El Mediterráneo, ejemplo del dramático impacto del cambio climático

La playa de Los Genoveses, en Almería. Foto: Leticia Roncero.

La Sociedad Española de Ornitología (SEO/Birdlfe) organizaba en otoño un viaje al noroeste de Menorca –en las proximidades de Ciutadella– para conocer los hábitats de la pardela balear (‘Puffinus mauretanicus’). Se trata del ave marina más amenazada de Europa y, según los datos aportados por Pep Arcos, biólogo y responsable del programa marino de SEO/Birdlife, sufre un 14% de declive anual en sus poblaciones. Unos datos que complican su supervivencia, ya que su censo, según las estimaciones más optimistas, no superaría los 25.000 ejemplares. Tras unas Navidades con temperaturas inusualmente altas, el dramático caso de la pardela balear nos da pie y foco para abordar la muy preocupante situación que está viviendo el Mar Mediterráneo por el cambio climático.

Existen muchas amenazas que ponen en riesgo el futuro de esta especie a largo plazo. Entre ellas, las muertes accidentales durante la actividad pesquera; las colonias de gatos y ratas, y sus ansias cazadoras, o los choques contra los tendidos eléctricos. Pero también tienen un gran impacto los diferentes tipos de contaminación, que acaban afectando a la degradación del hábitat de cría. Una circunstancia que se ha visto agravada en los últimos años debido a la ocupación humana y al cambio climático, que está generando una degradación muy pronunciada de los ecosistemas del ave, ubicados en el litoral del Mare Nostrum.

Precisamente éste ámbito geográfico es uno de los más afectados por la actual crisis ambiental. Una circunstancia de la que ya estamos sufriendo los efectos. En la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 1992 ya se reconocía la inquietud internacional por este fenómeno, que, desde entonces, se ha incrementado exponencialmente. Hace 30 años se ponía de manifiesto la inquietud por las emisiones de efecto invernadero, que “están provocando transformaciones en los ecosistemas, el aumento de las temperaturas o el incremento del nivel del mar”.

Pero las afecciones no quedarían aquí. También se han observado “mutaciones en el ciclo de lluvias y de la química de los océanos”, explicaban Mónica Miranzo y Carlos del Río en Las Consecuencias del cambio climático en el Magreb. Unos efectos a los que se han de añadir un incremento de los fenómenos atmosféricos extremos; la reducción general de las precipitaciones o el ascenso de la irregularidad y la intensidad horaria de las lluvias. “Una atmósfera que pierde su equilibrio térmico registra procesos de reajuste energéticos más violentos. Los tipos de tiempo cambian con más rapidez e intensidad. Se hacen más frecuentes las situaciones extraordinarias y extremas”, señalaba Jorge Olcina en Cambio climático y política turística en España: diagnóstico del litoral mediterráneo español.

Se trata de un proceso que ya cuenta con varias décadas en su haber, aunque se ha acelerado en los últimos decenios. “Suele señalarse el ecuador del siglo XIX como inicio del ciclo climático actual, marcado por una recuperación de las temperaturas en todo el planeta”, añade Jorge Olcina, en Evidencias e incertidumbres del cambio climático y de los riesgos asociados en el litoral mediterráneo español. “La hipótesis de cambio global por efecto invernadero de causa antrópica es un hecho incontestable”, aunque la contribución al incremento de las emisiones “no es igual en todo el mundo”. China, Estados Unidos, la Unión Europea e India “suman el 60% de la contaminación anual de dióxido de carbono en la atmósfera”.

Pardelas Baleares volando sobre el mar Mediterráneo. Foto: Pep Arcos.

No obstante, los científicos reconocen lo complicado de la identificación de los efectos de este fenómeno en las masas marinas. “El impacto del cambio climático en el océano es difícil de establecer, ya que este ambiente es más desconocido que el terrestre”, indica el científico Joan Domènec Ros. A ello se ha de sumar que “las características físicas, los equilibrios químicos y las respuestas biológicas de los mares están sujetos a dinámicas que se extienden por buena parte de los mismos”, ya que están interconectados.

Además, “un tercio de las emisiones de CO2 producidas por los seres humanos han sido absorbidas por los océanos”, explica Pilar Marcos, bióloga marina de Greenpeace–España. Por tanto, ese medio “no sólo tiene que hacer frente al efecto directo del cambio climático, sino que una parte importante de sus consecuencias han sido asimiladas por el medio marino”. Se trata de “la famosa acidificación, que está afectando al cambio del pH del agua”, incrementándolo. Un fenómeno que ya estaría teniendo consecuencias negativas sobre los corales.

El caso del Mare Nostrum

A pesar de estas circunstancias, “ya tenemos bastantes indicios y certezas de que el impacto del cambio global se está dejando sentir en el mar y de que los efectos son todavía más variados, globales y preocupantes de lo que se preveía”, confirma Ros. De hecho, en el Mediterráneo, “a lo largo del siglo XXI, se asistirá a una sensible readaptación de su escenario biogeográfico”, señalan los investigadores José Quereda Sala, Enrique Montón Chiva y José Escrig Barberá.

Este proceso se condensaría en la zona, en primer lugar, “a través del incremento de la temperatura media y, en especial, del calor nocturno, manifestado en las noches tropicales, aquellas con una media superior a los 20ºC”. También se ha de mencionar “el calentamiento de las aguas de este mar”. Y, en último término, “las variaciones estacionales de las precipitaciones y la intensificación de los chubascos”, según asegura Jorge Olcina.

Las series de datos más extensas relativas a esta masa acuática se encuentran en L´Estartit (Girona) y en la costa francesa. Lo que indican estas estaciones es que “durante el último tercio de siglo, la temperatura de las aguas superficiales del Mediterráneo occidental septentrional se han incrementado en alrededor de 1ºC”, asegura Joan Domènec Ros. Un ejemplo de este proceso ha tenido lugar durante el verano de 2022, cuando “ha presentado las mismas medidas de temperatura que alcanza el Caribe en época cálida”, subraya Pilar Marcos, bióloga marina y responsable de la Campaña de Océano de Greenpeace–España.

A esto se añade el mayor número de las noches tropicales. “Desde el 2000 se ha observado un aumento de periodos nocturnos en los que el termómetro no baja de los 25ºC. E, incluso, en los últimos años se ha visto que, en algunos puntos, la temperatura mínima diaria no hadescendido de los 29ºC/30ºC”, explica Olcina.

De hecho, “las consecuencias más palpables” de este proceso son “el aumento de los termómetros y de la humedad relativa, así como variaciones en el régimen de las precipitaciones”. Además, existen otras consecuencias, como “menos oxígeno en el agua, dándose un descenso de las zonas aptas para que habite la fauna marina e impactos directos sobre ecosistemas costeros”, indica Pilar Marcos, de Greenpeace–España. Entre los casos más afectados, el de la posidonia mediterránea, cuyo deterioro también tiene consecuencias “en cascada” en las especies que la habitan.

Muchas de ellas son típicamente mediterráneas. “Al tratarse de endemismos, su capacidad de adaptación es mucho más limitada”, confirma Pilar Marcos. Una circunstancia a la que se suman otras amenazas. “Ante el proceso de tropicalización de este mar, están llegando especies invasoras, procedentes de latitudes tropicales, y que, por sus características, son mucho más agresivas en su ocupación”.

Al mismo tiempo, el agua de esta masa marina también ha comenzado a acidificarse. Y lo ha hecho de una manera relevante. “Este fenómeno puede representar un trastorno enorme para muchos organismos de importancia ecológica y económica”, enfatiza Ros. Entre los damnificados se hallarían moluscos, crustáceos y equinodermos. “Pero, quizá, los más afectados sean los corales formadores de arrecifes, en especial los de aguas superficiales y cálidas”.

Unos efectos que no paran

Sin embargo, las consecuencias del cambio climático no se detienen aquí. “La disminución de las precipitaciones y el aumento de las temperaturas reducen la disponibilidad de agua para las plantas y, en consecuencia, el porcentaje de cubierta vegetal y el aporte de materia orgánica al suelo”, describen Carolina Boix, Adolfo Calvo y Anton C. Imeson. Ante esta situación, “desciende la capacidad de retención hídrica. Disminuida ésta, y mermada la entrada de agua en el suelo, la cubierta vegetal y la actividad biológica en el suelo también decrecen”.

Por tanto, y como consecuencia de este fenómeno, se estaría observando “un aumento de la tasa de evapotranspiración, con un impacto negativo sobre la cantidad de agua potable disponible, incrementando la vulnerabilidad de las regiones de climas áridos y semiáridos”, subrayaban Mónica Miranzo y Carlos del Río.

Y si esto fuera poco, el ascenso del nivel marino –asociado al incremente de las temperaturas– también tendrá afecciones sobre los ecosistemas. “En los escenarios de aumento del nivel del mar, bastantes comunidades litorales, tanto sumergidas (praderas fanerógamas) como emergidas (vegetación de marismas), sufrirán una reducción de la radiación incidente (en el límite inferior de las primeras) o inmersión continuada (las segundas), lo cual favorecerá la muerte de las plantas constituyentes y la descomposición de la materia orgánica, con la consiguiente liberación de nutrientes”, explican los científicos. Este proceso también afectará a “las áreas de cría para pájaros, peces e invertebrados”. Unos lugares que, si son cubiertos por las aguas, “difícilmente podrán restablecerse en áreas ahora ya muy alteradas o urbanizadas”.

Además, Pep Arcos, biólogo y responsable del programa marino de SEO/Birdlife, también destaca otros problemas a los que se estarían enfrentando el entorno mediterráneo y que, si bien no están íntimamente relacionados con el cambio climático, también afectan a la supervivencia del equilibrio ecosistémico de la zona. Entre ellos, la sobreexplotación pesquera, la contaminación por plásticos, la mala gestión de los ríos –con exceso de represas– o la urbanización desaforada de las costas. “Hemos querido cementar el litoral y no dejamos espacio a las dinámicas de playas y de dunas”, denuncia.

Todo esto “hace que se estén generando unas condiciones donde los efectos negativos pueden potenciarse entre ellos y, así, se producirá una degradación más rápida de los ecosistemas”, confirma Óscar Esparza, coordinador de Áreas Marinas Protegidas de WWWF–España. “Se trata de una situación especialmente preocupante. Sobre todo, en un contexto como el actual, en el que todos los sectores vinculados con el mar están creciendo, por lo que hay que poner el foco en una gestión adecuada, para tener unos ecosistemas en buen estado”.

Episodios más extremos

Pero regresando al calentamiento global, otro elemento a tener en cuenta es el mayor número de episodios meteorológicos catastróficos, asociados a las transformaciones en la circulación atmosférica debido al cambio climático. La gota fría, que tanto afecta al área mediterránea, es un ejemplo paradigmático. No en vano se está pronunciando en los últimos años y puede afectar a los ecosistemas, deteriorando su equilibrio.

En este contexto, la fauna mediterránea también se está viendo perjudicada. “La elevada sensibilidad de los animales a las alternaciones climáticas dificulta su capacidad de adaptación, en la medida en que los cambios no sean graduales, provocando que un gran número de especies, necesarias para la regulación de los ecosistemas, vean aumentado su riesgo de extinción hasta en un 40% a lo largo de este siglo. Especialmente, cuando los efectos del cambio climático convergen con otros factores, como la polución o la llegada de especies invasoras”, explican Miranzo y Del Río.

Incluso los cultivos mediterráneos se están viendo afectados por el cambio global. Entre ellos, la vid, debido a “su elevada dependencia de las condiciones climáticas y ambientales”. Especialmente, “el incremento de las temperaturas, el estrés hídrico y el incremento de la radicación solar asociados al cambio climático”. A causa de estas circunstancias se produce “un menor rendimiento, una contención del crecimiento vegetativo y de la superficie foliar, así como en la activación de procesos de senescencia prematura de las hojas”.

Todas estas eventualidades convergen en una masa acuática muy particular. “El Mediterráneo se constituye como un mar semiencerrado enmarcado por tres continentes [Europa, África y Asia]”, que “ocupa el 0,7% de la superficie oceánica mundial y el 0,3% del volumen de agua”, explica María José López García. Esta zona “se define como una cuenca de concentración, donde las pérdidas hídricas por evaporación superan las ganancias procedentes de precipitación y los aportes fluviales”.

“El Mediterráneo es una de las áreas mundiales donde se estima que puedan ser más evidentes los cambios en las condiciones climáticas durante las próximas décadas. La subida de temperaturas y el descenso de precipitaciones obliga a tomar medidas para la adaptación y reducir el impacto del referido proceso”, añade Jorge Olcina en Incremento de episodios de inundación por lluvias de intensidad horaria en el sector central del litoral mediterráneo español: análisis de tendencias en Alicante.

El área mediterránea pierde suelo fértil a gran velocidad por efecto de la erosión.

En consecuencia, los efectos del calentamiento planetario presentarán múltiples y variados efectos sobre el Mare Nostrum, que acabará afectando negativamente a los ecosistemas del área, poniendo en riesgo a muchas especies que habitan la zona. Entre ellas, esa pardela balear con que abríamos este artículo. Por todo ello, se han de tomar, cuanto antes, decisiones de mitigación al mencionado fenómeno. Y no sólo para defender la viabilidad de los ecosistemas mediterráneos. También para garantizar la supervivencia de todos los habitantes en este entorno. Al fin y al cabo, y como señaló el poeta y activista estadounidense Gary Sherman Snyder: “La naturaleza no es un lugar para visitar. Es el hogar”

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Comentarios

  • Vicent

    Por Vicent, el 05 enero 2023

    Hagámonos algunas preguntas:

    ¿Cómo puede sobrevivir eternamente un sistema, el capitalismo, que requiere de un aumento continuamente creciente de recursos, siendo estos finitos en el planeta? (El PIB debe aumentar como mínimo un 2% anual para que sobreviva el capitalismo)

    ¿Hasta cuando, hasta que salten las alarmas de que se van agotando?

    ¿Hasta que las emisiones provoquen un aumento de la temperatura media del planeta tan elevado que se ponga en riesgo alto la supervivencia de nuestro ecositema?

    ¿Hasta que los plásticos recubran los océanos?

    ¿Hasta que se llegue a un punto de no retorno?

    ¿Cuando llegará el punto de inflexión hacia un consumo racional y sostenible de los recursos?

    Para mí es evidente que hay que alcanzar algún modelo que pueda funcionar con crecimiento nulo, incluso con posibles etapas de decrecimiento debido a los abusos cometidos. Si mi opinión se considera antisitema pues lo siento, yo me siento precisamente prosistema sostenible.

  • La crisis climática desnuda la fragilidad alimentaria de España, que se encomienda a Ucrania – Público – Hispanopress: Nuevas perspectivas, nuevas posibilidades

    Por La crisis climática desnuda la fragilidad alimentaria de España, que se encomienda a Ucrania – Público – Hispanopress: Nuevas perspectivas, nuevas posibilidades, el 20 enero 2024

    […] escenario se está consolidando en el sur de Europa y la cuenca mediterránea, donde la crisis climática está siendo especialmente severa, con el aumento de los incendios y la tendencia a la […]

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