Un rebaño de calidad: Cinco generaciones criando ovejas de Grazalema

Algunas de las ovejas de Grazalema de la pastora Francisca García, fotografiadas por ella misma.

Pastores de generación en generación. Y ya van cinco generaciones. Francisca García es pastora en uno de los espacios naturales más espectaculares de España: el Parque Natural de Grazalema, entre Málaga y Cádiz. No eligió ser ganadera, le hubiera gustado estudiar Medicina. Pero la tradición familiar pesa mucho, y como hija, nieta, bisnieta y tataranieta de pastores, sus ovejas la necesitan. Francis cuida de 300 ovejas de una raza muy especial, una de las más antiguas y en peligro de extinción: la  oveja merina de Grazalema, con sólo 5.000 ejemplares. Nueva entrega de nuestra serie mensual dedicada a las razas autóctonas de ganado, que garantizan la vida en los pueblos, la calidad biodiversa de los paisajes y la salud de nuestra alimentación.

Ahora que tanto se habla de rebaños, vamos a detenernos en uno de absoluta calidad. Esta raza ovina se desarrolló en el siglo XVII en la zona, asociada a la gran calidad de su lana y a la industria textil. De hecho, la manta de Grazalema es uno de los tejidos de mayor calidad y fabricado de forma artesanal. Francis apunta que los pastores no querían chubasqueros, preferían la manta de Grazalema, que chorreaba agua, pero les mantenía el cuerpo caliente y seco.

Grazalema tiene la fama de ser el pueblo más lluvioso de España, con más de 1.700 litros por metro cuadrado de media en invierno. La resistencia a esas condiciones de humedad y frío ha hecho de la oveja merina de Grazalema una raza rústica y bien adaptada a la zona. Algunos rebaños pastan a 1.500 metros de altitud. Son auténticas ovejas montañeras. “El clima es el idóneo para la merina de Grazalema, porque llueve mucho y ellas lo resisten”, nos apunta la pastora.

Francis pelea cada día por mantener su rebaño. Piensa en el día a día porque el futuro no lo ve nada claro. El año pasado fue demoledor. La lana tan afamada de sus ovejas no se paga, no le dieron ni un euro por las 10 sacas que recogió. “Ahora hay que despedirse de la lana, porque no vale nada, se la han llevado sin precio y los productos nuestros están a la caída. Antes, una almohada o un colchón eran de lana, y las mantas eran de lana, pero ahora el textil es todo fibra y nadie quiere trabajar la lana”, lamenta Francis.

Leche para un Queso de Catálogo

La oveja merina de Grazalema produce además una leche de gran calidad, con la que se fabrica el Queso Payoyo, incluido en el Catálogo de Quesos Españoles. Francis sigue ordeñando a mano sus ovejas, algo que parece de otra época. Le gusta hacer lo que hacía su padre y lo que ha funcionado siempre. Esta mujer mantiene a su rebaño en extensivo y la producción es ecológica. Sus ovejas pastan al aire libre y los borregos lactan de las madres hasta que comen solos.

Sí, 2020 fue un año que Francis no podrá olvidar. Y no solo por la pandemia del coronavirus. El 23 de marzo perdió a su madre y ocho meses después a su padre. Los dos con 91 años. Se quedó sola al frente de un rebaño de 300 ovejas y con una situación de confinamiento que no ayudaba. Su tesón a veces flaquea y tiene la tentación de abandonar, pero enseguida piensa con calma y mira el rostro de sus ovejas y no se ve capaz de dejarlas. Su voz se entrecorta cuando piensa en voz alta si estará haciendo bien en seguir con su ganado. Recuerda a su padre que, con 85 años, todavía subía con las ovejas a pastar por la sierra de Grazalema y “tira palante”.

Sólo 5.000 ovejas

La oveja merina de Grazalema se encuentra en peligro de extinción. Son unas 5.000 las que crían los 34 ganaderos agrupados en la Asociación de Criadores de la Raza Ovina Merina de Grazalema (AMEGRA). Hay 11 mujeres y la mayoría de las explotaciones, el 78%, son de carácter tradicional y fruto del trabajo de varias generaciones, como la de la protagonista de este artículo.

Francis es vicepresidenta de la AMEGRA; en 2011, la Diputación Provincial de Cádiz le concedió la Medalla de la Provincia y en septiembre de ese año recibió el Premio de Andalucía de Agricultura y Pesca en la modalidad Iniciativa de Mujeres. Para Francis esos premios son el reconocimiento al trabajo de los mayores. En 2012, la Junta de Andalucía le otorgó la Medalla de Andalucía. “Esos premios son el trabajo de los mayores, de los que se han ido y a los que no se les ha reconocido su trabajo. El campo era lo último. Una medalla solo tiene trabajo mirando para atrás. Mi padre aguantó muchas lluvias para mantener esta raza”, nos dice Francis.

Valorar la biodiversidad, valorar lo local

A Francis le gustaría que esos premios sirvieran para reconocer el valor de las ovejas merinas de Grazalema, y la importancia de criar una raza autóctona en peligro de extinción. Y que se valorara la lana, la leche y la carne de gran calidad que dan esas ovejas. Para Francis sería un orgullo que los restaurantes de Grazalema presumieran en sus cartas de tener cordero de merina de Grazalema, producido en ecológico, para valorar el producto local. “He defendido el campo, a las personas que han estado sin darles valor ninguno, día a día, invierno tras invierno, hay mucho sacrificio detrás”, asegura.

Con el confinamiento del año pasado, nadie quería los corderos y los tuvo que vender a Marruecos y Arabia Saudí, pero todavía no los ha cobrado. “Este año, con el cierre entre provincias y comunidades, el mercado no se ha movido hasta ahora, y tengo mucha incertidumbre, solo pienso en el día a día”, comenta Francis. Y añade: “El campo da muchísimo trabajo, el campo te roba todos los días del año”.

La oveja merina de Grazalema es una aliada de la biodiversidad. Se alimenta de los recursos naturales de la sierra y ayuda en la prevención de incendios, ya que despeja los parajes y limpia lo que podría ser pasto para las llamas. Su pastoreo es clave en el mantenimiento de un ecosistema tan valioso y representativo de Grazalema como es el Pinsapar. Además, la oveja merina de Grazalema proporciona empleo local asociado a la artesanía quesera y a la textil, lo que asienta territorio en núcleos con riesgo de despoblación. Una raza aliada de la biodiversidad y del empleo local.

Aquí puedes leer los otros tres temas que hemos publicado en nuestra serie de reivindicación de la ganadería autóctona, sostenible y en extensivo:

Vacas sayaguesas, que sí son de campo 

Gallinas castellanas negras: no vienen por Amazon

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Comentarios

  • angel coronado

    Por angel coronado, el 19 mayo 2021

    Desasosiego. Me produce desasosiego ver esos museítos de los pueblines. Museítos hechos con las manos, con los sudores y con todas las resignaciones de unos hombres y mujeres que dicen de su pueblo ser el mejor, y si no vea usted esto. Y esto es una pala y un pico, un paño, una cesta y un pedazo de barro seco y con paja al que acompaña un letrero con su “b” de “adobe” como la gramática de Nebrija enseña, porque de lo contrario me pongo a llorar allí mismo. Un desasosiego habría subido a los ojos. Desasosiego. El desasosiego de ver una maravilla indescriptible como si lo fuese de otra manera, a la luz de unas manos, unos sudores y una resignación tributaria de Nebrija.
    Porque las ovejas de Grazalema se me antojan las piezas de un museíto de pueblín, de los que guardan maravillas al soplo del abandono, de los que generan el desasosiego de las flores muriendo en su agua (Ali Smith, del Asombrario de ayer), del jardín da las malas hierbas que nos recuerdan te olvidaste, te olvidaste, te olvidaste de mí. Desasosiego del propio aliento.

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