Y si miráramos todo como miran las ballenas…
Es lo que nos viene a sugerir la artista estadounidense Wu Tsang (1982) con la videoinstalación ‘De Ballenas’, una obra que parte del clásico ‘Moby Dick’ (1851), de Herman Melville, y que evoca un entorno oceánico psicodélico generado a partir de tecnologías de realidad expandida, las empleadas en los videojuegos. Encargada por TBA21 –fundación de arte y acción pública creada hace 20 años por la filántropa y coleccionista Francesca Thyssen-Bornemisza– y estrenada en la pasada edición de la Bienal de Venecia, ahora propone la inmersión a los visitantes del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid. Hasta el 11 de junio.
“Los largometrajes, instalaciones y performances de Tsang surgen de un lenguaje visual que la artista describe como intermedios, estados de inseparabilidad y flujo que no pueden reducirse a nociones fijas de identidad, experiencia o comprensión binaria”, nos aclara la nota de prensa. “De Ballenas está concebida desde la perspectiva de la ballena y la tripulación de marineros que navega a bordo del Pequod”. Soledad Gutiérrez, comisaria de la exposición, la describe así: «Una invitación a experimentar una cosmología alternativa construida a partir de una de las narraciones míticas de nuestro tiempo, y a vivirla a través de los ojos de la ballena”.
De hecho, contemplar la videoinstalación, quedarnos absortos ante ella, tumbados en los grandes cojines que ha dispuesto el Thyssen en la sala ante una enorme pantalla horizontal, nos sumerge en un espacio psicodélico que puede ser el fondo del océano y puede ser el Universo, pueden ser territorios abisales o el abismo del Big Bang, pueden ser colonias de estrellas de mar o cielos estrellados, pueden ser equinodermos o puede ser el interior de uno mismo. El Todo o el Uno en Todo.
El paisaje sonoro, construido con trompas, saxofón, clarinete, arpas y contrabajo, pero también con el sonido del mar y el complejo lenguaje de los cetáceos, invita a dejarse llevar, a fluir, que, a fin de cuentas, es el objeto y objetivo de las creaciones audiovisuales de Wu Tsang, que el lunes explicó en la presentación de su instalación cómo la ballena es la metáfora de un ser con el que nos podemos identificar los humanos, pero, al mismo tiempo, representa completamente la otredad; significa las posibilidades, pero también los límites.
De Ballenas imagina la historia bajo la superficie del océano, ofreciendo una meditación poética sobre la perspectiva de la ballena a través de una inmersión profunda en el cosmos oceánico al que alude la novela de Melville. “Los reflejos siempre cambiantes de la obra apuntan a un mundo más allá del conocimiento y la percepción humana y sugieren el punto de vista de la vida no humana”. Esa sensación de no pisar tierra, de no tocar tierra, no ver tierra. Posibilidades. Límites. Lo no binario. La presencia líquida.
El abismo.
O el renacimiento.
Soledad Gutiérrez añadió en la presentación: “No entramos a ver, sino a sentir, a dejarnos llevar, a sumergirnos a 2.000 metros de profundidad e imaginar otras posibilidades, una forma distinta de estar, olvidando nuestros miedos humanos, traspasando los límites”.
“Una aventura oceánica, cósmica, mística”, la define Guillermo Solana, director artístico del Thyssen. “Se trata de dejarse llevar, sin pensar demasiado sobre ella”.
Una nueva forma de estar en el mundo y, desde luego, en un museo. Dejándose llevar y sin pensar mucho sobre ello.
De Ballenas, que dura horas, propone al visitante sumergirse en el bucle de este psicodélico océano, hasta entrar en trance, en el trance de detener el tiempo cronológico, mientras fuera, en el paseo del Prado de la acelerada Madrid, los coches se apresuran por llegar antes, o al menos a tiempo, a alguna parte.
De Ballenas parte de Moby Dick; or, The Whale, un largometraje mudo de 75 minutos de duración que adapta la novela Moby Dick. Escrito por la artista y cineasta catarí-estadounidense Sophia Al Maria (1983) y dirigido por Wu Tsang, “el vídeo sigue a la ballena blanca en su recorrido por el océano, describiendo una cosmología visual que se resiste a la exploración y explotación de la tierra bajo el colonialismo imperial”. Y videoinstalación y película surgen de la novela del siglo XIX, una especie de Don Quijote para la literatura norteamericana, como la acotó durante la presentación Guillermo Solana. Toda una metáfora, muy actual, del viaje de la Humanidad hacia el abismo. Narra la obsesiva travesía de Ahab, capitán de un barco ballenero que busca vengarse de un cachalote albino gigante que le arrancó una pierna. El escritor Muñoz Molina ha dicho de Moby Dick: “Melville creó un personaje y un símbolo universales, un relato que permite establecer en apenas dos líneas una poderosa alegoría: el hombre enloquecido por una búsqueda imposible y suicida, la caza de la ballena blanca. Más que un símbolo, más que una alegoría: un mito. Porque es la historia de un delirio, Moby Dick se va convirtiendo en un delirio, se contagia de su materia y encarna su desmesura volviéndose desmesurada ella misma”.
Por cierto, en la presentación de De Ballenas, Solana subrayó cómo esta novela, a pesar de contener todos los tópicos machistas, racistas y aburridos de la época, puede también considerarse rupturista (como rupturista es hoy la creatividad de Wu Tsang), porque plantea una relación homosexual, incluso matrimonio, entre dos hombres de la tripulación del Pequod: el joven Ismael y su “compañero de cama”, Quiqueg, un joven indonesio tatuado y arponero (Melville no escatimó simbología). Llegamos a leer párrafos como estos, inverosímiles en 1851: “No sé cómo es eso, pero no hay sitio como una cama para las comunicaciones confidenciales entre amigos. Marido y mujer, según dicen, se abren allí mutuamente el fondo de las almas, y algunos matrimonios viejos muchas veces se tienden a charlar sobre los tiempos viejos hasta que casi amanece. Así, pues, en nuestra luna de miel de corazones, yacíamos yo y Quiqueg, pareja a gusto y cariñosa”. “Nunca en mi vida he dormido mejor. […] encontré que Quiqueg me había echado el brazo por encima del modo más cariñoso y afectuoso. Se habría pensado que yo había sido su mujer”.
Dejarse llevar. Como Ismael. Mecidos por el oleaje y sin pensarlo demasiado. Absortos en el fondo del océano o del universo.
Y un por cierto más: Francesca Thyssen aprovechó el oleaje para anunciar el relevo de Carlos Urroz al frente de TBA21 –“he de agradecerle estos cuatro años de colaboración en los que nos ha facilitado el desembarco de la fundación en España”– por una codirección de Markus Reymann y Rosa Ferré, quien hasta ahora llevaba el timón de Matadero Madrid.
‘De Ballenas’, de TBA21 con la colaboración de la Fundación Ecolec, puede verse en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza hasta el 11 de junio.
En este tiempo habrá siete pases gratuitos de la película ‘MOBY DICK; or, The Whale’ en el salón de actos del museo. Además, Educa Thyssen ha preparado diversas actividades en torno a la videoinstalación.
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