevad pañuelos porque es posible que derraméis más de una lágrima.
Close es un duro viaje hacia la adolescencia, lleno de honestidad y sensibilidad, en el que sin duda se verán reflejadas todas esas personas que, como dijo Oscar Wilde, a pesar de estar en la cuneta, están contemplando las estrellas.
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