Necesitamos también un ‘Acuerdo de París’ para frenar la pérdida de naturaleza

Los humedales son los ecosistemas más dañados en las últimas décadas. Foto: Pixabay.

Los humedales son los ecosistemas más dañados en las últimas décadas. Foto: Pixabay.

Los humedales son los ecosistemas más dañados en las últimas décadas. Foto: Pixabay.

Los humedales son los ecosistemas más dañados en las últimas décadas. Foto: Pixabay.

El ‘Informe Planeta Vivo’ (IPV) 2018 de la organización conservacionista WWF, presentado en España en noviembre en el entorno del CONAMA (Congreso Nacional de Medio Ambiente) de la mano de Ecovidrio, proyecta una muy preocupante radiografía del estado natural del planeta: documenta un descenso promedio en las poblaciones de peces, aves, mamíferos, anfibios y reptiles de un 60% en las últimas cuatro décadas. Repasamos en ‘El Asombrario’ lo más significativo de este estudio, todo un termómetro de la salud de la Tierra, de la mano de Enrique Segovia, director de Conservación de WWF-España, organización que reclama un Acuerdo Mundial para frenar la pérdida de naturaleza, similar al firmado en París sobre cambio climático.

Han pasado 20 años de la primera publicación de este emblemático informe que muestra una descripción general del estado de nuestro mundo natural y su valor para el desarrollo y bienestar humano. Destaca las principales amenazas –directamente relacionadas con las actividades humanas, incluida la pérdida y degradación del hábitat y la sobreexplotación de la vida silvestre– y ofrece una hoja de ruta para revertir la curva de la pérdida de biodiversidad, para “renaturalizar el planeta”. Algo urgente, señala Enrique Segovia, siguiendo los pasos de la movilización planetaria para frenar el cambio climático. De ahí que desde WWF  se reclame “sentar las bases de un acuerdo global que se necesita con urgencia para la naturaleza y la gente”. Y lo resumen así: “¿Por qué no crear un compromiso global en un Acuerdo de París para salvar la naturaleza?”, al estilo del firmado para evitar un sobrecalentamiento sin marcha atrás. Y que suponga dar mayor rango al Convenio de Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica, ahora poco más que una declaración de buenas intenciones, y cuyas partes se acaban de reunir en Egipto.

A través de indicadores como el Índice Planeta Vivo proporcionado por la Sociedad Zoológica de Londres, el Índice de Hábitat de las Especies, el Índice de la Lista Roja de la UICN y el Índice de Integridad de la Biodiversidad, así como los Límites Planetarios y la Huella Ecológica, y la colaboración de medio centenar de expertos, el informe ofrece un panorama singular e inquietante: la actividad humana está empujando hasta el límite a los sistemas naturales del planeta de los que depende la vida sobre la Tierra. Hasta el límite del abismo. Cada año estamos consumiendo 1,7 veces el planeta, su capacidad natural de reponer sus recursos.

El IPV analiza la evolución de las tendencias en la población de especies de vertebrados, y documenta un descenso promedio de un 60% entre 1970 y 2014, el año más reciente con datos disponibles. Este es el 12º IPV; el anterior, publicado hace dos años, registró un 54% de caída media.

El informe comienza con un capítulo titulado La Gran Aceleración: “Estamos viviendo La Gran Aceleración, un momento singular en los 4.500 millones de años de historia de nuestro planeta, con la explosión demográfica humana y el crecimiento económico impulsando cambios planetarios sin precedentes en el aumento de la demanda de energía, tierras y agua. Es tan fuerte el fenómeno que muchos científicos creen que estamos entrando en una nueva época geológica, el Antropoceno. Algunos de estos cambios han sido positivos, otros negativos, pero todos están interconectados. Lo que es cada vez más evidente es que el desarrollo humano y el bienestar dependen de sistemas naturales sanos y que no podemos seguir disfrutando del primero sin los segundos”.

Durante las últimas décadas, la actividad humana ha afectado gravemente los hábitats y los recursos naturales de los cuales dependen la vida silvestre y la humanidad, como los océanos, los bosques, los arrecifes de coral, los humedales y los manglares. El 20% de la Amazonía, por ejemplo, ha desaparecido en solo 50 años.

Según nos explica Enrique Segovia, los que han registrado empobrecimientos más acelerados son los anfibios, por especies; las zonas tropicales, por áreas; y los ecosistemas de agua dulce, por hábitats.

Aprovechamos para anunciar aquí el acuerdo alcanzado entre WWF-España y El Asombrario para poner en marcha en enero una serie mensual de artículos en los que, a partir de animales concretos, de especies amenazadas, contaremos la degradación de los hábitats y la necesidad de poner más el acento en la conservación y en frenar la grave pérdida de biodiversidad que el IPV subraya.

Para quienes solo entienden el bienestar en términos económicos, el IPV también ha hecho un esfuerzo por ponerle cifras a las letras y alertas: “Si bien destaca el alcance y el impacto de la actividad humana en la naturaleza, el informe también se centra en la importancia y el valor de la naturaleza para la salud y el bienestar de las personas, nuestras sociedades y las economías. A nivel mundial, la naturaleza proporciona servicios por un valor aproximado de 110 billones de euros al año, al mismo tiempo que ayuda a garantizar el suministro de aire fresco, agua potable, alimentos, energía, medicamentos y otros productos y materiales”.

Porque, además, el asunto tiene más intríngulis. Muchas especies pueden estar desapareciendo sin haber sido descubiertas y descritas científicamente. En este sentido, la semana pasada la propia WWF realizaba este asombroso anuncio: “Un curioso murciélago con el pelo alborotado, un gibón con el nombre del protagonista de La Guerra de las Galaxias y un sapo que podría venir de la Tierra Media son tres de las 157 nuevas especies descubiertas en 2017 en el Gran Mekong, una región descrita por científicos que abarca cinco países: Camboya, Laos, Myanmar, Tailandia y Vietnam. El informe New Species on the Block describe tres nuevas especies de mamíferos, 23 de peces, 14 de anfibios, 26 de reptiles y 91 de plantas que han sido descubiertas en las junglas, montañas, ríos y praderas de esa región”.

Enrique Segovia se muestra preocupado, pero no catastrofista: “Estamos a tiempo de revertir la tendencia antes del colapso del planeta, antes de que entre en una fase crítica, irreversible, antes de entrar en lo que podríamos llamar el futuro incierto”, que supondría haber bloqueado al planeta en su capacidad de regeneración tal como lo conocemos, en un estado amable para la Humanidad.

¿Cómo? ¿Qué hacemos?

Renaturalizar el planeta.

¿Y por dónde empezamos? Se me antoja que éste es incluso un reto más complicado de comunicar, de hacer entender y poner de acuerdo a miles de millones de personas, que el cambio climático, ya bien acotado, medido y definidas las soluciones…

Tienes razón; es incluso más transversal y afecta a todas nuestras áreas de actuación, pero también es un reto muy agradecido, porque se trata de hablar de naturaleza.

¿Pero por dónde empezamos tarea tan ingente, aunque necesaria?

Pues, mira, te voy a poner un ejemplo a pequeña escala que todo el mundo va a entender: la renaturalización del río Manzanares a su paso por Madrid; cómo, con una inversión mínima, hemos convertido una sucesión de balsas degradadas en un río lleno de vida, de naturaleza, de vegetación y avifauna. Se trata de recuperar y cuidar las riberas de nuestros ríos, las costas, las marismas, los humedales, los bosques, las dehesas, las estepas… Quitarle artificialidad a la Tierra, a menudo sin sentido, como las múltiples pequeñas presas que entorpecen el curso de nuestros ríos y que siguen ahí incluso aunque estén en desuso.

Enrique Segovia destaca el valor del Acuerdo de París para estabilizar el clima y de toda la agenda de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) de Naciones Unidas, y reclama algo similar para todas nuestras especies y todos nuestros espacios naturales. “Es el camino. Ahora necesitamos una hoja de ruta”.

El último capítulo del IPV se titula El camino a seguir. Y concluye: “El futuro de millones de especies en la Tierra parece no haber llamado de manera suficiente la atención de los líderes mundiales como para impulsar el cambio necesario. Tenemos que reclamar la relevancia política de la naturaleza e impulsar un movimiento coherente, transversal, a actores gubernamentales y no gubernamentales, que lideren el cambio para garantizar que los encargados en la toma de decisiones, a nivel público y privado, entiendan que el status quo no es una opción. Somos la primera generación que tiene claro el valor de la naturaleza y el enorme impacto que ejercemos sobre ella. Podemos ser la última que pueda actuar para revertir esta tendencia. Desde hoy hasta 2020, estamos en un momento decisivo en la historia”.

Más información y descarga del informe completo.

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