La superestrella de la lírica Anna Netrebko asombra al público del Real
La soprano ruso-austriaca Anna Netrebko y su marido, el tenor Yusif Euvazov, ofrecen un espectacular recital lírico en el Teatro Real dentro de la programación del Universal Music Festival. La superestrella de la lírica, vetada en algunos teatros de Estados Unidos por su antigua cercanía a Putin, escogió un repertorio difícil y de lucimiento extraordinario.
La soprano Anna Netrebko salió a escena en su concierto dentro de la programación del Universal Music Festival como las grandes divas: con una apuesta fortísima. Comenzó el recital con una pieza complicadísima como tarjeta de presentación de la noche. Fueron casi 15 minutos de maravilla en los que la cantante estuvo soberbia interpretando el aria Piangete voi?… Al dolce guidami castel natio… y su cabaletta Coppia iniqua del segundo acto, y último, de la ópera Anna Bolena, de Donizetti. Fue como si una trapecista saliera a escena para ejecutar su primer número, uno de los más complicados, sin red ni cable de seguridad. Cuando ni el público ni la cantante ni la orquesta han entrado todavía en la dinámica de la velada. Cuando todavía todo es promesa y expectativa. Recorrió la partitura con una técnica depuradísima, con esa maravillosa voz aterciopelada y rotunda que es capaz de dar las notas más largas como si no le costase ningún esfuerzo. Con esos agudos limpísimos y la seguridad y suavidad de sus pianos y filados. Un delirio. Pero, además, dejó claro desde el principio por qué está considerada una de las grandes figuras del momento, y es que a esta técnica y ese don que le ha dado la naturaleza se une una profesional que canta desde el alma de sus personajes. Desde una estudiada disección de los personajes que interpreta.
El tenor Yusif Eyvazov, marido de la soprano, suele acompañarla no solo en recitales como el del lunes, también en otros compromisos operísticos de su mujer, cantando en las mismas funciones o en noches alternas. Eyvazov también comenzó fuerte, con el aria Ah sí, ben mio… de El trovador de Verdi. Las comparaciones son odiosas, pero en este caso son inevitables. El tenor, digamos, juega en una liga diferente a la de su mujer. Tiene una voz potente, pero tan caudalosa que le traiciona en ocasiones en el legato y las medias voces. Le pierde la pirotecnia, con el resultado de que su timbre suena, en algunas ocasiones, un tanto metálico. Sin embargo, a lo largo de los años, y ayer dio buena muestra de ello, ha ganado en seguridad y aplomo en el escenario hasta convertirse en un gran cantante.
La pareja ha venido, sin duda, a triunfar a Madrid. Con un programa exigente y popular a partes iguales. Y lo hicieron con ese hambre de escenario que suelen experimentar los grandes artistas cuando el viento les sopla de cara. Desde la brutal e indecente invasión de Ucrania por parte de Rusia, la diva decidió cancelar gran parte de sus compromisos, sobre todo en Estados Unidos, especialmente en la Opera Metropolitana de Nueva York, ciudad con la que la soprano de doble nacionalidad rusa y austriaca siempre ha tenido una estrecha relación.
Inmediatamente después de la invasión, la cantante hizo público un comunicado desde sus redes sociales: “Me opongo a esta guerra. Soy rusa y amo a mi país, pero tengo muchos amigos en Ucrania y el dolor y sufrimiento en este momento me rompen el corazón. Deseo que esta guerra termine y que la gente pueda vivir en paz. Sin embargo, quiero agregar una cosa: obligar a los artistas y a cualquier figura pública a expresar públicamente sus opiniones políticas y condenar a su patria es inaceptable. Esto debería ser una elección libre. Como muchos de mis colegas, no soy una persona política. No soy experta en política. Soy una artista y mi propósito es unir a las personas por encima de divisiones políticas”.
Estas explicaciones no fueron suficientes para algunos teatros y compañías, incluida la MET neoyorquino, que recordaron su apoyo explícito a las políticas del Kremlin en el pasado, incluida esa imagen de 2014, cuando se fotografió con una bandera de los rebeldes prorusos de Donetsk.
Más tarde, la cantante en otro comunicado anunciaba su vuelta a los escenarios y se distanciaba de Putin. Aseguró no ser “miembro de ningún partido político” ni estar “vinculada a ningún líder de Rusia”, y admitió: “Reconozco y lamento que mis acciones y declaraciones en el pasado puedan haber sido en parte malinterpretadas”. La diva se vio obligada a asegurar que sólo había visto a Putin en contadas ocasiones, fundamentalmente para aceptar premios por sus logros como cantante o en ocasiones como la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos. “Nunca he recibido subvenciones del Gobierno de Rusia y vivo en Austria, donde tengo mi domicilio fiscal”. Ni por esas. Peter Gelb, intendente de la compañía neoyorquina, aseguró que solo cambiaría de opinión en un caso: “Si Anna demuestra que está verdadera y completamente desligada de Putin a largo plazo, podríamos sentarnos y tener una conversación”.
Todas estas explicaciones de la diva han sido entendidas por la gran mayoría de teatros del mundo que, como el Real, sí han suspendido, sin embargo, la participación de artistas expresamente unidos a Putin o compañías, como el Ballet del Bolshoi, de titularidad estatal rusa. Este recital del lunes, como el de Plácido Domingo, se ha incardinado dentro del Universal Music Festival, probablemente como una forma de evitar dañar susceptibilidades públicas. Aun así, al finalizar el concierto, seis personas con pancartas gritaron al público que abandonaba el teatro, acusando a los artistas de colaboracionismo y a los asistentes de complicidad.
La orquesta titular del Teatro Real, dirigida por Michelangelo Mazza, atacó la obertura de Nabucco –los músicos la tenían bien fresca– como pieza de descanso para los cantantes en la primera parte. Hasta tres teléfonos móviles, uno de ellos durante tres largos tonos, sonaron en el transcurso de la interpretación de esta pieza.
El primer tramo del concierto acabó con el dúo La fatal pietra…, de Aida, de Verdi. Un estupendo aperitivo de las dos funciones que tienen previsto cantar en el Real la próxima temporada. Ella tan solo dos funciones. Él interpretará siete y coincidirá con su mujer solo en una: el 2 de octubre. En esta pieza mostraron una complicidad más allá de lo musical y resultó un preludio perfecto para lo que estaba por venir al final del concierto. Una explosiva escena final del primer acto de La dama de picas, de Chaikovski, con la colaboración de la mezzo Gemma Coma-Alabert. La pareja terminó una interpretación de altísimo voltaje con un prolongado y apasionado beso en escena.
En el principio de la primera parte, Coma-Alabert acompañó a Netrebko en la barcarola de Los cuentos de Hoffmann, de Offenbach, la pieza más popular de la velada junto al preludio de Carmen y Toreador engarde, interpretado por el barítono Elchin Azizov, con el que la soprano había cantado un dúo de El trovador en la primera parte.
En su solo de la primera parte, Yusif Eyvazov cambió el programa que se había promocionado días atrás. Sustituyó la canción Rachel quand du Seigneur, de la ópera La juive, de Halévy, para cantar una de las arias más complicadas de Lucia di Lammermoor, de Donizetti, Tombe degli avi miei… Una vez más de forma tan contundente y técnica que no deja ver la emotividad del personaje que interpreta. Convence en la pirotecnia, pero sin llegar a tocar la fibra sensible.
Para su solo de la segunda parte, Netrebko eligió la complicada Dieu! Quel frisson court dans mes veines?, de Romeo y Julieta, de Gounod, con la que volvió a demostrar una vez más por qué ella es una de las grandes divas de nuestro tiempo.
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