Los pinos también son de aquí

Pinar de Valsaín, considerado uno de los mejores de la Península Ibérica, creciendo sobre un manto de helechos.

No son autóctonos, son invasores, favorecen los incendios forestales, acidifican el suelo, reducen la biodiversidad, extienden las plagas…Durante muchos años, los pinos han sido acusados de todo tipo de males relacionados con nuestros bosques. Algunas de las personas expertas consultadas para este reportaje consideran que, con menor intensidad, aún pervive esa mala fama, esa estigmatización, a la que hemos contribuido periodistas, ecologistas, educadores, científicos… Pero todo esto salta en pedazos cuando se advierte que en España hay siete especies de pinos autóctonos, alguno de presencia más antigua que especies frondosas de ‘buena prensa’, que contribuyen a fijar suelo y población, y que uno de ellos, el pino carrasco, el más mediterráneo de todos, es capaz de absorber diez veces más CO2 que un alcornoque y, posiblemente, sea el árbol que mejor resista al cambio climático en la península ibérica.

En 2007, Manuel Enrique Figueroa y Susana Redondo, del departamento de Biología Vegetal y Ecología de la Universidad de Sevilla, publicaron el estudio Sumideros naturales de CO2. En él, dos especies de árboles aparecían muy por encima del resto en cuanto a la capacidad de absorción de CO2. Los dos eran pinos: el pino carrasco, con 49 toneladas de CO2 al año, y el pino piñonero, con 27 toneladas. El tercero es una especie exótica plantada en parques y jardines, la melia o cinamomo (6 toneladas) y el cuarto y el quinto otras dos especies muy mediterráneas: encina (5 toneladas) y alcornoque (4,5 toneladas).

Parece ser que esta constatación sigue siendo insuficiente para mostrar la valía de los pinos. “En 2017, tras un incendio en Xátiva (Valencia) en el que se quemó principalmente un pinar, los técnicos encargados de la restauración del terreno incendiado decidieron cortar brotes de pino y plantar acebuches y algarrobos. Y el algarrobo sí que es foráneo”. Luis Gil, catedrático en el Departamento de Sistemas y Recursos Naturales de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), recuerda de esta manera que en fechas muy recientes pervive la ojeriza hacia los pinos. Es una de las personas que con más ahínco se dedica en España a demostrar su autoctonía y a refutar su mala fama. El título de su discurso de entrada como miembro de la Real Academia de Ingeniería es elocuente (Pinares y rodenales, la diversidad que no se ve), y su contenido todo un referente en la defensa patrimonial de los pinos.

Para la elaboración de este reportaje han aportado su valoración, aparte de Luis Gil, ocho personas más de muy diferentes ámbitos (ciencia, administración, periodismo, forestal, producción, ecologista…), que además se han animado a realizar una lista con los pinares de España que consideran más valiosos, repartidos tanto por la península como por los archipiélagos, y que aparece al final de este texto. Para un periodista supone un enorme reto condensar ocho entrevistas de contenido tan denso y jugoso en un espacio reducido. Lo vamos a intentar.

Bosque de pino laricio o salgareno en Cañizares. Foto: Javier Rico.

El árbol que mejor va a resistir al cambio climático

Jordi Vayreda es investigador en el Centre de Recerca Ecològica i Aplicacions Forestals (CREAF) de Cataluña y asegura: “El pino carrasco va a resistir el cambio climático mejor que cualquier otra especie, mejor que la encina incluso, y hay que apostar por él porque nos va la vida. Hay que mantener una cubierta vegetal que frene la erosión, que proteja el suelo, y esto el pino carrasco lo cumple con creces. Es el menos afectado por defoliación y mortalidad. En período de sequías muy extremas aguanta bien. En muchas partes de España, si no hubiera pinos, no habría nada”. Es decir, todo un portento a tener en cuenta cuando se habla de restauración y repoblación forestal. Vayreda reconoce: “La percepción de los pinos ha mejorado, pero hubo un tiempo que eran las especies a erradicar”.

En España crecen siete especies de pinos autóctonos. Conviene citarlos también con su nombre científico, porque algunos tienen una amplia variedad de nombres comunes (amplísima si incluimos los vernáculos y de otras lenguas aparte del castellano) que pueden confundir: Pinus uncinata (pino negro), P. halepensis (pino carrasco, de Alepo o blanquillo), P. sylvestris (silvestre, albar, de Valsaín o rojo), P. nigra (laricio, salgareño, pudio, negral, blanco o rodeno), P. pinaster (resinero, marítimo, negral o rodeno), P. pinea (piñonero, doncel, manso o real) y P. canariensis (pino canario).

Pinos “franquistas”

“El pino carrasco asociado a la maquia mediterránea es uno de los mejores exponentes de nuestros bosques”. Simón Cortés, portavoz de la Asociación para la Recuperación del Bosque Autóctono (ARBA), continúa demostrando la valía de uno de los pinos autóctonos, y reconoce que las encinas han sido las más potenciadas, incluso en las repoblaciones emprendidas por esta ONG, “pero los pinos son los más rústicos y duros”. Sin embargo, cuando buscas en internet la composición botánica de la maquia o maquis mediterráneo, siempre aparecen en los primeros lugares alcornoques, madroños, encinas, algarrobos, acebuches…, rara vez pino carrasco. Incluso a veces se pone por delante a otras coníferas, como enebros y sabinas. Como si se quisiera relegar al carrasco por su condición de pino.

Volviendo a ARBA, el grupo local de Cartagena reconoce en una de sus entradas al blog que “existe en el mundo ecologista y medioambientalista una cierta mala prensa sobre las diferentes especies de pinos ibéricos. Son acusados de propiciar incendios, reducir la biodiversidad, acidificar el suelo, convertirse casi en una plaga, e incluso, a veces, son calificados de franquistas”. Simón Cortés puntualiza: “El rechazo fue más a las políticas forestales del antiguo Icona y a las repoblaciones con una sola especie y con métodos muy agresivos, como aterrazamientos”. Y apunta otra cuestión, la imagen: “Estamos más acostumbrados a valorar los frondosos bosques atlánticos o centroeuropeos por su espectacularidad”.

Ejemplares de pino canario ‘renaciendo’ en la isla de El Hierro.

No solo capta agua la laurisilva en Canarias

“En Canarias no creo que el pinar haya tenido mala fama en general, aunque sí se valora más el bosque de laurisilva o de fayal-brezal, imagino que por su singularidad y porque se asocia a unas condiciones de mayor riqueza biológica o a los beneficios que dan siempre los grandes bosques húmedos». Isabel Santana, doctora en Biología del Jardín Botánico Canario Viera y Clavijo, reconoce algo que se vive casi a diario en las visitas con inquietudes naturalistas a islas como La Palma, La Gomera, Tenerife o Gran Canaria: la preferencia de los paseos entre el bosque de laurisilva sobre los de pino canario.

Esa preferencia no hace justicia con los valores que aporta el pino canario a la biodiversidad y el clima de las islas. “Este pinar se valora especialmente por su capacidad de resistencia y rebrote tras los incendios forestales, pero más importante aún es que es una de las formaciones que más agua capta de las nubes de los vientos alisios (a través de la llamada lluvia horizontal), con lo que contribuyen enormemente al enriquecimiento de los acuíferos”. Santana cita, entre otros, trabajos como los de Eduardo López, José María Climent y Gregorio Montero, del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA): Selvicultura de pinus canariensis. Y así lo refrendan: “A pesar de la idea muy extendida de que el agua que se usa en Canarias procede sobre todo de las zonas de laurisilva y monteverde, las masas de pino canario expuestas a los vientos alisios son capaces de captar importantes cantidades del agua que transportan, incrementando así el aporte total al ciclo hidrológico”.

Pinos, los que más se cortan

“Pino canario de la Caldera de Taburiente, en La Palma”. Este el primer bosque que elige entre sus preferidos Guillermo Fernández, de la Subdirección General de Política Forestal y Lucha contra la Desertificación del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD). En su opinión, “los pinos y los pinares que conforman han superado la mala fama, porque se conoce mejor por los naturalistas la ecología de estas especies colonizadoras de terrenos degradados, pero también de sus valores ambientales en zonas semi-áridas y de montaña”. Fernández añade otro aspecto de interés que en ocasiones han potenciado la mala fama, su explotación comercial: “En ciertas zonas de Galicia y otras comunidades autónomas del Cantábrico, por su buen crecimiento, pueden ser objeto de cultivo forestal para producir madera, material muy importante para lograr una economía baja en carbono”.

Una de las razones del rechazo a los pinos es esa asociación con su explotación comercial, verles como cultivo ajenos a su valor como bosque y su biodiversidad. Si exceptuamos al eucalipto (6,8 millones de metros cúbicos), los pinos son la clave de las cortas dentro del aprovechamiento forestal en España. Según el Anuario de Estadística Forestal 2021 del MITERD, las cortas totales de ese año correspondieron a 4,6 millones de metros cúbicos con corteza para un pino foráneo (Pinus radiata: pino insigne, de Monterrey o de California), 2,9 millones para el pino resinero, 1,4 millones para el silvestre y 0,5 millones para el laricio o salgareño.

Extracción de resina en bosques en Tierra de Pinares, Segovia. Foto: Javier Rico.

La construcción pone en valor de nuevo a los pinos

Francisco Dans del Valle, propietario forestal en Galicia y miembro de la junta directiva de la Confederación de Organizaciones de Selvicultores de España (COSE), entiende que la mala fama va por zonas: “En unos sitios se valora que es autóctono y en otros se le denosta. Si en Madrid y Segovia se les pregunta por sus bosques de la sierra de pino silvestre se nota que los valoran, pero en otras los pinos enseguida aparecen asociados al riesgo de incendios”. Y aquí vuelve la asociación con la dictadura pasada: “También tiene que ver que fue el árbol más utilizado durante las repoblaciones franquistas”. En Galicia tiene claro que “el pino forma parte de nuestro entorno social, económico y medioambiental”, como lo expresa en otras asociaciones que representa: Asociación Forestal de Galicia y Fundación Arume.

Recuerda Dans del Valle: “En Galicia concentramos el 30-40% de las cortas de madera de pino de toda España”. El pino que crece en Galicia principalmente es el resinero o marítimo, que aquí recibe también los nombres de pino gallego o piñeiro do país. Aunque los incendios, sequías, plagas y los bajos precios de la madera se lo han hecho y hacen pasar mal al sector, “la cosa ha empezado a cambiar porque se vislumbra una fuerte demanda de madera de coníferas, sobre todo desde el sector de la construcción, hacia algo más sostenible y con más fijación de CO2”, afirma el vicepresidente de la Fundación Arume. El uso de madera certificada influye positivamente en esta revitalización.

Se les debería hacer un homenaje

Ismael Muñoz, periodista y director técnico de la revista Foresta, editada por el Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales y Graduados en Ingeniería Forestal y del Medio Natural, es otra de las personas que pone de relieve la importancia del aprovechamiento comercial de los pinares: madera, resina, setas, biomasa, piñones, miel… “Facilitan rentas y trabajo en un medio muy necesitado de estas aportaciones, el rural”, apunta Muñoz tras enumerar otras cualidades de los pinares: “Fijan suelo evitando erosión y pérdida de tierra fértil; protegen a las poblaciones de riadas; evitan la colmatación de embalses; facilitan la regulación hídrica en las cabeceras de cuenca; crean bosques fantásticos que son refugio de biodiversidad, y fijan carbono frente al cambio climático”.

Para este periodista experto en temas forestales, “con los pinos se ha tenido un comportamiento casi racista. Prácticamente no ha quedado ninguna desgracia natural de la que se les culpara y, sin embargo, el país debería hacerles un homenaje como especie. Son poco o casi nada exigentes para germinar y crecer, capaces de desarrollarse en lugares donde otras especies más señoritas no se atreven ni a acercarse, lo que ha permitido crear las condiciones naturales para que después puedan vivir estas especies más exigentes”.

El carácter mixto de los bosques españoles es uno de sus principales valores. Según uno de los trabajos presentados al 7º Congreso Forestal Español, aproximadamente el 27% de la superficie forestal calificada como bosques naturales en los Mapas Forestales Españoles se corresponde con bosques mixtos donde no existe una clara dominancia (mayor del 70% de ocupación) de una única especie. En 13 de los 34 bosques mixtos reseñados hay pinos. Según datos extraídos de otros anuarios de estadística forestal, los pinares de pino carrasco, con 2 millones de hectáreas, es la tercera formación forestal más extensa tras las dehesas (2,7 millones de hectáreas) y los encinares (2,6 millones). Eso sí, en metros cúbicos con corteza aparecen tres pinos en lo alto de la lista: resinero (153,6 millones de metros cúbicos), silvestre (153,2) y carrasco (83).

Más gestión forestal para mejorar la imagen del pino

Mala política forestal y escasa gestión forestal. He aquí dos males que no han favorecido la imagen de los pinos en España, a pesar de la superficie y los ecosistemas que abarcan. Lo dice Aída Rodríguez, coordinadora de Proyectos en el Área de Gestión Forestal y Recursos Naturales de la Fundación Cesefor, quien piensa que “empieza a encontrar su lugar un discurso amplio de técnicos, gestores y ecologistas en el que el riesgo de incendio está muy vinculado a la falta de gestión, tipo de estructura y plantaciones abandonadas de mucha densidad; no es tan importante que sean pinos, sino que es determinante la estructura, su estado”. María Jesús Rodríguez de Sancho, directora general de Biodiversidad, Bosques y Desertificación del MITERD, lo corroboraba a principios de año en el foro celebrado en Zaragoza El desafío de los incendios forestales. Impactos en el territorio: “Solo el 20,3% de la superficie forestal (6 de 28,5 millones de hectáreas) cuenta con instrumentos de planificación aprobados”.

La portavoz de Cesefor cree que, a pesar de todo, la visión de los pinos mejora: “Hay una aproximación de posturas relativamente reciente, al entender que los recursos que obtenemos del monte, la bioeconomia, lo local o la descarbonización… están muy conectadas con este tipo de pinares que no tienen por qué ser naturales, pero dan lugar a muchos beneficios que necesitamos: madera, resina, setas, restauraciones ecológicas o post-quema, ocio, carbono…”. No obstante, sigue habiendo escollos: “Aún nos encontramos publicaciones que cuestionan que los pinos sean autóctonos (cuando hay amplia bibliografía científica, estudios polínicos… que muestran claramente que lo son) e incluso instrucciones de gestión que indican cómo modificar la composición de ciertas zonas sustituyendo pinos por otras especies que sean autóctonas, cuando de hecho el pino ya lo es”.

Pinos desde el Paleolítico

Si hay alguien que ha dedicado tiempo y esfuerzo a demostrar el carácter autóctono de los pinos en España ese es Luis Gil, y nada mejor que tirar de la historia y la etimología: “En la Cueva de Nerja (Málaga) hubo una recogida sistemática de piñones desde el Paleolítico superior hasta el Neolítico; Ibiza (Iboshim, Ebysos) fue fundada por los fenicios y significa islas de los pinos, y Pitiusas (Pithyousas, abundante en pinos) fue un nombre dado por los foceos traduciendo el nombre fenicio; botánicos e historiadores griegos también los mencionan (pitys y peuke) por sus cualidades para construir naves y calafatear con pez y resina; y Tiétar deriva de Teide, palabra árabe que designaba a varias especies de pinos”.

“La condición forestal básica de este país es de pinares”, subraya Gil, “los suelos están tan erosionados que no admiten especies más exigentes; y es cierto que ha estado asociado a una mala gestión forestal, con repoblaciones con densidades que son polvorines. Y cuando se han intentado hacer aclareos lo han criticado los ecologistas”. Este catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid, biólogo y doctor ingeniero de Montes, es de los que ve la botella medio vacía en cuanto a la percepción social de los pinos: “El problema es la formación que han recibido muchas personas durante mucho tiempo por parte de fitosociólogos (interpretan los paisajes vegetales), que han sido incluso más críticos con los pinos que los ecologistas, hasta que la palinología, con métodos científicos y a través del polen, ha demostrado la antigüedad e importancia de estas especies”.

Árboles plebeyos frente a los nobles

Por alusiones, concluye este repaso Miguel Ángel Soto, responsable de la campaña de Bosques de Greenpeace y biólogo especialista en ordenación del territorio, que recibió las enseñanzas de los fitosociólogos que menciona Luis Gil. “Sí, todavía hay ecologistas atrincherados en este relato; dicen que arden sobre todo los pinos y ha quedado algo de animadversión”, reconoce Soto. Y añade: “El carácter autóctono no se cuestiona ya, pero gran parte de los 2-3 millones de hectáreas de repoblaciones mono-específicas de pino necesitan tratamiento, aclareos, reducir la densidad, diversificar, y son objeto de polémica. Aquí hay resistencia y estigmatización, no del pino, sino ahora de la motosierra para reducir la densidad; pero los aclareos son muy necesarios, así como diversificar el estrato arbustivo. La sequía somete a estas masas a mucho estrés si son tan densas, y luego las plagas y enfermedades las atacan más”.

Sobre la historia, el portavoz de Greenpeace, recuerda: “En los años 80, a consecuencia de las políticas forestales del Icona, hubo una contraofensiva técnica desde la botánica que relegaba al pino a una mera etapa de sucesión. Es un gran error que nace de la fitosociología y no se basa ni en geobotánica ni en estudios del polen”. Considera que esto se corrige hacia los años 90 y principios de este siglo, “pero era un debate no exento de carga ideológica y generacional: campañas contra aterrazamientos o mensajes como ‘planta una bellota’ y oposición a muchas repoblaciones que además venían del franquismo”. En general, como apostilla Luis Gil, “es afianzar un discurso en el que al pinar se le da fisonomía de árbol plebeyo, y a los otros de noble”.

LOS PINARES MÁS VALIOSOS

Acorde con la contestación de las nueve personas expertas encuestadas, esta lista no refleja necesariamente bosques definidos o delimitados como tales, sino más bien masas forestales con cierta continuidad. Aparte de los listados, conviene resaltar otros nombres propios citados, por ejemplo por Guillermo Fernández: pinares de Puebla de Lillo (León) y de Hoyocasero (Ávila); Isabel Santana: pinares del suroeste de Gran Canaria (Pilancones, Inagua y Tauro); y Francisco Dans del Valle: paisaje del Pinus pinaster del sur de Galicia asociado al viñedo de Rias Baixas.  

Valsaín, Segovia (pino silvestre): 5 votos

Pinares de Valladolid (pino piñonero): 3

Serranía de Cuenca (pino laricio): 2

Sierra Nevada, Granada (pino silvestre): 2

Picos de Urbión y sierra de la Demanda, Burgos (pino silvestre): 2

Comarca de Pinares, Burgos-Soria (pino silvestre): 2

Parc Natural dels Ports, Tarragona (pino laricio, salgareño o negral): 2

Cazorla, Segura y Las Villas, Jaén (pinos carrascos y laricios): 2

Tierra de Pinares, Segovia (pino resinero): 2

Pinares de pino negro del Pirineo: 2

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