Los ordenadores lo han cambiado todo: de Ada Lovelace a MareNostrum 5

Superordenador MareNostrum 5 en Barcelona. Foto: © BSC-CNS

Hace unas semanas se presentaba en Barcelona el superordenador MareNostrum 5, diseñado para lograr avances en medicina, cambio climático e inteligencia artificial. Alojado en el Centro de Supercomputación de Barcelona, ocupa el equivalente a tres pistas de tenis y tiene un rendimiento máximo de 314 petaflops, o lo que es lo mismo, 314 billones de cálculos por segundo. Imposible meter algo así en casa: esa capacidad de cálculo equivale a 380.000 ordenadores de gama media-alta. Sin embargo, sí podemos meter algunos tan pequeños que caben en la mano o en un bolsillo. Ambos tipos de ordenador nos llevan a repasar su evolución, sus ventas, los flujos de sus residuos y una historia que comenzó en 1845, con Ada Lovelace.

Dos personas no debidamente reconocidas en su tiempo están en la base de lo que ahora es un superordenador como MareNostrum 5 o una pequeña CPU (siglas en inglés de unidad central de procesamiento) como las de los fabricantes Chuwi o Geekom, que casi se confunden con el ratón cuando las pones sobre el escritorio. La matemática Ada Lovelace, gracias al trabajo conjunto con otro matemático, Charles Babbage, desarrolló el primer algoritmo informático, algo así como el primer software de la historia. Corría el año 1845. Casi un siglo después, en 1936, Alan Turing, que acabó condenado al ostracismo por ser homosexual, presentaba su máquina (la máquina de Turing), precursora de la informática moderna. Las bases del funcionamiento de las CPU estaban puestas.

El trabajo de este matemático, Alan Turing, y de un ingeniero, Thomas Flowers, como descifradores de códigos del ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial llevó al Reino Unido al diseño y fabricación de uno de los primeros ordenadores. Colossus Mark I, que entró en funcionamiento en enero de 1944, medía 2,25 metros de alto, 3 de largo y 1.20 de ancho y contenía 1.500 válvulas de vacío. Meses después, en agosto, se presentaba en Estados Unidos el Harvard Mark I, de dimensiones similares, cinco toneladas de peso y 800 kilómetros de cables en su interior.

Otro de los primeros ordenadores, también en Estados Unidos, fue el ENIAC, acrónimo de Electronic Numerical Integrator And Computer. Presentado en febrero de 1946, pesaba 27 toneladas y contaba con 17.500 válvulas de vacío, 70.000 resistencias y 10.000 condensadores. Tenía una capacidad de cálculo de 5.000 sumas y 300 multiplicaciones por segundo, espectacular para la época, pero que queda sobrepasado frente a los 314 billones de cálculos por segundo del MareNostrum 5, uno de los 20 superordenadores de mayor capacidad en todo el mundo que existen hoy en día.

Ada Lovelace, considerada la madre de la programación.

Programadoras e ingenieros a reivindicar

El portal mujeresconciencia.com recuerda que, aunque la fama en el diseño del ENIAC, el primer ordenador plenamente comercial controlado mediante instrucciones introducidas por teclado, se la llevaron los ingenieros John W. Mauchly y John Presper Eckert, fueron seis mujeres las que lo programaron: Betty Snyder Holberton, Jean Jennings Bartik, Kathleen McNulty Mauchly Antonelli, Marlyn Wescoff Meltzer, Ruth Lichterman Teitelbaum y Frances Bilas Spence. “Las chicas del ENIAC desarrollaron las bases de la programación de los ordenadores: crearon la primera biblioteca de rutinas y las primeras aplicaciones de software. En 1997 fueron incluidas en el Women in Technology International Hall of Fame” explican en mujeresconciencia.com.

Varios historiadores de la evolución de la informática ponen también el foco reivindicativo en el ingeniero alemán Konrad Zuse. Alexander Plieshakov, diseñador gráfico en info-computer.com, escribe en este portal que “el Z1 fue creado por Konrad Zuse en el salón de casa de sus padres, entre 1936 y 1938. Se considera que es el primer ordenador binario programable electromecánico. Y también el primer computador moderno realmente funcional”.

Ordenadores de mesa: de 25 a 2 kilos

Recuperamos a las programadoras Snyder Holberton y Jennings Bartik porque vuelven a aparecer junto a Mauchly y Presper Eckert en el siguiente gran ordenador comercial presentado en 1951, el Univac. Pesaba 13 toneladas y funcionaba a la velocidad de 2,25 MHz. Setenta años después, este peso y prestaciones palidecen frente a los 2 kilos y los 2,70 GHz (mil veces más rápido) de cualquier ordenador personal que tenemos ahora sobre nuestros escritorios. Para hacer justicia a esos primeros mastodontes de la informática habría que comparar nuestros actuales de mesa o portátiles con las primeras computadoras personales que comenzaron a comercializarse. Es el caso del IBM 5100 de 1975, que pesaba 25 kilos y utilizaba un procesador de 1,9 MHz.

Al igual que el IBM 5100, el Programma 101 de Olivetti, HP 9100A de Hewlett Packard, Intel 4004 de Intel y Kenbak-1 de Kenbak Corporation, desarrollados entre los años 60 y 70 del pasado siglo, también están considerados pioneros de un mercado de ordenadores personales que hoy en día vende más de 250 millones de unidades al año. Se trata de un mercado a la baja. Según datos de la consultora International Data Corporation (IDC), los tres primeros trimestres de este año 2023 han presentado cifras de venta por debajo de los mismos períodos de 2022, aunque con una perspectiva de mejora de cara a 2024.

Durante la última década se tocó techo en 2021, con una venta de 341 millones de unidades, una cifra engañosa si se compara con la tendencia mostrada desde 2015, que estaba en torno a los 250 millones y en ligero descenso. En 2020 ya se disparó hasta los 297 millones, y todo parece indicar que se trató de un repunte momentáneo por el vuelco hacia el teletrabajo derivado de la pandemia por covid-19. En 2022 las cifras bajaron a los 285 millones, y en 2023, según la tendencia observada por IDC, se espera que vuelva a cifras de 250 millones.

Foto: Pixabay.

Ordenadores de mesa a la baja, portátiles al alza

El portal Statista aporta una información añadida de relieve: “El porcentaje de viviendas que contaba con ordenadores personales de sobremesa en España entre 2007 y 2022 no ha parado de descender desde 2008, año en el cual un 44,6% de los hogares estaba dotado de al menos uno. A fecha de 2022, menos de un cuarto de los hogares del país (23,4%) estaba equipado con este tipo de computadores. Este valor representa un descenso en más de 19 puntos porcentuales respecto a 2008”. La curva es inversamente proporcional en el caso de los portátiles, con más del 56% de los hogares españoles dotado al menos con uno en 2022.

Tras la historia de los ordenadores, el reconocimiento a personas pioneras en este ámbito y conocer las cifras de venta anuales, resta incidir en el adecuado y efectivo tratamiento de los millones de toneladas de residuos anuales en los que se convierten estas computadoras y sus accesorios al final de su vida útil. Es cierto que las que entran ahora en el mercado son significativamente más pequeñas en volumen y peso, pero muchas de las que se desechan en la actualidad, incluidos monitores, están entre las más grandes.

Resistirse a la obsolescencia simbólica

El peso de lo que desechamos puede variar entre los 2 kilos de las nuevas CPU, los 12 de las antiguas y los entre 2 y 3 de los actuales portátiles, con modelos ligeros de estos últimos –ultrabooks los llaman– de apenas 1,2 kilos. A todo ello hay que sumarle monitores, teclados y ratones a las de sobremesa. Para empezar, como ocurre con los teléfonos móviles, desechamos aparatos a demasiada velocidad. Un buen mantenimiento y limpieza, con el recambio de algunos componentes, y no dejar el ordenador continuamente encendido para evitar problemas de sobrecarga o sobrecalentamiento, ayuda en la prolongación de su vida útil.

Jordi García, responsable para la península Ibérica de Kingston Technology, líder mundial de productos de memoria y soluciones tecnológicas, comentaba hace poco en una entrevista en Gráffica: “En términos generales, un ordenador de sobremesa se considera de media obsoleto tras el paso de 5 años, mientras que en el caso de los portátiles este tiempo se ve reducido a unos 3 años. Sin embargo, estas cifras no son verdaderamente representativas de la vida real del equipo en sí, sino de su utilidad”.

Algo trascendental, primero, es no dejarse impresionar por la obsolescencia simbólica, es decir, aquella orquestada por los fabricantes para hacernos cambiar constantemente de ordenador hacia lo último y lo más rápido. Es importante conocer primero las necesidades que buscas cubrir con tu equipo y, a partir de ahí, conseguir el que mejor las satisfaga. García añade: “Gracias al creciente interés en la personalización de equipos, hoy en día la gran mayoría de dispositivos cuenta con un diseño modular que permite un fácil acceso para el reemplazo de componentes clave. Ofrece la posibilidad no sólo de optimizar y maximizar el rendimiento, sino un ahorro frente a la renovación completa”.

A ti no te sirve, pero a otra persona quizá sí

Pero llega el día en que los problemas e insuficiencias del ordenador nos sobrepasan. Aparte de acudir al servicio técnico están los repair café, que ya han aparecido por esta sección en más de una ocasión. Se trata de una manera participativa y comunitaria de arreglar un variado elenco de aparatos eléctricos y electrónicos. Si aún así no está estropeado, pero ya resulta imposible sacarle la utilidad y el rendimiento que necesitamos y toca darle de baja, hay que ofrecerle una segunda oportunidad y mantenerlo en activo a través de donaciones a amistades, ONG, instituciones o redes de economía social y solidaria, como la Asociación Española de Recuperadores de Economía Social y Solidaria.

Estas redes son las ideales para darles una segunda vida, incluso si no funcionan pero se pueden reparar o reutilizar todos o algunos de sus componentes. Otras opciones sostenibles son llevarlo al lugar de venta donde adquiramos el nuevo –incluida la obligada recogida por parte del servicio de venta on line – o a un punto limpio. Nada de dejarlo abandonado en la calle o entre contenedores, que ya hablamos también de los riesgos de su canibalización. Muchos de los metales y sustancias que contienen los ordenadores (plástico, hierro, cerámica, magnesio, arsénico, galio, fósforo, boro, plata, oro, cobre, estaño…) siguen teniendo un importante valor como materias primas, pero algunos también un potencial tóxico y contaminante importante.

 

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