¿En qué parte del cuerpo alberga la mujer la culpa? ¿En el coño?
Pepa se prostituye por cinco duros y por un chicle con sabor a fresa. Pepa es empujada a los brazos de un pederasta por mandato directo de la Iglesia Católica, pero Pepa aguanta porque hay mujeres que son obligadas a ser bestias silentes. Xenia García (Sevilla, 1975) ha escrito una novela estremecedora, Kudryavka (Perra de pelo rizado), publicada el año pasado, con una fuerza y una determinación admirables. No es fácil contar una historia de estas dimensiones emocionales y sociales sin que se note en la narración un temblor, una omisión, una frase que zozobre, pero ella lo hace de manera impecable y convierte en cómplice al lector de esta historia marcada por la lacra de la pederastia, pero también el consentimiento de las madres y de la sociedad entera. Nadie protesta cuando Pepa, una niña impúber, visita a un vecino viudo sin razón aparente para que lo haga; ni siquiera su madre quiere impedirlo.
Descubrir la existencia de una novela lejos de los primeros triunfos, de las primeras loas, de los primeros ecos proporciona un equilibrado y beneficioso margen de error cuando llegas a ella. El silencio alrededor de un libro está mal visto, y en cambio para mí en esta ocasión, y después de la lectura de la gran novela de Xenia García, ha sido el mejor aliado para disfrutar con totalidad de una novela que tritura los nervios de quien lee por el ritmo lento, reflexivo y cuidado con el que está contada.
Kudryavka (nombre original de la perrita Laika, lanzada al espacio) cuenta un desafío monstruoso para su protagonista. Una mujer marcada por la precariedad y cuya biografía nace rota por los actos ajenos. La inacción de la madre, un secreto que compete a la figura paterna y la manipulación tantas veces consentida a miembros de una comunidad religiosa que alberga los primeros años de un niño.
Pepa es solo una niña que quiere una muñeca, pero también una mujer que analiza su vida con la honestidad con que solo puede hacerlo un inocente. Pepa carga con las fatales huellas que deja en su piel la podrida mano de la madre Amparo, una de esas religiosas que lleva el consentimiento a gala, porque las hijas de los perdidos son materia peligrosa de la que hay que deshacerse, o sus visitas a casa de un vecino viudo que se siente solo, como peaje para tener acceso a la educación en un recto colegio para señoritas.
Pepa debe pagar un precio muy alto por los actos de sus progenitores y habitar bajo una costra emocional que le pesa de esa forma en que pesa el agua de un río que se desborda sobre la carne de quien no fue capaz de salir a tiempo de su lengua húmeda y fatal. Pepa se prostituye por cinco duros y por un chicle que de verdad tiene sabor a fresa. Pepa es empujada por dos veces hasta los brazos de un pederasta por mandato directo de la Iglesia Católica, pero Pepa aguanta porque hay mujeres que son obligadas a ser bestias silentes:
“La madre Amparo me pide que le haga compañía a un vecino viudo que se siente solo. Me lo dice en voz muy baja y al oído, no sé si porque piensa que así Dios no la oye”.
“El chicle es de fresa de verdad, por eso me lo quedo”.
Xenia García ha escrito una novela estremecedora con una fuerza y una determinación admirables. No es fácil contar una historia de estas dimensiones emocionales y sociales sin que se note en la narración un temblor, una omisión, una frase que zozobre, pero ella lo hace de manera impecable y convierte en cómplice al lector del doble diálogo con que se van desgranando las dos caras de esta historia marcada por esa lacra que es la pederastia, pero también el consentimiento de las madres y de la sociedad entera. Nadie protesta cuando Pepa, una niña impúber, visita a un vecino viudo sin razón aparente para que lo haga; ni siquiera su madre quiere impedirlo:
“Finalizo mi discurso: Y eso es todo.
Silencio.
Mi madre lo rompe.
Mi madre dice: Puta”.
“Amor, no aprietes los muslos, relaja las piernas, tan lista, tan intrépida, con esa lengua tan rápida.
Ahí comenzó todo. La que soy hoy y la que no. Justo en esa herida abierta comenzó a crecer mi costra:
Loca de mierda.
Fea de mierda.
Rara de mierda”.
Nadie protesta cuando con pruebas y hechos una Pepa ya viuda demuestra que el suicidio de su ex marido parte del mismo mal que la acorraló a ella en la infancia; su marido es un depredador sexual al que la familia intenta victimizar, un depredador sexual que acabará siendo nombrado como muerto de muerte natural y no como el suicida que ha partido en dos la vida de su pequeña vecina y muchas otras vidas que laten en el vientre callado de su ordenador personal.
García narra con delicadeza los movimientos de un monstruo, recorre con lentitud el camino ardiente que dejan los secretos del calibre de los que acoge esta novela de prosa rápida y electrizante.
Kudryavka (Perra de pelo rizado) es una novela que enamora por el riesgo que sus frases acometen, por la enjundia moral con la que va demarcando lo que necesita esta historia para que su verosimilitud noquee a quien se enfrenta a ella. Hay un ejercicio de plenitud ética, y su certidumbre estética es pura magia:
“Habría que prevenir a la gente de que el infierno se mueve”.
García habla de la maternidad infestada por la religión, por el peso de esa secta que rebosa manipulación y que no es otra que el Opus Dei:
“El hijo aún no ha nacido y ya no me pertenece”.
“El hijo ya no me pertenece, pero no le alcanzarán las llamas del infierno”.
Pepa, la protagonista, yace presa dentro de la panza contaminada de un triángulo aterrador. Un matrimonio fallido, una maternidad manipulada y un suicidio por el que todos la señalan. Es un rehén social.
García habla de las madres monstruo, de esas madres empachadas de machismo, sádicas en pos de la hegemonía masculina. Madres que consienten el abuso, que cambian la naturaleza de la inocencia y dejan que su hija sea modificada por persona interpuesta.
“¿En qué parte del cuerpo alberga la mujer la culpa? ¿En el coño?
Confieso mis pecados con la picazón naciente del nuevo vello púbico. Al hombre le gustaba rasurármelo y yo vuelvo a hacerlo de vez en cuando como castigo”.
“El Hijo se ha marchado unos días con Mamá. La que no me cuidó vela ahora por mi cachorro, la que jamás me regaló una muñeca, pero alentó a hombres a que me trataran como una pequeña mujer de trapo”.
Las palabras de esta novela nacen del dolor y causan dolor, laten con esa fuerza con que lo hace el corazón de un niño al que acaban de cortarle el cordón umbilical y debe desafiar a la vida fuera del útero materno:
“De niña le pregunté muchas veces a Dios por qué Laika estaba muerta en el espacio, o por qué había que matar al gallo solo porque ya no servía, pero Dios nunca estuvo, su Dios no se entera de nada, ni siquiera cuando Don Pedro me decía: Amor, no aprietes los muslos, relaja las piernas, tan lista, tan intrépida, con esa lengua tan rápida.
Dios es un gusano sordo”.
“Cómo se mata a una niña para hacerla mujer”.
“Dices: Hala. A bailar desnuda ahí fuera.
Me desnudo y obedezco. Mi niña fea aún le dice que sí a los hombres”.
García ha escrito una tragedia acompañada por voces que salen del mismísimo tártaro. Pepa solo tiene acceso a la oscuridad, todas las calles que forman su destino están cortadas, son callejones sin salida a los que Dios la lleva para humillarla:
“Soy una adúltera encapsulada en el ordenador de un muerto”.
“Los ojos se me llenan de lágrimas, de niñas dormidas en excursiones escolares con la falda subida, con la camiseta bajada. Los ojos se me llenan de niñas que duermen mientras alguien las graba. Sobre el césped o en uno de los asientos traseros del autobús escolar. Duermen y alguien se frota las manos. Duermen y alguien subasta sus sueños. Duermen y alguien las consume, se masturba con la ilusión de las niñas. También las hay despiertas. Niñas atadas con cuerdas negras, mirando al vacío”.
Kudryavka (Perra de pelo rizado) es una fiesta macabra en la que las luces de colores son latidos oscuros. Hay un sinfín de grietas en este monólogo a dos voces en el que la tragedia pudre a los protagonistas. En la que abusador y abusado se sientan frente a frente y en la que los secretos se comportan como pájaros que esconden sus nidos en los lugares más inaccesibles:
“Las palabras no se parecen a los fluidos que nombran. Las palabras no se asemejan a los sentimientos que nombran”.
Kudryavka es esa novela en que narradora y protagonista se preguntan quién decide el tiempo en que una mujer puede conservar la inocencia.
No ha sido fácil enfrentarse a la turbulenta naturaleza de esta novela, una novela ardiente en la que ni los supervivientes ni los lectores sanarán. No hay finales felices para mujeres como Pepa. Pero ha sido gratificante acceder al universo literario de esta autora sevillana que conoce el poder intrínseco de la literatura, que pelea por la verosimilitud de esta narración como si las verdades que alberga no fuesen zarzas ardientes insufladas por el incontrolable poder de la eternidad.
Xenia García ha construido paisajes hermosos y durísimos en su extraordinaria novela. Nos ha regalado un libro de belleza desnuda, un festín sin miedo a las zonas oscuras que proyectan viandas e invitados.
Espero y deseo que el tuétano de esta narración no deje jamás de latir, su verdad le hace mucha falta a un mundo que ensalza a los monstruos y los acoge como acoge la madre al más feroz de sus hijos, sea cual sea su pecado.
‘Kudryavka. Perra de pelo rizado’. Xenia García. Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñone. Alianza Literaturas. 184 páginas.
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