Perlongher, fundador de una de las primeras organizaciones LGTB+ del mundo

De izquierda a derecha: Sara Torres, Néstor Perlongher y Osvaldo Baigorria en 1991. Foto de Sandra Sue.

Para reivindicar la figura, obra y legado de Néstor Perlongher, desde Blatt y Ríos publican una edición actualizada de Un barroco de trinchera. Cartas (1977-1986), el libro que recoge la correspondencia de Perlongher con Osvaldo Baigorria, escritor, periodista y amigo personal del poeta. En su correspondencia descubrimos a un Perlongher combativo, tierno, provocador, inteligente y preocupado por la deriva de su país y del mundo. En ‘El Asombrario’ entrevistamos a Baigorria para conocer más sobre su amistad, su activismo y sobre las particularidades del escritor argentino.

Néstor Perlongher (1949-1992) fue un lúcido y polifacético escritor argentino que dedicó su vida a la sociología, al activismo político y la poesía. Fue fundador de una de las primeras organizaciones LGTB+ del mundo, el Frente de Liberación Homosexual, donde militó junto a los escritores Manuel Puig y Blas Matamoro. Su nombre ha pasado a la posteridad, además de por su firme compromiso social y político, por su exquisita obra poética, entre la que destacan el conmovedor poema largo Cadáveres (1981) o el poemario Parque Lezama (1990)

Un barroco de trinchera reúne 28 cartas de Néstor Perlongher, 16 de las cuales son completamente inéditas, y está precedido por un brillante prólogo de Baigorria, que contextualiza y aporta gran cantidad de matices a las cartas que recibió del poeta. El libro es en sí un maravilloso testimonio sobre una amistad erigida “entre los cuadros del exilio político” y “una lucha inagotable por los derechos LGTB”.

Blas Matamoro, que coincidió con Néstor Perlongher en el Frente de Liberación Homosexual, lo definió en una entrevista que le hicimos en este medio como “un seguidor de Jean Genet y de la cultura cirquera, una suerte de bohemia pintoresca cercana a la marginalidad que necesitaba ser subversivo y provocador”. ¿Estás de acuerdo?

Leo o escucho en esas palabras un cierto tono de menosprecio hacia la experiencia de marginalidad de Perlongher. No sé si este tenía necesidad de ser subversivo y provocador, pero ante la represión estatal y social su respuesta era esa, sin duda, y había que tener agallas para sostenerse en esa postura. La caracterización de cirquero no le haría justicia a la valentía con que llevó adelante su bandera de marica, de loca pública, en tiempos ultra represivos y también después, en el destape de la postdictadura, cuando muchos se refugiaban en un modelo más conservador, ese modelo de origen norteamericano y reformista en el que algunos gays argentinos excluían y marginaban a las travestis y a las de voces afeminadas, o sea a todas las que desafiaban la normalidad cis con su indumentaria, gestualidad, presencia pública. Cierto es que Perlongher podía ser intenso e hiriente en sus debates con distintos compañeros, de modo que no se puede descartar algún sarcasmo o agresión verbal con quienes no acordaban con sus posturas más radicales. Quizá Matamoro hable a partir de alguna anécdota personal que desconozco.

¿Qué palabras utilizarías tú para describir a Perlongher?

Poeta y animador del neobarroco en la literatura rioplatense, agitador de las disidencias sexuales e investigador de los márgenes, la prostitución masculina y la religiosidad psicodélica en Brasil. Perlongher fue también el primer intelectual argentino que a principios de los años 70 declaró en público, en entrevistas a medios populares, su activismo homosexual. Con sus pantalones ajustados y zapatos con plataforma alta en tiempos en que los edictos policiales castigaban con penas de cárcel la “exhibición pública con ropas indecorosas” y la “incitación al acto carnal”, fue también uno de los que más encarnó con su palabra, su cuerpo y su andar todo un reclamo de presencia corporal en calles altamente vigiladas.

¿Qué es lo que recuerdas de la época en la que os conocisteis, la de la Argentina pre dictadura del 76? ¿Sentíais que había más libertad, que era posible algún tipo de progreso político y social, o ya se sentía venir la desgracia?

No es que hubiera mucha más libertad, pero en los primeros años de la década de los 70 en Argentina se vivía, como en otros lugares del mundo, bajo el espejismo de la revolución social, de la esperanza de liberación de toda forma de opresión y colonización de las tierras, los cuerpos, las almas. Esa idea fuerza tuvo en este país expresiones particulares, como la breve irrupción en el gobierno de cierto peronismo progresista en 1973, pero la ilusión duró poco, porque tras el regreso de Perón desde España, cuando el viejo líder mostró el rostro fascista que llevaba oculto tras su máscara de exiliado, se desató la persecución a toda la disidencia sexual y política, como preámbulo de la tragedia posterior del 76. Algunos, quizá los menos cegados o ideologizados, la vimos venir ya a fines del 73, otros no pudieron.

Osvaldo Baigorria. Foto: Bruno Dubner.

¿A qué se dedicaba exactamente el Grupo de Estudio y Práctica Política Sexual en el que os conocisteis Néstor y tú?

Estudiábamos, leíamos, lo de práctica era una boutade o provocación, aunque Perlongher empujaba a que actuáramos en volanteadas, pintadas callejeras y otras intervenciones, por ejemplo en contra de los edictos policiales, contra la obligación de portar cédulas de identidad y contra la prohibición de venta de píldoras anticonceptivas que promovió el gobierno de Perón. La actividad más importante fue la investigación y producción del documento La moral sexual en Argentina en 1973.

¿Y recuerdas algo del Frente de Liberación Homosexual (FLH) en el que militaba Néstor?

Mis contactos con el FLH eran a través de gente del grupo Eros que había iniciado Perlongher junto con Eduardo Todesca y otras. Este grupo fue el principal propulsor de la primera irrupción pública con carteles del FLH en la manifestación de Plaza de Mayo en 1973, cuando asumió Héctor Cámpora por elecciones libres tras el fin de la sucesión de gobiernos militares que habían asfixiado al país durante dos décadas, y también el que llamó a acompañar la movilización popular que ese mismo año fue a recibir a Perón en el aeropuerto de Ezeiza, regresando al país tras 19 años de exilio.

Los carteles decían “Vivir y amar libremente en un país liberado” y “Para que reine en el pueblo el amor y la igualdad”. Eran estrategias de visibilidad, no adhesiones acríticas al peronismo. De hecho, Perlongher condenó en volantes y posteriores artículos el modo en que la izquierda peronista tomaba distancia física dentro de las marchas para no quedar pegada a tan excéntricos manifestantes, respondiendo a las acusaciones de la ultraderecha sobre “infiltración de homosexuales y drogadictos” en las manifestaciones con el vergonzante cántico fascista/machista “no somos putos / no somos faloperos / somos soldados de Evita y Montoneros”.

Durante los años de correspondencia recogidos en ‘Un barroco de trinchera’ tú residías en Canadá, muy lejos de todo lo que estaba ocurriendo en Argentina en los peores momentos de la dictadura. ¿Cómo se vivía toda la represión y la brutalidad política y militar del país desde el exilio?

En cierto sentido, estábamos más enterados de lo que pasaba en Argentina que algunos residentes del país sometidos a la censura de diarios, revistas, radio y televisión, salvo los que estaban sufriendo la represión en carne propia. O algunos de esos que caían por casualidad bajo la persecución policial, como decía Osvaldo Lamborghini en su relato Se equivocaban de departamento: mandaban a un grupo de tareas a secuestrar o matar por ejemplo a los habitantes del 4°D y ellos anotaban 4°B o 6°D. Y pobrecitos los que vivían en esos apartamentos.

En este mismo sentido, siendo la homosexualidad de Néstor Perlongher tan notoria y visible –lo explicas muy bien en el prólogo del libro– y habiendo pasado por la cárcel en un buen número de ocasiones por esta razón, ¿no te resultaba difícil vivir con el miedo a que le ocurriera cualquier cosa?

Uno se acostumbra a cualquier cosa. También al miedo.

En las cartas resulta especialmente llamativo el uso de esa “lengua que se habla bajo fuego, en medio del combate” para evitar la censura, con la que Perlongher te va narrando sus vivencias, sus preocupaciones y sus opiniones sobre todo lo que ocurre a su alrededor. También se lamenta de no haber podido ser más claro.

Sí, pero él tenía un gusto, un goce en sacarle brillo a la frase, en perderse en las volutas de la expresión, en no decir nada tal como viene en primera instancia, porque aun cuando escribiera desde Brasil, donde no tenía miedo a la censura epistolar, ahí continuaba con su programa barroquizante en cada carta.

Durante los años que abarca la mayor parte de esta correspondencia, Perlongher aún no era la figura intelectual que llegaría a ser, pero ya se ve una clara voluntad literaria en sus cartas, un interés por el estilo, una preocupación por la poesía y por ser publicado. Analizada su obra y su trayectoria a ojos de hoy, ¿crees que fue mejor poeta, ensayista, activista…?

Es difícil escindir esas facetas, pero creo que su poética dominaba cada intervención en todos los otros campos. Entre sus poemas y su ensayos hay vasos, venas, ríos comunicantes. Se lo recuerda más como activista porque hoy se lee poco o a las apuradas, entonces su poesía puede resultar de difícil acceso para quienes no tienen tiempo de perderse en esos meandros cargados de múltiples sentidos o para quienes, en su obsesión por producir una literatura militante de expresión clara, dura y transparente, tropiezan con las irregulares piedras de barro del neobarroco.

¿Nos puedes contar alguna anécdota que recuerdes especialmente de tu amistad con Néstor?

En 1983, durante una recorrida por Brasil, estuve alojado varios días en el departamento de San Pablo en el que vivía Néstor, en una vivienda compartida con la militante feminista Teca Aarão. Era en Rua General Jardim, en una zona aún no gentrificada como lo sería más tarde, y cercana a la Boca do Lixo (boca de basura), en el barrio de Santa Efigenia, un lugar de comercio sexual, de drogas y de vagabundaje urbano.

En esos tiempos, Néstor estudiaba Antropología Social en la Universidad de Campinas y desarrollaba cierto trabajo de campo para su futura tesis de posgrado sobre prostitución masculina. Trabajo de campo: salía todas las noches de cruising, que él llamaba trottoir, para ligar con jóvenes marginales en esquinas, baños, cines o donde se pudiera. Después de tener sexo les preguntaba por sus historias de vida, reunía testimonios para la tesis. Había mucha inseguridad por robos y asaltos, pero Néstor era temerario, aunque sufrió despojos de dinero varias veces. En realidad, tenía más miedo de cruzar las calles de tráfico endemoniado y que venía de distintas direcciones en las rúas das Palmeiras, Jaguaribe, Arouche y otras que no recuerdo, en esquinas que debía atravesar para llegar hasta la Boca do Lixo, que a cualquier otra forma de violencia social. Temblaba cada vez que tenía que cruzar esas calles, alguna vez lo acompañé. Tenía más miedo a que lo atropellaran los automóviles y autobuses que al robo a manos de esos muchachos, en su inmensa mayoría negros y pobrísimos, al borde de la delincuencia, que le despertaban tanto deseo como ternura. De algunos de ellos se enamoró, por supuesto. Igual evitaba traerlos a su casa, salvo cuando sus relatos eran tan interesantes que ameritaban ser registrados con un grabador. Gracias a esa investigación de carácter “observador participante” pudo recibirse de antropólogo.

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Comentarios

  • Margarita

    Por Margarita, el 29 agosto 2023

    Hola , muy valioso el artículo.

    Me interesa leer poemario y escritos de Carlos Asensio… donde los podré conseguir..
    Vivo en la patagonia Argentina
    Gracias

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