¿Qué destacan los mejores documentales de medioambiente?

Fotograma del documental ‘Lions, bones and bullets’.

Si las épocas geológicas del pasado se encuentran documentadas en las piedras, en los secretos que nos ocultan, la actual época del Antropoceno –término acuñado en el año 2000 por el nobel de Química Paul Crutzen– está siendo investigada y grabada para la posteridad, en directo, por un buen número de documentalistas ambientales que tienen el escaparate de sus trabajos, más que en salas de cine o televisiones, en festivales cinematográficos. Es el caso de Suncine, el Festival Internacional de Cine y Medio Ambiente, que desde hace casi tres décadas realiza un repaso exhaustivo de lo mejor del año en el mundo y que, un año más, nos ha mostrado la radiografía del estado del planeta tanto en sus impactos como en las iniciativas para aminorarlos. Desde su selección de películas podemos hacer un buen barómetro de lo que está pasando (y se está rodando).

El tráfico de huesos de fauna salvaje, la contaminación plástica de los mares, el conflicto entre conservación y pueblos indígenas, la ganadería, la minería, la política en las negociaciones climáticas, el pastoreo, el valor de ecosistemas en transformación por la acción humana… Más de 2.500 películas documentales presentaron a la última edición del Suncinex, celebrado el mes pasado, procedentes de 36 países y con casi igualdad de género detrás de las cámaras (52% hombres, 48% mujeres), algo por otro lado muy poco habitual en casi ningún sector. “Las emergencias que estamos viviendo, la climática, la energética y la social están generando un cambio de actitud por parte del público y la ciudadanía a interesarse cada vez más por esta oferta audiovisual y por los temas tan actuales y preocupantes que se abordan; eso es un buen dato. Es matemática pura: a más recursos, más medios, más cine ambiental, más público y mayor conciencia ambiental”, concluye Claudio Lauria, fundador del festival.

En defensa de la ganadería extensiva y los pastores

‘Ganado o desierto’ , del director español Francisco J. Vaquero, fue este año la película que se llevó el premio Sol de Oro con una historia que ya desde el título nos deja claro que hay opción para hacer bien las cosas, pero que hay que saber elegir. A través del viaje que realiza a España el naturalista y ganadero de Zimbabue Alan Savory, la película nos lleva por la geografía española –recorrieron 20.000 kilómetros–  para que podamos comprobar los impactos que la ganadería extensiva está provocando en nuestro territorio y confrontarlos con otros modos de hacer las cosas y salir ganando. En este caso, se defienden las teorías del pensamiento holístico de Savory, que entiende que un manejo adecuado del ganado no es perjudicial para la naturaleza, sino que cuando se hace bien regenera los pastos, retiene más agua y genera biodiversidad, siempre que se respete el volumen máximo para cada espacio.

Pero el tema del pastoreo y la ganadería no sólo estuvo presente en Suncine con esta producción. Su relación con el ser humano y cómo solucionar el conflicto entre alimentación de una humanidad creciente, consumidora de carne, y la naturaleza también está retratada, con diferentes enfoques, en otras películas que nos abren la mirada a otros mundos. Ahí tenemos La senda del pastor, de Silvia Pradas, que nos cuenta las historias vitales en un entorno social y rural que parece que desaparece pero al que, por otro lado, llega gente joven, animosa, con ganas de recuperar la ganadería en extensivo y sostenible  que practicaban sus antepasados.

Y ahí está también Pastores de la Tierra  , que nos traslada a las resecas tierras del norte de Kenia y el sur de Etiopía de la mano del etnobiólogo Álvaro Fernández-Llamazares, del ICTA-UAB. Con él, conocemos a una comunidad de la etnia daasanach y el conflicto entre estos pastores nómadas, que desde hace miles de años viven de su ganado, con la situación actual de pérdida de biodiversidad y cambio climático. Las dudas del investigador son claves y, como descubrimos, no tienen una respuesta fácil: ¿Cómo proteger esa naturaleza salvaje que les rodea y desaparece sin que la vida de estos pastores se vea afectada y, por tanto, acaben por posicionarse en contra de cualquier tipo de conservación?

Tráfico de huesos de león

Por África también pasa otro de los documentales premiados en la última edición de Suncine, titulado ‘Lions, bones and bullets’ (Leones, huesos y balas), en el que el escritor y naturalista Richard Peircer nos lleva de las granjas de Sudáfrica a países del sudeste asiático, como Laos o Vietnam, en una intensa y fructífera investigación sobre el tráfico de vida salvaje. Peircer nos retrata con toda su crudeza el negocio en torno a los huesos del que siempre ha sido el rey de la selva, el león. Con imágenes de 2021, nos muestra granjas en las que estos felinos son criados como si fueran ganado en pequeños recintos y cómo miles de ellos, una vez muertos, son exportados a Asia para que sus huesos sean utilizados como medicina tradicional. El director de este filme, el neozelandés Anton Leach, se llevó este año la mención del Jurado del festival con un relato crudo y desgarrador, pero imprescindible, para tomar medidas sobre lo que Peircer califica como la “enfermedad infecciosa más mortal del mundo».

Minería contra la naturaleza

La misma mano humana que acaba transformando vida y paisajes se nos revela también en Páramos, el país de la nieblas  Biodiversidad. En un país como Colombia, que cuenta con grandes cumbres y densas selvas, ellos se fijan en un tipo de ecosistema que el imaginario general cree con poca vida y menos importancia. Sin embargo, Calderón y Rincón nos revelan toda su riqueza en fauna y plantas y, además, nos cuentan cómo estos páramos –y Colombia es el país que más tiene del planeta– son ecosistemas únicos y fundamentales para el abastecimiento de agua de la mayor parte de la población, pues allí nacen las fuentes de agua de la tierras bajas. Pese a ello, la minería del oro y del carbón en estos lugares prístinos está aumentando y ese país de las nieblas se convierte en el país del mercurio que lo contamina todo, mientras se sacan sus minerales en unas condiciones, por otro lado, infrahumanas.

También a la minería se dedica Devil put the coal in the ground (El demonio puso el carbón bajo la tierra), película que parece sacada de un pasado negro y lejano, pero que refleja cómo se vive hoy en una comunidad de Virginia Occidental, sumergiéndonos en la devastación social, familiar, cultural, ambiental y también económica generada por una minería del carbón que hoy está en declive. Testimonios de madres, padres, hijos… Personas que han visto arrastradas a la enfermedad, a las drogodependencias, a la pobreza. Un mundo gris y sin futuro en el que, en aras del desarrollo, se sacó al demonio para, en poco tiempo, destrozar sus vidas.

Un refugio para humanos y primates

Otro de los premios Suncine, el Miradas WWF, fue para Mama, la película dirigida por Pablo de la Chica sobre el centro de rehabilitación de primates Lwiro, en República Democrática del Congo, un lugar donde les curan de las heridas de la guerra y les salvan de la extinción, y en el que nos cuentan también la historia de una mujer excepcional, Mama Zawadi, que fue violada por grupos armados y que, a su vez, encuentra la salvación en Lwio ayudando a las crías de chimpancé. Por su parte, Forest for the trees, de Rita Leistner, se llevó el Premio Ecología Humana por su exploración de los aspectos físicos y emocionales de una comunidad de plantadores de árboles de la costa oeste de

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