Juan Valbuena y Roger Guaus en pleno complot fotográfico
La relación epistolar (que incluye cartas tradicionales, no sólo correos) entre los fotógrafos Juan Valbuena y Roger Guaus, sus interrogantes sobre la fotografía, sobre la imagen que proyectamos gracias a ella, sobre la impostura fotográfica o sobre las relaciones familiares, han dado cuerpo al proyecto ‘Contact, Complot, Combat’, penúltima entrega de los Encuentros Fotográficos Contemporáneos del Instituto Francés de Madrid.
Mesas y paredes exhiben textos, libros e imágenes que han utilizado en su intercambio de reflexiones.
Juan Valbuena (Madrid, 1973) es físico de formación, pero fotógrafo de profesión. Miembro fundador del colectivo NOPHOTO, combina las labores docentes en el Máster Internacional de Fotografía EFTI con la labor editorial en PHREE. Sus trabajos más representativos son La Ancha Frontera (1999-2009), Noray (PHREE, 2012), Salitre (2009-12), Un Lugar de La Mancha (iniciado en 2006) o el recién comenzado proyecto Anomalías.
Roger Guaus (Barcelona, 1972), formado en Ingeniería de Telecomunicaciones, fue miembro del desaparecido colectivo europeo SMOKE. En el año 2012 creó la editorial Ca l’Isidret Edicions con los fotógrafos Aleix Plademunt y Juan Diego Valera. Algunos trabajos destacados son Diario de un fotógrafo (2009-2010), Movimientos de Suelo (2011), El creyente (PES/01 Standard Illustrated Books, 2012), L’inassolible (Ca l’Isidret Edicions, 2012) y The Hub (2013).
¿Cómo surge esta exposición?
Juan: Nos conocíamos sin conocernos. Roger y yo sabíamos el uno del otro, habíamos pasado por sitios parecidos y teníamos referencias similares, pero hasta el pasado verano nunca habíamos coincidido en persona. Cuando nos proponen este encuentro, lanzamos una serie de ideas que al final no hicimos, y comenzamos una conversación por mail. La empecé yo basándome en una frase que le oí decir la única vez que lo vi y que decía que la intimidad está en otros sitios diferentes a los códigos que todo el mundo identifica como diario íntimo. De ahí salieron textos, nos lanzamos imágenes y fue fraguándose un material que en la exposición está más o menos organizado, aunque nuestra conversación iba dando saltos. La primera idea, y es con la que comienza la expo, es la intimidad y la primera persona en nuestra fotografía: qué enseñamos, qué pretendemos como fotógrafos cuando enseñamos fotos, cómo de inocentes somos…
Al ver la exposición parece que habláis sobre los diferentes puntos de vista que tenéis sobre la fotografía.
Roger: Sí. Es una exposición muy metafotográfica. Habla de fotografía básicamente, y de cómo nosotros la vivimos.
Juan: Pero tiene fotos, ja, ja.
Roger: El esqueleto de la exposición son los textos y a partir de ellos se ha construido todo lo demás.
¿Lo primero que buscáis son los elementos que tenéis en común?
Juan: Ya sabíamos qué teníamos en común. Lo que no sabíamos era lo que nos diferenciaba. Yo, para empezar a trabajar, necesito títulos. Yo escribí en mi carpeta del ordenador Contacto, Combate, Complot, porque intuía que sería nuestra manera de relacionarnos: unas partes más cercanas, más de contacto; unas partes más de combate, de diferencias de criterio, y otras más de complot, de hacer cosas juntos aunque no se esté de acuerdo. A mí el complot, el aliarse para trabajar aunque no se esté de acuerdo, me gusta mucho como concepto.
¿Ha cambiado mucho la imagen que teníais el uno del otro?
Roger: No, al final no ha habido grandes sorpresas. Aunque acabo de tener una gran sorpresa con el libro Salitre, un proyecto que Juan ha realizado con inmigrantes de un piso patera. Yo soy bastante escéptico con ese tipo de trabajos, no me interesan mucho. Pero al ver que es un trabajo hecho por los propios inmigrantes, me ha sorprendido. Pero, aparte de esto, conocíamos bastante las coordenadas en las que se movía el otro, básicamente porque la gente tiene webs.
Juan: Web y libros, yo tengo todos sus libros. Y él había visto los míos. Con estos encuentros te metes en la cabeza de alguien y comprendes más cómo genera su trabajo. Un fotógrafo enseña al público lo que cree que es lo mejor, pero hay toda la parte que no enseña, al igual que un iceberg. Yo he descubierto de Roger la parte sumergida que no había visto. Por ejemplo, sobre los diarios íntimos fotográficos; creíamos que eso era ver las pollas de los fotógrafos, pero nunca habíamos visto sus cuentas corrientes.
Roger: Es verdad que enseñas pocas cosas, y hay cosas que haces para ti. Hemos conocido lo que hay detrás del otro y conocemos mejor su trabajo.
¿Os atrevéis a describiros mutuamente como fotógrafos?
Roger: No. O sí, pero no voy a hacerlo, ja, ja.
Juan: Es muy difícil.
¿Y personalmente?
Juan: Personalmente puedo decir dos cosas de Roger.
Roger: Una buena y una mala.
Juan: No, je, je. Las dos buenas, pero enlazadas. Hay una brillantez crítica. Hay una puntería en su análisis. Es brillante y tiene un punto crítico que me gusta. Durante este tiempo he incorporado a Roger a mi cabeza, como un pepito grillo. Me he sentido acompañado durante estos meses. Pero esto es muy difícil de trasmitir en la expo. Por eso en un momento pedimos ayuda a los comisarios.
Roger: Sí, porque era imposible que diéramos orden, y necesitamos que nos ayudaran. De todas formas, con estas conversaciones creo que cada uno sigue en sus posiciones, pero que se han movido cosas. Yo, que soy muy prejuicioso en algunas ideas de fotografía, ahora voy a ser menos beligerante. Aunque yo siga con lo mío. no voy a ser tan categórico con el trabajo de los demás.
La expo está dividida en mesas. ¿Qué tiene cada una de ellas?
Roger: La primera, como apuntábamos antes, tiene la autoreferencialidad, habla de cómo utilizamos la fotografía para representarnos e investigar en nuestro entorno cercano. La segunda habla más de la intimidad, pero trata de hablar de la verdadera intimidad, no de la ficticia, que se puede generar porque hay un lenguaje que ya es conocido: fotografías de noche, de sexo, de perros muertos… y se crea una ficción de diario intimo. La tercera va sobre cómo utilizamos la fotografía y qué hacen los fotógrafos, si son o no moralistas. La cuarta trata sobre el viaje y el encuentro con el otro. Y la quinta versa sobre el uso de la fotografía para vivir. En estas dos estamos más distantes.
¿La primera mesa habla de cómo construimos un yo a través del reflejo social?
Roger: Habla de cómo nos definimos nosotros mismos como fotógrafos. Un fotógrafo quiere ser reconocido por el tipo de fotografías que hace. Por eso está mi foto de la rata muerta, o su fotografía del señor con el barco, porque son fotografías que nos identifican, bien porque otros lo han decidido o porque yo he decidido que los otros me identifiquen con esas fotos. Es una construcción. Después, en la mesa y en la pared se ven fotografías del álbum familiar, que es un elemento en su trabajo Un Lugar de la Mancha y en el mío L’inassolible. Aparecen dos autorretratos, que también son un elemento de nuestra obra. Y finalmente hay un diálogo sobre las fotos familiares. Nunca tuve el valor de pedirle un retrato a mi padre, cosa que Juan sí hizo. Sobre todo es nuestra relación con la fotografía y con nuestro entorno más cercano.
Juan: Es como marcar el territorio. Nuestro centro de gravedad está por aquí. Es mi familia fotográfica y mi familia de verdad.
Pero no son mundos separados, vuestro ambiente personal está reflejado en vuestras fotografías.
Roger: Bueno, depende. Según la construcción que yo haga de las fotografías, puedo dar a entender a otros que soy un tipo de persona que en realidad no soy.
¿Eso hace referencia a impostar una imagen a través de la fotografía? ¿Es eso de lo que tratáis en la segunda mesa?
Juan: Claro. El conocimiento de unos códigos te permite parecer un tipo masculino, imbatible en la noche.
Me recuerda un poco a la frase de que nadie es tan feo como en la foto del DNI ni tan guapo como en la de su Facebook. En las dos primeras mesas habláis de esas dos imágenes.
Juan: De hecho, hablamos de eso. La foto de FB es un intento de autorrepresentación.
Roger: Y las fotos de mi web para enseñar a los otros también son una autorrepresentación impostada. Toda esta parte tiene un punto autocrítico, para reconocer al menos que esto es así.
Empezáis declarando que frente al halo de verdad que tiene la fotografía, por muy íntimo que te pongas, alteras la realidad.
Roger: Construyes cosas que no son.
Juan: Por ejemplo, en esta segunda mesa se enseñan mis diarios de viaje. Aunque son para mí, la experiencia me demuestra que los acabo enseñando. La pregunta es: ¿modifica lo que uno escribe pensar que va a ser leído? En esta tierra de nadie es en la que nos hemos movido. Pero sin cinismo. Esto no es una nueva pose, no es una doble pirueta. No es una pose de autocrítica.
¿Que reflexiones han surgido sobre la presentación de la intimidad?
Roger: En la mesa hay un trabajo, que se llama Diarios de un fotógrafo y que está dividido en tres partes en las que me presento como fotógrafo. Una muestra las debilidades, donde reconozco con unas cuantas fotos mis debilidades orgánicas, como el acné que sufro, o la dependencia de ciertos medicamentos, que es algo que los fotógrafos, que siempre vamos vestidos de negro, ocultamos. Se trata de decir que tenemos vergüenzas como todo el mundo. La segunda trata de nuestros héroes, los que nos han influido: son fotografías de libros que han sido mis referentes. Muchas de las imágenes que están en esta exposición no son auténticamente nuestras, vienen de otros autores. Y la tercera es esta serie de palabras que son fotografías que ya no hace falta ni que veamos. Son fotos que hemos creado en nuestra mente, por ejemplo, perro con espuma y dientes salidos. También está mi diario intimo, con todas las páginas de mis libretas que he ido guardando toda mi vida. He hecho un libro de 700 páginas y aquí se puede ver lo que cobro, lo que pago de hipoteca… Más diario íntimo que esto no sé qué puede haber. Se trata de superar el diario íntimo que se ha creado en fotografía, y que no es más que una conducta estética donde se crean una serie de situaciones para hacer una narración con un lenguaje que todos conocemos y que tiene poco de íntimo.
¿La tercera mesa?
Juan: Trata sobre por qué hacemos las fotos y por qué y cómo las comunicamos, con qué intención, o si hay que simplificar el mensaje para que llegue a más gente; si hay que tomar posición superior frente a los temas y frente al otro; si se utiliza para mostrar tesis y mostrarlas fotográficamente y darle lecciones a los demás…
Roger: Me preocupa la tendencia que tenemos los fotógrafos de subirnos un escalón sobre los demás y sin mucho conocimiento de nada hacer un análisis de la sociedad como si fuéramos sociólogos o antropólogos, y emitir juicios sobre ella. Esto es algo que intento no hacer, pero muchos fotógrafos se sienten legitimados para hacerlo y creo que no es justo. Creo que no es justo que alguien con un conocimiento parcial de las cosas emita esos juicios y menos cuando estos trabajos tienen éxito, funcionan y crean opinión. Está la cuestión de si el fotógrafo debe crear opinión. Yo intento hacer la contra, trabajar para mí y hacer lo que me conmueve. Y si llega al espectador, fantástico, y si el espectador tiene el interés y los códigos para indagar y conmocionarse, perfecto. Pero la fotografía no va por ahí. Va por emitir mensajes que sean concretos, comprensibles y fáciles. Y esto no es bueno. En otros países lo tienen más resuelto, pero aquí parece que si no eres un buen comunicador, no eres un buen fotógrafo.
Juan: En esta mesa se ve un viaje con mi pareja por Chile que no pretendía comunicar, y otro que se llama Anomalías, un trabajo nuevo que se está gestando. En este espacio hablamos de cómo los fotógrafos gestionan el poder. Por ejemplo, en el trabajo Salitre, en el que los protagonistas cogen la cámara, comparto el poder con ellos.
Roger: Yo pongo algunas imágenes que están hechas por puro placer. Y las otras son fotos de mi mujer que no tienen ningún interés de comunicar, solo el placer de la fotografía.
Cuarta mesa: el viaje y los otros.
Juan: Los dos hemos sido residentes en una institución que había en Marsella y hemos puesto fotos de un supuesto viaje en común a ese lugar, fotos que nos recordaran esa ciudad. Además, buscamos correspondencias entre mi libro Noray, claramente de viaje, y su libro The Hub, que no es estrictamente de viaje. Aquí vimos nuestras diferencias, yo necesito el viaje y el acercarme al otro, y él defiende que no lo hace. Y reflexionamos sobre el viaje puro y el viaje al otro.
Roger: No es que no me interesen los otros, es que no tengo interés en usar la fotografía para explicar a los otros. Lo más cercano que encontré para ilustrar esto era mi interés por las mujeres. He utilizado la fotografía para conocer a mujeres y me ha dado experiencias con ellas. Un contrapunto de egoísmo. Mi relato de la exposición es un poco autocrítica.
La última mesa trata sobre la fotografía de encargo. ¿A qué se refiere?
Juan: Todo empezó por un ensayo que estaba leyendo de Nuccio Ordine, La utilidad de lo inútil; me di cuenta de que has adquirido una serie de habilidades que puedes cambiar por dinero y eso cambia las cosas. Le planteé a Roger cómo equilibraba los encargos con las fotos personales, y me dijo que él lo tenía resuelto, que él no se dedica a la fotografía profesionalmente. En la expo aparecen encargos, uno muy poco autoral como es un catálogo, pero aparece otro, un diario por encargo, que es la perversión total. También tengo encargos de retrato. Y aparecen mis mapas de decisiones, qué fotografías, donde, para quién, cómo exhibirlo…
Roger: Yo trabajo por cuenta ajena, por lo que no tengo que trabajar fotográficamente para otros. Por eso en esta zona de la expo he puesto tres fotos hechas durante el trabajo. Y luego, un autoencargo, la postal de Navidad que hice con mi mujer en 2011. Como contrapunto a la fotografía comercial, pongo una serie de raíces de árbol, que son fotos que hago cuando necesito disparar; fotografía por la fotografía, por puro deporte, por el placer de disparar, donde nadie me va a decir lo que tengo que hacer.
Saliéndonos de la exposición, ambos os dedicáis a la edición. ¿Cómo describiríais el panorama actual?
Juan: Hay un calentón. Han pasado tres cosas que han convertido el fotolibro en un medio de comunicación muy útil para los fotógrafos. La primera es que se ha creado un canon: alguien, de quien te fías, ha dicho que los libros son importantes y luego ha hecho una lista. El siguiente factor es el cambio tecnológico: es posible hacerse un libro por poco dinero. Controlando un poco de diseño te lo haces. Y el tercer factor es que el libro ha enganchado con una necesidad que tienen los fotógrafos, que es cerrar las cosas. El libro es el único soporte cien por cien irreversible: lo haces, lo pagas, lo enlomas y nada más terminarlo, te arrepientes. Pero está cerrado y eso relaja mucho. A todo esto hay que sumar el factor español que ha generado un calentón, porque hay libros españoles que han tenido mucho éxito fuera y eso ha creado un efecto de emulación. Pero creo que el calentón bajará, y tiene que bajar, no así los otros elementos.
¿Se ha producido algún tipo de mejora o innovación en la fotografía española gracias al fotolibro? ¿Es un boom de formato o fotográfico?
Roger: No lo sé. Es que a mí el fotolibro no me interesa. Tengo una editorial entre tres fotógrafos para difundir nuestros trabajos. Nuestra máxima aspiración es poder hacer libros con lo que vendemos de los otros libros. Nos sale más rentable y lo ve más gente si lo hacemos como libro que si lo hacemos como exposición y solo nos publicamos a nosotros mismos. El boom nos ha empujado a todos, pero no es algo que me interese mucho. No creo que hayan mejorado los trabajos, sólo los comunica.
Juan: Te los pone en casa. Pero la comunidad fotográfica es pequeña, y la del fotolibro es aún más pequeña. Esto afecta a 500 o 1.000 personas en España. Hay que dar la dimensión correcta a este fenómeno.
Roger: Además, el mundo del fotolibro no trasciende, es decir, se queda entre fotógrafos. Nos vendemos los libros los unos a los otros. Y hay muy pocos que salgan de la burbuja y lleguen al mundo exterior. Hacemos libros y fotos para fotógrafos. No sé si tiene sentido ni si hay que cambiarlo, pero es lo que hay.
Juan: Mi editorial sí es para hacer libros de otros, porque me gusta el proceso, ver el trabajo de los demás, me gusta hacer libros. Y nos movemos en la fotografía documental. Pero hemos hecho un ensayo con la FNAC; Phree se vende allí y vemos que las ventas en tiendas no especializadas son ridículas. El gran público no compra libros de fotografía en grandes almacenes, excepto The Pigs, que además se apoyaba en una expo en la propia FNAC. Emitimos en frecuencia corta para gente con ciertos códigos y ciertos gustos. Nos parece que es la leche, nos lo están diciendo desde fuera. El factor Martin Parr es clave; se puede saber cuándo un libro hace el click y tiene éxito y es cuando lo señala Parr. Reflexionemos sobre por qué se señalan unos libros y qué se espera de nosotros. Algunos fotógrafos están obteniendo encargos gracias a los fotolibros. Pero también se están haciendo fotolibros muy malos. Pero es como en el mercado literario, donde hay de todo, y a mayor cantidad…
Roger: Es que no estamos normalizados. En literatura tienes novela, ensayo, poesía. En fotografía, en lugar de géneros, tienes un todo que todo cabe. Lo que la define es el medio.
¿Cuáles son los próximos proyectos?
Juan: Estoy preparando el libro de Salitre, en realidad es una caja con 13 libros. Es el proyecto que hice en Lavapiés en los 50 m² de un piso patera durante bastantes años y saldrá después del verano. Y continúo con el que versa sobre mi familia y el que está empezando que se llama Anomalías. Los encargos han bajado, por una cuestión de tiempo. Y sigo en lo editorial y en formación.
Roger: Presentamos ahora en París una exposición con Ca l’Isidret Edicions, la editorial que tengo con Alex Plademunt y Juan Diego Valera, con publicación incluida de una reinterpretación de Movimientos de Suelo, un libro que ya sacamos hace tres años sobre un viaje que hicimos a Argentina.
‘1+1=12. Encuentros de Fotografía Contemporánea en el Instituto Francés de Madrid’. Comisarios del proyecto: Érika Goyarrola y Nicolás Combarro.
Calendario de exposiciones:
Collaje, de Cristina De Middel y Ricardo Cases: 4 a 14 de marzo.
LÁSER, de Iñaki Domingo y Alejandro Marote: 20 a 28 de marzo.
Horizon, de Jon Cazenave y Julián Barón: 2 a 16 de abril.
Porno Miseria, de Fosi Vegue y Óscar Monzón: 24 de abril a 9 de mayo.
Contact, Complot, Combat de Juan Valbuena y Roger Guaus: 14 a 23 de mayo.
GIGANTE, de Antonio Xoubanova y Aleix Plademunt: 28 de mayo a 6 de junio.
Horarios y direcciones:
Charlas: el día de cada exposición a las 19:30. Institut Français. Espacio Prosper Mérimée (Mediateca). Calle del Marqués de la Ensenada, 12, Madrid. Inauguración de exposiciones a las 20:30. Galerie du 10, Consulado de Francia. Calle del Marqués de la Ensenada, 12, Madrid. Horario de la sala: De lunes a viernes, de 10.00 a 20.00 h. Sábados
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