¿Es la madera una solución para construir sin destruir?

El edificio Murray, en Londres, con estructura de madera.

Analizar la situación de la construcción de los hogares en una humanidad creciente, sus impactos y el papel que pueden tener los árboles, bien gestionados, ha sido el objetivo de una jornada organizada por Distrito Natural, una promotora de vivienda sostenible y colaborativa, y TRIPLE, el primer coworking ecológico de España, que reunieron a un grupo de expertos y expertas en torno a las posibilidades de un material, la madera, que nos ofrece la naturaleza, regenerable e inagotable, y sobre las ingentes posibilidades de futuro que presenta en la construcción.

Los primeros hogares construidos por el ser humano fueron, según los arqueólogos, de pieles, huesos de mamut y palos de madera. Sólo más adelante llegaría el uso de la tierra y la arena, la piedra y, más tarde, el cemento y el hormigón (una mezcla del anterior con piedra). Hoy el mundo del hormigón no sólo genera pingües beneficios a costa de cerros y montañas, sino también una ingente cantidad de emisiones contaminantes a la atmósfera. En un contexto de cambio climático, la construcción de viviendas con madera –aún fundamental en muchos países asiáticos y africanos– reaparece en los países desarrollados como una alternativa que, lentamente, va haciéndose presente en las ciudades y pueblos, ya no en forma de casas prefabricadas, sino en edificios de grandes dimensiones.

Los datos de partida de lo que supone esta actividad constructiva son preocupantes. Si se incluye el transporte de materiales, genera por sí sola el 50% de las emisiones de CO2 en la Unión Europea. Mientras caminamos hacia un mundo más poblado y urbanizado, a la vez que impactado por el cambio climático, el sector del hormigón aún tiene un 70% de potencial para reducir su impacto contaminante, pero, señalaba el arquitecto Fernando Campos, está muy lejos de responsabilizarse de su huella de carbono, complicando mucho que podamos evitar alcanzar ese 1,5 grados de más, que es el límite del que nos hablan los expertos climáticos del IPCC.

¿Es la madera una solución? Así lo cree el ingeniero agrónomo argentino Juan Manuel Vázquez, uno de los fundadores del Instituto Latinoamericano Passivahaus, creado para promover la edificación con “materiales biobasados”, es decir, creados con vegetales. “Los hidrocarburos son fotosíntesis de hace 300 millones de años que estaba enterrada, pero su carbono está en la atmósfera ahora. En Latinoamérica no tenemos buena renta per cápita pero en cuenta fotosintética tenemos seis veces más que Europa y dos más que la media mundial. Desde la arquitectura hay que ser parte de la solución. El edificio Murray de Londres se hizo con semillas que entraban en un puño 20 años antes”, explicó.

Vázquez también apuesta por el uso de otros recursos como los desechos de la agricultura (maíz, cereales o los restos de la totora, en las cercanías de Lago Titicaca…), cuya producción los convierte, a su vez, en sumideros del carbono que sobra en la atmósfera, en lugar de producirlo. “En los próximos 40 años vamos a construir una ciudad de Nueva York cada 40 días. Son 230.000 millones de metros cuadrados y el sector de la construcción más que parte del problema de la contaminación puede se parte de la solución”, argumentó.

Todos coincidieron con Campos en que la madera es la alternativa natural, renovable, infinita en su producción, que se recicla y captura contaminación e incluso es más limpia, pero ¿habrá suficiente en la situación actual? “La planificación y gestión de las masas forestales son fundamentales”, contestaba el director de FSC-España, Gonzalo Anguita, quien recordaba que cada año perdemos en el mundo 10 millones de hectáreas de bosques. “España”, recordaba Anguita, “es el segundo país de Europa con más masa forestal, pero sequías e incendios son una amenaza; para evitarlas hay que descarbonizar la economía, cambiar de hábitos, también la forma en la que miramos a los bosques para entender que o son recursos para el desarrollo local o desaparecerán”.

En este sentido, explicó que la tasa de regeneración de nuestros bosques es del 60% y la de tala del 40%, por lo que indicó que hay margen para obtener rentabilidad y que no acaben quemados para hacer pastos, el caso reciente en Asturias. Defendió la certificación de la madera, para conocer la procedencia sostenible de este material, pero también la de proyectos arquitectónicos, como el edificio que FSC ha certificado en Lugo. “Es importante que haya garantías de que es madera de origen legal, con control”, señalaba.

Entre la dificultades, Anguita mencionaba que menos del 20% de los bosques cuentan con una planificación en este país, que la mayoría son micro-propiedades, sobre todo privadas, y que hay un gran abandono de los montes. “A eso se suma que a nivel normativo detectamos poca rapidez en la aplicación de las directivas europeas y que hay menos ayudas para el sector forestal que para el agrícola”, añadía. FSC tiene en España 613.000 hectáreas certificadas, con un aumento del 38% el pasado año.

Interior del edificio Murray, en Londres.

Fue el arquitecto Miguel Nevado, experto y pionero en España en diseño estructural con madera, quien puso sobre la mesa los muchos retos que supone cambiar cemento por árboles. Autor de numerosas obras, algunas en edificios de hasta 12 plantas, reconocía que hay un gran avance en la situación respecto a hace tres décadas, porque la sociedad lo demanda, pero que queda mucho por caminar para concienciar a los promotores inmobiliarios. “Ahora se levantan grandes edificios en madera, pero sigue siendo más caro, y en este sector los valores inmateriales son una quimera. Sí hay proyectos públicos, dispuestos a pagar un plus razonable, un precio asumible también para los arquitectos. La sociedad también está empujando al cambio, pero tenemos condicionantes para ser competitivos y también técnicos, sobre los que vamos aprendiendo”.

Para Nevado, la escasez de madera disponible es una limitación. Llegó a señalar que “en los trópicos hay madera que se quema o se tala para plantar soja, con la que se podría construir”, mientras que para el ingeniero argentino resulta evidente que “en un planeta con recursos finitos todos los materiales a utilizar deberían ser cultivados”, y así evitar barbaridades como la del edificio más alto del mundo, el Burj Khalifa (Emiratos Árabes Unidos), cuya arena para el hormigón se llevó desde  Australia. “La naturaleza produce 12.000 millones de toneladas año de áridos y gastamos 48.000 millones. O cambiamos el modelo de construir o vamos hacia la extinción masiva mejor documentada”.

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