Juan Carlos del Olmo: “Estamos vaciando el planeta, nos estamos quedando solos”

El secretario general de WWF España, Juan Carlos del Olmo. Foto: Manuel Cuéllar.

El secretario general de WWF España, Juan Carlos del Olmo. Foto: Manuel Cuéllar.

El secretario general de WWF España, Juan Carlos del Olmo. Foto: Manuel Cuéllar.

El secretario general de WWF España, Juan Carlos del Olmo. Foto: Manuel Cuéllar.

La organización conservacionista WWF (Fondo Mundial por la Naturaleza) –en España nació como Adena, y muchos la conocen como la del logotipo del oso panda–, celebró ayer sus 50 años, con éxitos como su campaña global ‘La Hora del Planeta’ para concienciar sobre el cambio climático, y que recibió el premio Ecovidrio a la campaña con mayor impacto ciudadano en 2015. Medio siglo WWF muy ligado a nuestro país, pues aquí, en Doñana, hay que buscar sus orígenes. Hablamos con Juan Carlos del Olmo, su secretario general desde hace 20 años y uno de los líderes ecologistas que desprenden mayor empatía, credibilidad, solidez y capacidad de diálogo.

WWF es una de las organizaciones internacionales dedicadas a la protección del medioambiente con más peso. Está presente en 100 países y cuenta con cinco millones de socios; con implantación especial en EE UU (un millón de socios), Holanda, Reino Unido y Alemania. WWF España –país con un significado especial para la organización, pues nació en 1968 ligada a la salvación de Doñana, entonces amenazada por un plan de desecación, y bajo el empuje decisivo del icónico naturalista Félix Rodríguez de la Fuente– tiene 45.000 socios (socios-socios; activos, al corriente de pago, con derecho a voto) y un equipo en plantilla de 60 personas, liderado desde hace 20 años por Juan Carlos del Olmo como secretario general. Aparte de su sede central en Madrid, cuenta con dos oficinas más, Doñana y Canarias, y 13 grupos locales. “Nuestra filosofía”, nos cuenta Juan Carlos del Olmo, “es no crecer mucho en oficinas, para no crecer mucho en burocracia ni en personal. Y destinar la mayor parte de los recursos al trabajo, a las campañas, a los programas, que se dividen ahora en seis: cambio climático y energía, agua, bosques, mares y océanos, biodiversidad terrestre y alimentos”.

¿Os ha afectado mucho la crisis de los últimos 10 años en recursos, en socios, en capacidad de trabajo y movilización?

A las organizaciones de medioambiente la crisis les ha afectado menos, porque son muy combativas, resilientes, muy activistas, e incluso sin recursos, siguen peleando, pero en las organizaciones sociales, la crisis se ha llevado por delante a la mitad de ellas. Nosotros hemos seguido creciendo incluso con la crisis; estamos muy orgullosos de que pudimos mantener a todo nuestro personal, no hemos tenido que prescindir de nadie. Y todo gracias a que tenemos un modelo de financiación muy diversificado, que nos da mucha fuerza y permite ser independientes. Los ingresos por las cuotas de los socios suponen más de un 50%; y eso nos da estabilidad, seguridad.

Hagamos balance de estos 50 años; flashazos de lo positivo y negativo que ha pasado en el planeta.

La parte negativa es que, claro, en 50 años la huella ecológica en el planeta, la presión sobre los recursos naturales, se ha desorbitado. Hemos más que duplicado en estos 50 años la población mundial, y hemos perdido más del 60% de las poblaciones de vertebrados del planeta. Han sido 50 años en los que la presión sobre el planeta ha crecido de manera brutal.

En la parte positiva, destacar que el ser humano ha tomado conciencia de que está solo en el Universo y ha tomado conciencia de que el planeta es limitado, finito, y de su responsabilidad en ello. Poco después de nacer nosotros, en 1972, el Club de Roma publicaba Los Límites del Crecimiento; era la primera vez que se planteaba que no podemos seguir creciendo de forma ilimitada. Nacemos en un momento en que comienza a aparecer en el mundo la conciencia de que estamos superando los límites… Y en estos 50 años, sobre todo en los últimos años, hemos logrado crear una arquitectura legal internacional para proteger el planeta; el año 2015 fue determinante, con la aprobación de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) de Naciones Unidas y el Acuerdo de París sobre cambio climático. Tenemos una cierta armazón legal y, además, y esto es para mí lo más importante, se ha tejido una red enorme de gente trabajando en todo el mundo, con diferentes enfoques, en la defensa del medioambiente. Mires para donde mires, desde la lucha de un pueblo inuit a la de comunidades indígenas en las selvas del Congo; desde plataformas anti-fracking en el Norte de Burgos a asociaciones de padres y madres por una comida más ecológica en los comedores escolares; siempre verás, en cualquier parte, a gente organizándose en diferentes formatos, librando una miríada de batallas para cambiar el rumbo. Y yo tengo la impresión de que algunas cosas están realmente empezando a cambiar.

¿Por ejemplo?

Por ejemplo, el modelo energético. El hecho de que por primera vez los grandes inversores de todo el mundo estén empezando a redirigir sus flujos financieros hacia energías renovables hay que verlo como el fruto de una presión social enorme y una visión de que el futuro va por otro lado, que el modelo va en otra dirección; queda mucho, pero creo que ahí va a haber cambios muy rápidos. Creo que en el tema climático y energético algo se está moviendo; hay mucha concienciación y mucho que ganar en lo económico al que se posicione en la dirección correcta. Pero donde yo veo los grandes desafíos es en la pérdida de biodiversidad; ahí los políticos aún no han llegado a entender la relación de los ecosistemas con nuestra vida, ahí hay un vacío muy grande; y eso implica un cambio de modelo aun más difícil que el energético, porque todos los aspectos de nuestra vida afectan a la biodiversidad.

Un tema además complejo de trasladar, de explicar, al gran público, ¿no? Porque en cambio climático, quieras o no, las olas de calor y el drama de los incendios ayudan a que a la gente le entre en la cabeza.

Sí, muy complejo… Hay cosas que han ayudado mucho al cambio de conciencia. Como tú dices, las olas de calor y los incendios en cuanto al clima… Y ahí tenemos el plástico… Algo con lo que la concienciación de la gente ha dado un vuelco muy rápidamente, casi de la noche a la mañana, pero es que es un problema muy visual, porque la gente de repente se ve viviendo en un basurero, y esa imagen impacta mucho. Sin embargo, la pérdida de biodiversidad es un problema enorme y no lo sabemos explicar. Por ejemplo, en Europa hay sitios donde se ha perdido el 80% de los insectos, hay una auténtica hecatombe, de anfibios, reptiles, vertebrados… Estamos vaciando el planeta, nos estamos quedando solos. Y no es un tema meramente estético ni ético, sino que toda esa biodiversidad es la que hace que funcionen los ecosistemas, la que hace que funcione el planeta, todo el sistema donde vivimos, incluidas el agua y la economía. Está sucediendo a una velocidad brutal, y los ecologistas aún no hemos sido capaces de hacerlo entender, no hemos dado con la manera de transmitirlo.

Hace falta un cambio del modelo energético, sí, pero también del modelo alimentario. Hace falta una revolución; porque detrás del modelo de alimentación está la mayor parte de la pérdida de biodiversidad. Detrás de la pérdida de los bosques tropicales está la producción masiva de soja para el engorde de cerdos y de aceite de palma para biocombustibles y para la alimentación. Aquí en España hemos pasado de que la agricultura era el aliado de la biodiversidad a convertirse en una auténtica bomba de neutrones.

Agricultura industrial…

Eso es, se ha transformado en una industria. Y la nueva PAC (Política Agrícola Común, de la UE) que se está discutiendo ahora en Bruselas es más de lo mismo, es ahondar en eso, aparte de que es una bomba de neutrones ambiental y social, pues dirige los fondos hacia quienes tienen más tierra, más recursos, y en realidad los que hacen el modelo más sostenible son los que menos ayudas reciben.

En la concienciación sobre consumo energético, vosotros disteis en la diana con vuestra ‘Hora del Planeta’, la gran campaña mundial para apagar la luz durante una hora, premiada además por Ecovidrio en 2015 por su impacto ciudadano.

Sí, es un guiño, un gesto, para hacer visible que aquí tenemos un problema real y que todo el mundo puede actuar. Ten en cuenta que nosotros lanzamos La Hora del Planeta en un momento en que la sociedad aún no tenía asimilado el cambio climático como algo real. La lanzamos en 2007. Empezó por la desesperación de que no se hacía nada, que no lográbamos avanzar y todo estaba bloqueado. Es una de esas campañas de concienciación que parecen de bajo impacto, pero que a la larga son de gran calado. Una campaña con la que vamos a seguir, aunque dándole más enfoques, no sólo el del cambio climático, sino que se trata de aprovechar esa capacidad de movilización un día al año para hablar también por ejemplo de biodiversidad.

En ese reto de la pérdida de biodiversidad y de la alimentación, los animalistas podrían ser vuestros aliados en esa concienciación; y, sin embargo, a menudo chocáis ecologistas y animalistas.

Yo soy también muy animalista, porque en lo personal coincido mucho con esa visión. Creo que hay varias revoluciones pendientes en la sociedad, y una de ellas es nuestra relación con los animales, con los animales como individuos, como seres a los que explotamos sin piedad. A mí el discurso animalista me parece muy valioso; aunque dentro de su discurso, como dentro del discurso ecologista, hay unas visiones más radicales que otras, que quieren ir más rápido en el cambio. Pero tenemos muchos puntos de confluencia, puntos comunes, que debemos saber aprovechar y compartir. Yo creo que desde el punto de vista ecologista hay que saber entender mucho mejor el punto de vista animalista. Creo que hay que hacer un esfuerzo por entender sus postulados. Es una revolución moral y ética, y es la que toca, hay que hacerla.

En alimentación, defendéis un consumo mucho más equilibrado, razonable y razonado, diversificando, consumiendo mucha menos carne, comprando productos de temporada, de cercanía, ecológicos, de agricultura y ganadería extensivas. Vuestro lema: “Producir alimentos sin devorar el planeta” 

Estamos absolutamente a favor de la ganadería extensiva y en contra del monstruo de las macro-granjas; cuanta menos carne se consuma, mejor para el planeta, apostando por modelos de cercanía, de sostenibilidad, de agricultura ecológica, y en contra también de muchas formas de caza que son claramente insostenibles, inhumanas e incluso ilegales. Hay un punto en que nos podemos encontrar con los animalistas, aunque también pueden surgir diferencias cuando hablas, por ejemplo, de la gestión del territorio y cómo conservar los hábitats del lince, o de las especies invasoras; ahí se vuelve más complejo. Haríamos mal en no entendernos.

Llevas 20 años como secretario general de WWF España. ¿Cómo se logra estar 20 años al frente y no quemarse ni quemar al equipo? ¿Cuál es el secreto para montar un equipo tan estable como el vuestro?

Pues mira, no lo sé… Sobre todo, hemos intentado hacer un equipo en que se combine gente muy veterana, muy buena en lo que hace, gente más mayor, con gente nueva; porque yo creo que tan malo es una organización anquilosada, toda con gente muy senior, como una organización con gente totalmente nueva. En el equilibrio está la clave.

Como en un bosque, ¿no? Son los bosques con diversidad de especies y edades los que mejor se defienden de plagas e incendios. Mucho mejor que los monocultivos de una sola especie y una sola edad…

Eso es, como en un bosque… Pero vivimos en un mundo en el que parece que toda la innovación tiene que pasar por los millennial, también en el mundo de la comunicación… Y yo creo que la clave está en el equilibro… Y luego yo tengo una cosa, que no sé si es buena o es mala, y es que yo soy un activista. Yo pienso 24 horas al día en conservación. Soy un pesado. (Risas). Me apasiona el activismo. Entonces, tienes un motor vital que te hace levantarte cada día por la mañana, resetearte y volver a echarle ilusión…

Salir de la cama diciendo ‘vamos p’allá’, dispuesto a la batalla día a día.

Eso es, vamos p’allá. Creo que eso es muy importante para motivar a tu equipo; tu equipo tiene que ver que tú te lo crees; yo por lo menos procuro liderar con el ejemplo, y haciendo de todo, dentro de las responsabilidad de cada uno, evidentemente, yo procuro que todo el mundo vea que no hay tarea pequeña y que esto es una trinchera para liderar una batalla, que es una oportunidad vital, un trabajo apasionante y precioso. Lo que tiene el trabajo de conservación en un sitio como España es que es muy vivo, aquí te exige activismo, posicionamiento continuo, dentro de tu estilo y tus parámetros.

De estos 20 años tuyos, dinos un logro que te haya generado una especial satisfacción personal.

Para mí, una de las cosas que como conservacionista más me ha gustado en este tiempo ha sido el salto que hemos dado en la protección en España del medio marino. Algo en lo que WWF ha estado muy implicada. Ver que España ha pasado de ser uno de los países más atrasados del mundo en protección marina a ser uno de los países líderes me parece un hito interesante, y que nosotros hemos perseguido desde el principio. Además, en lo personal, estoy contento del trabajo conjunto que hacemos con otros. Creo que eso ha sido una marca de la casa desde hace mucho tiempo, que nosotros somos uno más, creo que es muy importante la habilidad de trabajar en equipo. Yo valoro mucho las alianzas, y entre ellas, el trabajo que hacemos con otras organizaciones ecologistas, trabajar en plataformas y alianzas, crear estructuras que permanezcan. Y dentro de las alianzas, me siento especialmente orgulloso de las relaciones que tenemos con otras organizaciones ecologistas. Esto que todo el mundo ve como algo natural, es un trabajo de muchos años de engrase; en otros países de Europa las organizaciones se pelean por lo más tonto. Aquí ayuda que los líderes ecologistas con los que me entiendo son todos activistas, con un ego bajo y que están a lo que están. Con el tiempo hemos logrado que en cinco grandes organizaciones aparcamos nuestras diferencias, que a veces son muchas, y somos capaces de entendernos rápido, de encontrar el mínimo común denominador, lo que nos une, y tirar juntas hacia delante. Estoy muy orgulloso de ese proceso continuo de entendimiento, porque creo que eso nos hace más potentes cuando nos reunimos con la Administración, que es importante que vean cinco caras con cinco logotipos, muy diferentes, pero con una sola voz, actuando como un grupo.

Juan Carlos del Olmo lleva 20 años al frente de la organización WWF España. Foto: M. C.

Juan Carlos del Olmo lleva 20 años al frente de la organización WWF España. Foto: M. C.

Aprovechemos; pídele cuatro o cinco acciones urgentes a la nueva ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera.

Honestamente, creo que tenemos una oportunidad con la nueva ministra, porque es una persona que conoce muy bien el reto que tiene, lo conoce a nivel de partido, a nivel nacional e internacional, tenemos la oportunidad de avanzar en una agenda que estaba parada, o muy parada. Por supuesto, yo le pediría ese cambio en el modelo energético para que España sea líder en la lucha contra el cambio climático. Me consta que ahí ya se están haciendo esfuerzos, con toda la complejidad que conlleva. Pero también le pediría que de verdad se tome el mismo interés en la protección de la biodiversidad. Más allá de las palabras, que sea una auténtica prioridad, y eso quiere decir dedicar recursos, equipo, visión, tiempo… Y eso quiere decir cambiar las políticas de agricultura, del agua… No podemos acometer una transición ecológica como estamos diciendo solo con la parte energética, tiene que haber un cambio de verdad, la ecología no es solo una parte.

Tercera petición: me preocupan mucho los parques nacionales, que se encuentran en una deriva muy peligrosa de convertirse en grandes centros de macro-turismo con niveles de masificación que ya son importantes, como en el Teide, Guadarrama o en Picos de Europa, con dos millones de visitantes al año. Ahora que se cumplen los 100 años y todo el mundo está celebrando el éxito de la red, alertar de que están perdiendo su objetivo esencial, que es el de proteger nuestra biodiversidad. ¿Y qué está ocurriendo? Que con la marca de parque nacional se ponen al servicio del entorno como marcas de generación de turismo. Así que le pediría a la ministra vigilar que de verdad los parques nacionales mantienen su esencia; y que mantienen sus recursos, ya que en los últimos años se les ha descapitalizado mucho.

Y una petición más, la cuarta: el agua: Esto no puede seguir así. España necesita un cambio, un Pacto del Agua, pero un pacto para proteger sus ecosistemas, sus ríos; acabamos de recibir la sanción europea por deficiente depuración de aguas, y eso es algo vergonzoso en un país que se considera avanzado. Que nos preocupemos de construir más autopistas, más presas, más AVEs pero sigamos vertiendo directamente aguas residuales a la naturaleza, eso no es de un país avanzado. Hace falta cambiar por completo la gestión del agua y plantarle cara a la agricultura intensiva; porque está muy bien trasladar a los ciudadanos la responsabilidad de ahorrar agua, pero aquí donde se va el agua es a los regadíos. La mayor parte del agua de los ríos está comprometida para regadíos. Hay que plantar cara a ese modelo agrícola insostenible.

Mañana, 1 de agosto, llegamos este año a nuestro límite de consumo sostenible del planeta. Es el Día de la Sobrecapacidad de la Tierra. Explícanos qué es esto.

Sí, esa fecha cada año se va adelantando. El año pasado fue el 2 de agosto. Esto quiere decir que el 1 de agosto agotamos los recursos del planeta que se recuperan de manera natural, sostenible, para 2018. Para que nos entendamos: es como si tú tienes tu cuenta bancaria con la cantidad de dinero de la que puedes disponer para todo el año, y a 1 de agosto ya te lo has gastado todo, y a partir de ahí tienes que endeudarte. Son los límites razonables de consumir sin endeudarte. Ese análisis lo hemos trasladado con una serie de parámetros a la capacidad de recarga natural del planeta, por lo que consumimos, pescamos, comemos, la madera que gastamos, el agua que consumimos… Y resulta que a 1 de agosto ya hemos consumido los recursos que el planeta pone a nuestro servicio sin poner en peligro su capacidad de recarga, de regeneración. Consumimos más de lo que podemos, y necesitamos; es el gran problema. Ese sobreconsumo es lo que denunciamos con esta fecha

En paralelismo con las 3R de la gestión de residuos (reducir, reutilizar y reciclar), yo suelo referirme al consumo con las 3C: Consumo Con Conciencia.

Exactamente. Es la clave de todo. Me encanta lo de ver el carro de la compra como un carro de combate. El consumidor tiene que percatarse de su poder. El plástico está siendo muy buen ejemplo. Cómo rápidamente una sociedad más concienciada empieza a cambiar sus hábitos. Es un problema muy visual, aquí el trabajo de Greenpeace, de Ecologistas en Acción, de SEO con sus campañas de basuraleza, ha sido muy bueno. La sociedad ha visto el absurdo en que nos hemos metido, y lo está tratando a una velocidad increíble. Una sociedad en la que ha ido calando el mensaje y de forma muy rápida está de acuerdo en cambiar, porque ve el beneficio sin que suponga además mucho esfuerzo. Creo mucho en el poder del consumidor, y en darle a la gente resortes fáciles para actuar. El ejemplo de las bolsas de plástico es muy positivo y nos da muchas esperanzas, porque la gente reacciona y dice: ¡ostras!, pues igual estos ecologistas no están tan pirados.

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