Los recortes y amputaciones ya planean sobre los árboles
Las caídas de ramas de varios árboles en Madrid este verano han causado la muerte de dos hombres. Me echo a temblar. En vez de sacar la conclusión evidente: los recortes y privatizaciones ejecutados por el Ayuntamiento del PP en el mantenimiento y vigilancia del arbolado de Madrid se pagan finalmente muy caro. Como todos los recortes en servicios públicos. En vez de aprenderse la lección, ya planea la amenaza de un cómodo y barato plan de talas y podas radicales masivas en una ciudad cada vez más maltratada, más recortada y embotellada, más contaminada, más sucia y descuidada.
Era cuestión de tiempo. La ley de la selva del capitalismo a ultranza que ha devaluado en España derechos e ingresos de las clases media y trabajadora extiende ahora su amenaza de amputaciones a los árboles. Tras las podas salvajes y externalización o privatización de los servicios que los atienden, tras la muerte de dos personas por caídas de ramas este verano, Madrid se convierte ahora en símbolo de cómo más valía prevenir que curar, y de cómo lo barato sale a fin de cuentas más caro. Las madres lo han dicho siempre. La capital se convierte también en foro de debate en torno a la amenaza de talas y podas radicales que planea sobre el arbolado de Madrid, como ha sucedido ya la pasada semana con varias acacias junto a la plaza de La Latina y Cascorro, en uno de los barrios más turísticos, y en el propio jardín de la Biblioteca Nacional, donde se han llevado por delante un pino centenario.
Uno de los comentarios con que más a menudo me encuentro al entrevistar a los protagonistas de esta Ventana Verde es el del poco amor y respeto que los españoles sienten hacia los árboles (no me siento capaz de conjugar aquí el verbo en primera persona del plural, pues en esto yo no debo de ser nada español), al contrario de otros países del entorno europeo, que, contando con más bosque, lo aprecian sensiblemente más. No me extraña que este país cabalgue irremediablemente hacia la Desertificación, como lo ha mostrado desde los años noventa la Convención de Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación. Me hablan esos personajes que se asoman a la Ventana Verde de poco respeto y de la preocupación por que cualquier contratiempo, amenaza, obra, mejora o plan urbanístico se convierte en disculpa para arrancar árboles de cuajo sin tasa ni tino ni ton ni son. Me lo han contado en los últimos meses desde el artista José Manuel Ballester al escritor y naturalista Joaquín Araujo -que lleva décadas con su cruzada literaria personal pidiendo que nos embosquemos-, desde el líder de Equo Juan López de Uralde al pintor Pablo Echevarría y el periodista César Javier Palacios… Si no respetamos toros ni galgos, ¿cómo tener la mínima sensibilidad hacia un roble, una encina o una higuera? Viene de antiguo, desde épocas imperiales; desde que nos dio por dejar Castilla como un páramo para construir barcos e intentar hacer invencible la Armada.
De acuerdo con que los dos muertos de este verano por caídas de ramas en Madrid -un hombre de 38 años en el Retiro y otro de 72 en el distrito de Vallecas, a los que hay que sumar las heridas ocasionadas por la rama de un cedro del Retiro a una niña de 7 años- merecen tomárselo en serio y sacar alguna conclusión; exigen una revisión, vigilancia, monitorización a fondo del arbolado de la ciudad; pero ya sabemos que la demagogia y el sensacionalismo mandan. Y ahora muchos periodistas se han lanzado a dar cuenta pormenorizada de cada caída de rama, añadiendo eso de que «no provocó víctimas de puro milagro». Ya he leído varios titulares que hablan de «alarma social» y de «aumento del temor entre los madrileños por la continua caída de árboles».
Vamos a ver, seamos sensatos y racionales, pongamos las cosas en su justo sitio y sano juicio, que también cada año mueren en nuestro país en torno a 700 personas por ahogamiento, y todos nos seguimos bañando en mares, ríos y piscinas sin que cunda ningún pánico ni alarma. Pero, como decía, el sensacionalismo vende, y a él se suma que el ahorro desde las instituciones en los asuntos públicos -para desviarlo a otros menesteres o cuentas de otros países- es prioritario. Por eso, muchos ciudadanos ya temen que, como lo más barato y cómodo es talar, sea esta la solución radical que se aplique este otoño/invierno a muchos árboles en la ciudad. La veda está abierta y no se les pone nada por delante. Ballester, premio Nacional de Grabado y de Fotografía, y artista muy sensible hacia la naturaleza, me ha hecho llegar para ilustrar este artículo varias imágenes sobre la tala de regios pinsapos este verano en el Monte del Pardo; y digo lo de regio con absoluta propiedad, porque quedaban dentro de la administración de Patrimonio Nacional. Pues ni esos, ni siquiera hallándose en terreno tan noble y privilegiado, han merecido algún tipo de cuidado o tratamiento. Lo más rápido es cortar por lo sano. «En este país no tenemos ninguna cultura de mantenimiento», comenta Ballester. Ya lo intentó también el anterior alcalde, Alberto Ruiz Gallardón: amputar lo más noble, el Paseo del Prado (una de las primeras muestras elocuentes de la cara oculta y lúgubre de este improrrogable político).
Qué plaga de tiempos de recortes para todo. Esa sí que es una auténtica plaga. Peor que la grafiosis de los olmos.
En la ONG Ecologistas en Acción llevan una década denunciando la nefasta gestión -con podas salvajes en los años noventa que debilitaron enormemente a los ejemplares más maduros- y escaso cuidado profesional prestado a los árboles en Madrid, una década avisando de las consecuencias de semejante temerario ahorro en mantenimiento, aplicando siempre la plantilla de la privatización y el beneficio incluso en los servicios públicos más básicos. Pues bien, las consecuencias ya han llegado. Aquí están. Dos víctimas. Los partidos de la oposición a la alcaldesa improrrogable Ana Botella -PSOE, UPyD y el grupo Izquierda Unida- han relacionado todo esto con el recorte presupuestario del 26%. Los sindicatos también han aprovechado para recordar los recortes en Medio Ambiente que, sin temblarle la mano, lleva administrando durante la última legislatura el Ayuntamiento de Madrid. Comisiones Obreras da unos datos poco tranquilizadores: señala que sólo hay destinados 35 inspectores desde el Ayuntamiento para supervisar el mantenimiento de árboles por parte de las contratas privadas de jardinería; 35 para unos 250.000 árboles en las calles y más de un millón si se cuentan parques y Casa de Campo (aunque esto de las estadísticas en España es muy relativo; ya sabemos cómo se hacen muchas, a ojo; y uno puede encontrar cifras muy dispares y exageradas sobre la cantidad de árboles en Madrid). Por cierto, fue Esperanza Aguirre, cuando ocupaba la Concejalía de Medio Ambiente en Madrid a finales de los años ochenta y comienzos de los noventa, la impulsora de plantar tanto arbolado en las calles, cosa que hay que reconocérsela.
Como dijo el escritor satírico estadounidense James Thurber: «Talais los árboles para construir los edificios para los hombres que se vuelven locos por no poder ver los árboles».
Aprovecho para recordar un artículo publicado en esta sección sobre el Proyecto EnArbolar, puesto en marcha por la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente para, precisamente, inculcar, si no amor, al menos respeto por esos venerables seres vivos ().
Crucemos los dedos -de las manos y de los pies-. Protestemos. Estemos atentos. Esperemos, en fin, que el curso que acaba de comenzar -con elecciones municipales de meta y guinda- no traiga estragos en las calles y jardines de Madrid. Termino con un pedazo de un bello poema de Nicolás Guillén de absoluta comunión ser humano/árbol. Tus venas, nuestros árboles. Sintámonos más cercanos a ellos. A menudo, para experimentar esa aproximación, basta con pasar del verbo ver a mirar y contemplar. Dediquémosles unos minutos. Mirémosles, mimémosles…
Os dejo con Nicolás Guillén, hasta la próxima semana:
«Yo la siento,
la raíz de mi árbol, de tu árbol,
de todos nuestros árboles,
la siento
clavada en lo más hondo de mi tierra,
clavada allí, clavada,
arrastrándome y alzándome y hablándome,
gritándome.
La raíz de tu árbol, de mi árbol.
En mi tierra, clavada,
con clavos ya de hierro,
de pólvora, de piedra,
y floreciendo en lenguas ardorosas,
y alimentando ramas donde colgar los pájaros cansados,
y elevando sus venas, nuestras venas,
tus venas, la raíz de nuestros árboles».
Comentarios
Por Jesús, el 22 septiembre 2014
Los árboles. Recurro a ellos para expresarme, para explorar en sus formas y texturas y para reivindicarlos como elementos necesarios para la vida.
En el aspecto formal no los imito -la mímesis no es para mi-, los siento.
http://jcuencart.blogspot.com.es/2013/09/el-arbol-como-vinculo.html
Por R., el 23 septiembre 2014
Chico, es doctrina Bush:
http://www.lavozdegalicia.es/hemeroteca/2002/08/22/1200870.shtml
Por julio vera, el 01 octubre 2014
desgraciadamente la tala demuestra lo poco que importa la vida, los arboles permiten la filtracion del agua a la tierra, generan oxigeno purifican el ambiente y nos dan sombra gratis, en un mundo en que todo se cobra hasta la sombra de los arboles molesta, como tambien el agua que ellos permiten que llegue al subsuelo creandose reservas en sequias.
ya se ha visto en verano la necesidad de los mismos, como tambien en la fijacion de tierras que de otra manera son erosionadas tapando los desagues naturales creandose inundaciones imprevistas que son palpables por todos.
Es necesario forestar urgentemente tomar conciencia de ello, por que de ello depende la regulacion de la humedad ambiental tal causa fue el desceso de miles ancianos europeos en el verano caliente.
Depende de las autoridades competentes responsables y de enseñar a las futuras generaciones el respeto a los arboles como tambien valorarlos.
La siembra comenzo ayer, el hoy decidimos si a actuamos, mañana veremos lo que hicimos.