Los 10 electrodomésticos más caros, famosos y pintones

Una de las hiperrealistas neveras pintadas por Antonio López.

La máquina de coser de Edward Hopper. El gramófono surrealista de Óscar Domínguez. Los televisores de Keith Haring. La aspiradora de David Hamilton. Las hiperrealistas neveras de Antonio López. Repasamos los electrodomésticos más famosos, los que quedaron plasmados en valiosos cuadros de grandes pintores y que han roto todos los moldes de precios.

Hemos de reconocer que los electrodomésticos han llevado mucha más inspiración a la música que a las artes plásticas. En la anterior entrega de esta serie en colaboración con la Fundación Ecolec veíamos cómo lavadoras, tostadoras, aspiradoras y televisores han nutrido de rimas de todo tipo y condición a músicos tan dispares como Lola Flores, Alaska, León Benavente y Sidonie. Sin embargo, y aunque hasta Marcel Duchamp se hizo famoso con algo tan prosaico como una escultura/fuente/urinario, que dicen que se convirtió en la obra más influyente en el arte del siglo XX, los electrodomésticos no han sido musas habituales de grandes pintores. Aun así, os ofrecemos aquí los que para El Asombrario son los 10 electrodomésticos más caros y valorados, más famosos y pintureros de la historia.

1 y 2. Las neveras hiperrealistas de Antonio López.

El más famoso de nuestros pintores realistas, el manchego Antonio López (Tomelloso, Ciudad Real, 1936), ha reflejado como nadie la cotidianidad de una humilde casa, y junto a lavabos, mesas con comida y alacenas, son muy, muy famosos sus dos frigoríficos abiertos: Nevera de hielo, que pintó en los años 60, con 30 años, y que pertenece a la colección de la Fundación Polanco (sí, esos, la familia fundadora de El País y el emporio PRISA), y Nevera nueva, de tonos más alegres, que pertenece a la colección de Florentino Pérez (sí, ese, el presidente del Grupo ACS y del Real Madrid), un deseo de volver sobre el tema, con un electrodoméstico ya más actualizado, pintado tres décadas después, entre 1991 y 1994.

‘General Electric with waiter’, de Andy Warhol-Jean Michel Basquiat.

3. ‘General Electric with waiter’, de Andy Warhol-Jean Michel Basquiat

No es un electrodoméstico stricto sensu, pero sí la savia que da vida a millones de electrodomésticos en el mundo, sobre todo en EE UU. Toda una multinacional, sobre todo del sector energético, que ha llegado a convertirse en símbolo del imperio americano. El artista pop Warhol, que se entregaba con pasión a los talismanes norteamericanos como Elvis Presley, Marilyn Monroe, Coca Cola o la sopa Campbell, también quiso inmortalizar a GE y en los años 1984/85 realizó esta pintura junto a su adorado Basquiat; una obra que en 2013 alcanzó en subasta la friolera de 1,68 millones de dólares.

‘Just what is it that makes today’s homes so different, so appealing?’, de Richard Hamilton.

4 y 5. Los collages pop de Richard Hamilton.

El artista británico Richard Hamilton era otro enamorado de los espacios domésticos y lo reflejó bien en el desarrollo pop de sus collages. Como podemos apreciar en su obra más emblemática, Just what is it that makes today’s homes so different, so appealing? (¿Qué es lo que hace a los hogares de hoy tan diferentes, tan atractivos?), un collage de pequeñas dimensiones realizado en 1956 y que pertenece a la colección de la Kunsthalle Tübingen (Alemania). Se trata de un fotomontaje con  símbolos de la cultura estadounidense. Muestra a una mujer desnuda sentada en un sofá con una pantalla de lámpara como sombrero y un culturista que lleva en su mano un enorme chupa-chups con la palabra Pop. Ambos personajes están rodeados de todo tipo de aparatos de la vida moderna: desde un televisor hasta una aspiradora. En otros collages menos conocidos de Hamilton, como Interior, de 1964, también vuelve a recurrir al televisor.

Televisor de Keith Haring.

6. Los animados televisores de Keith Haring.

Y seguimos con el tema pantallas. El artista estadounidense Keith Haring fue fan de introducir pantallas en sus animadas pinturas, entre lo pop y lo tribal, y eso que no vivía en nuestros días, que en su época (falleció en 1990 con solo 31 años) la multipantalla estaba en pañales. Sus televisores se mezclan con total soltura con sus animales, humanos y grafismos de alegres colores, formando composiciones que luego han sido copiadas hasta la saciedad en carteles de toda calaña.

‘Sylvia Beach festeja la publicación de Ulyses de Joyce / En la cocina de Adrienne Monnier’, de Eduardo Arroyo.

7. Eduardo Arroyo al teléfono.

Volvemos al arte patrio (o matrio). Eduardo Arroyo ha sido muy de fetiches, que si a las moscas, la bandera de España, los boxeadores, los sombreros (en esto compitiendo con Eduardo Úrculo). Y no se olvidó de ese objeto mágico que, con el paso del tiempo, ha marcado nuestras vidas: el teléfono. Quién nos lo iba a decir cuando lo veíamos allí, sedentario, aposentado sobre la mesita de la sala. Aquí nos quedamos con un óleo de sencillo título, Sylvia Beach festeja la publicación de Ulyses de Joyce / En la cocina de Adrienne Monnier (2016-17), una de sus últimas pinturas en gran formato. Arroyo falleció en octubre de 2018.

Gramófono de Óscar Domínguez. Foto: Museu Picasso. Col·lecció particular © Óscar Domínguez.

8. El gramófono surrealista y desaparecido de Óscar Domínguez.

El más conocido de los surrealistas, Salvador Dalí, incluyó algún gramófono en sus pinturas en ese universo onírico suyo de elefantes con zancos, relojes blandos y grandes masturbadores, pero aquí nos vamos a quedar con el misterioso gramófono de otro artista surrealista, Óscar Domínguez (1906 / 1957); pintado en 1938, regalado a su amigo Pablo Picasso en 1945 y desaparecido –o, como se dice, en paradero desconocido– en unos almacenes hasta hace un par de años. Sobre un gramófono blanco, una mano acaricia unos pechos de yeso; un objeto tan real como surrealista; podríamos decir que un electrodoméstico para soñar. Por cierto, el onírico Magritte también incluyó algún gramófono en algunos de sus lienzos, hasta el punto de que podríamos decir que este aparato ha sido el más muso para los artistas en el ámbito doméstico.

Máquina de coser de Óscar Domínguez.

9. ‘La máquina de coser’ de Óscar Domínguez.

Seguimos con el artista canario y su máquina de coser. Pero no, no estamos hablando de su famosa pintura La máquina de coser electrosexual, mucho más surrealista y morbosa, pintada en 1934, y seguramente su lienzo más conocido, con esa mujer desnuda y tumbada boca abajo. Ocho años después, en 1942, pintó esta otra máquina, mucho más realista y aséptica. Por cierto, en 2011 se subastó en Viena y pagaron por ella 191.300 euros. No me diréis que no está bien puesto el título y son estos los electrodomésticos más caros y pintones de la historia. El óleo mide 73 por 50 centímetros, y refleja claramente la influencia de su amigo Picasso en el personaje femenino; es uno de los dos cuadros de Domínguez que el poeta francés dadaísta y surrealista Paul Éluard guardó en su colección personal hasta el fin de su vida, y que además usó para ilustrar un poema.

‘Muchacha cosiendo a máquina’, de Edward Hopper. Foto: Museo Thyssen.

10. ‘Muchacha cosiendo a máquina’, de Edward Hopper.

Y nos quedamos, y terminamos, con las máquinas de coser y ese gran artista de la melancolía, las luces de atardecer y las miradas perdidas que es Edward Hopper. Un lienzo pintado hacia 1921 que podemos contemplar en directo fácilmente, pues se guarda en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid. Escribe la conservadora de este centro, Paloma Alarcó, a propósito de este óleo: “Tras haber trabajado unos años como ilustrador de revistas y haber viajado a París en varias ocasiones, (…) en esta obra el estilo del pintor se muestra ya plenamente consolidado”. “Como en la mayoría de las escenas de interior de Hopper, la luz se convierte en protagonista del cuadro. En este caso, la acción transcurre en un día claro y soleado y los rayos entran con fuerza hacia el interior (…). La luz, además, convierte la figura de la joven vestida de blanco en un destello en medio de la oscuridad interior. De esta forma, lo que podría ser una simple escena cotidiana adquiere una nueva dimensión, y la mujer solitaria y ensimismada pasa a convertirse en efigie de la alienación del ser humano”.

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