Hacia un futuro de Eco-libros

Algunas editoriales se esfuerzan por tomar medidas de sostenibilidad. Foto: CC.

El reto es grande. A la hora de comprar un libro, como consumidores elegimos título, autor o incluso si queremos edición de bolsillo o de tapa dura. Fijarse, además, en cómo ese objeto –por lo general lleno de historias de vida– ha sido producido con el menor impacto posible en la biosfera del planeta está lejos de ser la prioridad para quien lee. Pero algunas editoriales se lo están tomando muy en serio y ya tienen en marcha medidas en ese lento camino hacia una real economía circular. Una parte aún minoritaria, pero creciente, del sector editorial español está tratando de reducir ese coste para la naturaleza en papel, tintas, paquetería, transporte e incluso en eventos como la Feria del Libro de Madrid, la más grande del país, que acaba de empezar.

Iniciativas como los certificados de papel sostenible, la calculadora de la huella de carbono de cada libro, el uso de tintas naturales, diseños que no incluyen plásticos, una paquetería eficiente, etcétera no son baladíes si tenemos en cuenta que sólo en España se fabrican cada año unos 180 millones de ejemplares de unos 70.000 títulos diferentes, según datos de Statista. Por cierto, muchos de esos millones acaban en la basura sin que ni siquiera nadie haya posado en ellos sus ojos…

En realidad, hablar de eco-edición no es nuevo. A principios de este siglo ya la campaña de Greenpeace, Libros Amigos de los Bosques, lanzó la voz de alarma sobre el impacto del sector. Entonces, escritores como José Saramago, Manuel Rivas o Javier Moro se posicionaron públicamente, exigiendo que sus libros fueran editados con un papel sostenible. “Mejor que llorar sobre la leche derramada sería no romper la vasija”, escribió Saramago en Las intermitencias de la muerte. También Moro se preguntaba cómo una actividad literaria, supuestamente inofensiva, podía ser tan dramática para la naturaleza y llegó a decir que no escribiría más si sus libros no tenían garantías de no deforestar.

En 2013, desde la Junta de Andalucía se dio otro paso importante: en el marco de un proyecto europeo LIFE, se publicó un exhaustivo manual sobre los criterios ambientales que debían seguir las publicaciones, especialmente dirigido a las administraciones públicas, pero extrapolable a todas las empresas. Hoy no ha sido posible obtener noticias de cómo avanzó aquel asunto ni saber si ha acabado olvidado en un cajón.

A nivel oficial, el relevo ha llegado desde otra comunidad: Cataluña, la primera en el ránking de la industria editorial española. Previsiblemente, este mismo año ya se dispondrá de un certificado de eco-edición, que se sume al de organizaciones como FSC o PFEC, que garantizan que el papel proviene de bosques con una gestión sostenible de principio a fin y que, si se busca, está visible en algunas portadas y contraportadas. “La realidad es que se están dando pasos para mejorar la sostenibilidad, pero también lo es que queda mucho por avanzar porque son una minoría las editoriales que tienen en cuenta su impacto, pocas las que quieren el certificado y menos aún las que apuestan por utilizar fibra reciclada, que aún es más sostenible”, señala Gonzalo Anguita, director de FSC-España.

Entre las grandes que se volcaron en evitar que sus libros no acaben con bosques tropicales o no gestionados adecuadamente, figura Penguin Random House, con su sello FSC desde 2014. Carlota del Amo, su directora de comunicación, recuerda los avances que ha habido desde entonces. “Eso fue lo primero, pero luego iniciamos el camino para usar tintas vegetales, aunque sean más caras, o eliminar plástico en las portadas y los enfajados. Además, mas allá del libro, también está la distribución, para la que estamos tratando de utilizar más el ferrocarril o hacer un mejor aprovechamiento de los palets en  los camiones”, señala.

Más o menos en la misma línea responden desde Planeta, donde aseguran tener ya certificado todo el papel que utilizan, además de tintas naturales en sus libros de color. “En 2023, también toda la impresión en blanco y negro será con tintas de base vegetal”, explican. “Y cosas como el plástico del enfajado para transportar los libros, ya lo hemos eliminado y se aplicará a todos los proveedores este año”.

Desde luego, el papel y las tintas son criterios fundamentales que se incluirán en el sello de eco-edición catalán, proyecto con el que trabaja intensamente Jordi Panyella, de la editorial Pol-len. Pero hay más pasos que dar. En Pol-len, por ejemplo, cada libro lleva ya escrita la huella de carbono que ha generado gracias a una calculadora diseñada para el sector con otro proyecto europeo. Lo llaman la mochila ecológica: “Saber lo que impactamos es el primer paso para tomar decisiones”, argumenta Panyella. Gracias a ella saben que un formato medio de un libro de Pol-len genera un kilo de CO2, dato que compara con la huella que genera Google: 500 gramos de CO2 por segundo; es decir, el equivalente a una edición ecológica de 1.000 ejemplares, que pueden durar, de media, 35 años. “La cuestión es que no es sólo los materiales. Hoy se imprimen muchos libros fuera de España porque sale más barato, en Eslovenia, China o la India, y eso multiplica por cientos  el impacto. Pero es verdad que hay avances y algunos nos estamos planteando asuntos que antes no se pensaban, como las diferencias de impactos entre imprimir en offset o en digital, cómo compensar la huella inevitable o el impacto de la distribución”, añade Panyella.

La huella del libro electrónico

La respuesta a si el libro electrónico significa una opción más sostenible es unánimemente negativa en el sector. Según datos que facilita Panyella, recabado en consultoras como Carbone 14, se necesitan 15 años para amortizar la huella de carbono de un e-book, teniendo en cuenta de dónde vienen sus materiales minerales, el uso de las baterías y el consumo eléctrico que requieren a lo largo del tiempo. Y luego está las dificultades de su reciclaje: “La reciclabilidad de los aparatos eléctricos y electrónicos resulta muy complicada y costosa, debido a la cantidad de componentes y materiales que encontramos y que penalizan su comportamiento ambiental. Esto no ocurre con el libro en papel, donde su impacto se limita a la fabricación y al proceso de reciclado cuando lo hay”, explica.

La insostenible avalancha de las novedades

Uno de los puntos más oscuros del negocio desde el punto de vista ambiental es el asunto de la continua renovación de títulos, un exceso de edición y producción que viene impulsado por los mecanismos del mercado. Cada semana hay miles de novedades con tiradas de una media de 1.000 ejemplares, salvo los muy importantes, de las que muchas nada se vende. En la editorial Errata Naturae, durante el confinamiento por la covid19, se dieron cuenta de lo que suponía sacar libros sin lectores frenéticamente y publicaron dos manifiestos en aras de cambiar dinámicas, uno anunciando su parón y otro explicando cómo iban a hacer mejor las cosas en adelante. “Frenamos. Decidimos no sacar un libro más durante esos meses para replantearnos qué estábamos haciendo y cómo, y a la vuelta hicimos público otro manifiesto para explicar los cambios, no sólo con el papel, sino también en la energía que usamos, el banco que lleva nuestras finanzas, el transporte local de los libros en bici o andando, y dejamos de publicar lo innecesario, lo ligado a la rueda del mercado”, explica Susana Rodríguez. Incluso cambiaron el objeto social de la empresa para incluir su compromiso ambiental.

Otro ejemplo a seguir es el de la editorial Gigamesh, especializada en el género fantástico, que triunfó con su primera edición en castellano de Juego de Tronos. Alex Vidal fue quien introdujo las primeras medidas ambientales allá por 2010, como otras empezando por el papel; y en ello siguen avanzando. “Ahora estamos interesados en otro certificado llamado Cradle to Cradle (de la cuna a la cuna), ligado a la producción del papel, que garantiza que el uso de agua en su fabricación sea el menor posible, que no se utiliza cloro y que las empresas implicadas utilizan renovables. Al final, son muchos más los aspectos que tenemos que controlar y en los que tenemos que mejorar de los que pensamos en un principio”, reconoce Vidal

El reto de las ferias

Otro asunto son las ferias y eventos, que también deben dar una vuelta de tuerca al tema ambiental. En la Feria del Libro de Madrid, abierta hasta el 12 de junio, este año habrá una mesa redonda específica sobre el mundo editorial y su sostenibilidad el Día Mundial del Medio Ambiente, el 5 de junio. “Nuestras actuaciones al respecto tienen mucho que ver con el espacio donde estamos, porque El Retiro es un jardín histórico y cuidamos mucho que el impacto sea mínimo, teniendo en cuenta que recibe en 17 días en torno a 2,3 millones de visitas. Este año, intentamos que hubiera placas solares sobre las casetas, pero no fue posible porque pesan mucho”, señala Eva Orúe, la nueva directora de la Feria.  Entre las medidas que esta edición va a poner en marcha, en aras de la sostenibilidad, podemos hablar de la eliminación de la megafonía (contaminación acústica) y de la información en papel, que será sustituida por pantallas y personal para informar. “Además, compensamos nuestra huella de carbono con una empresa y todas nuestras bolsas llevan el sello FSC”, añade.

Todo sea por limpiar las estantería de polvo, CO2 y pérdida de biodiversidad forestal. El camino está ya abierto…

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Comentarios

  • Cida Fernandez

    Por Cida Fernandez, el 31 mayo 2022

    Leí el articulo y és mui importante que llegue a más gente. Sou brasilena y por ló que acompanho aqui aun no és un tema fuerte, más aún por ele escenario que vimos hoy.

    Muchas gracias por tu trabalho.

    Abraços
    Cida Fernandez

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