8 de septiembre: recuperando la Extremadura más rupturista

Corte de tráfico por los detenidos en INDUYCO. Valdesalor (Cáceres), 1989. Detalle de la foto de Javier Figueiredo que se ha utilizado para la portada del libro.

Hoy, 8 de septiembre, se celebra el Día de Extremadura. Con este motivo, nos detenemos en la obra ‘Extremadura anarquista. Siglo y medio de movimiento libertario, represión y contracultura’, en la que Chema Álvarez repasa parte de la memoria silenciada de una de nuestras comunidades con más historia, pero, al mismo tiempo, más desconocida.

Puedes seguir al autor, Rubén Caravaca Fernández, en Twitter, aquí: @rubencaravaca

Julio Verne recurrió a los conocimientos geográficos de Élisée Reclus para documentar algunas de sus novelas más famosas. Reclus fue uno de los comuneros más comprometidos en la toma de la Comuna de París. Vicente Blasco Ibáñez, amigo personal, prologó la edición española de su Novísima geografía universal (1906); el francés está considerado como el “primer ecologista conocido».

Mijail Bakunin le organizó un viaje para que difundiera las ideas anarquistas en nuestro país, proyecto que al final realizó el italiano Giuseppe Fanelli. Reclus conocía España, hablando perfectamente castellano. En sus textos menciona viajes por Las Hurdes y las Batuecas –antes que Maurice Legendre, Alfonso XIII o Buñuel–, sus impresiones sobre Monfragüe, Plasencia, Cáceres, Mérida, Guadalupe, Montánchez, Villanueva de la Serena o Don Benito, comentando que la Conquista de América fue la causa “de la despoblación sufrida por Extremadura”, a consecuencia de que “las imaginaciones se inflamaron; una ansia general de aventuras se apoderó de los habitantes; la pacífica agricultura fue considerada una profesión despreciable, y millares de hombres, que no podrían embarcarse para América, fueron a buscar fortuna en las ciudades y los ejércitos”.

De todo esto da cuenta Chema Álvarez en su Extremadura anarquista. Siglo y medio de movimiento libertario, represión y contracultura (@Jarramplas_Ed.), repasando parte de la memoria silenciada de una de nuestras comunidades con más historia, existencia anterior a la propia España, y al mismo tiempo más desconocida. Seis capítulos, cerca de 500 páginas, para aproximarnos a los inicios del anarquismo extremeño.

A los protagonistas y grupos de internacionalistas –seguidores de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) / Primera Internacional de los trabajadores–, a sus medios de difusión y propaganda. La Sociedad Germinal Obrera, fundada en 1899 que “supuso para Badajoz y su provincia la introducción de un modelo organizativo societario… que inspiró al principio cierta inquietud en la pequeña sociedad burguesa y republicana de la ciudad”. La Unión Femenina, sociedad de mujeres creada en 1902, resistió la represión desde su creación.

Ni educación religiosa, ni educación laica

Fomentar la educación, una de sus labores fundamentales. En 1900, el 61% de la población mayor de seis años en Badajoz era analfabeta. Formación racionalista diferenciada de la laica francesa que “ha sustituido la fe en la Iglesia por la fe en el Estado”, en palabras de Ferrer i Guardia en la Escuela Moderna. La racionalista y científica se encarga de “persuadir a los futuros hombres y mujeres que no han de esperar nada de ningún ser privilegiado (ficticio o real), y que pueden esperar todo lo racional de sí mismos y de la solidaridad libremente organizada y aceptada”. Al anunciarse la creación de la primera escuela extremeña siguiendo las premisas del Comité Internacional pro una Enseñanza Anarquista –Piotr Kropotkin, Leon Tostoi y el mismo Élisée Reclus formaban parte de este–, la reacción contraria de la prensa local fue manifiesta.

En la Escuela Popular de Mérida, impulsada por la Sociedad Obrera La Productora, tuvo lugar el primer congreso de la Federación Regional de Sociedades de Sociedades Obreras (1907), uniéndose a la Confederación Regional Solidaridad Obrera que en 1910 daría luz a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT).  En el desarrollo del movimiento libertario tuvo un papel esencial las diferentes publicaciones (periódicos, folletos, libros…) de elaboración propia surgidas por toda la comunidad. El alcance de los grupos de afinidad “formados entre 4 y 20 miembros a quienes unían la afinidad personal y la lealtad mutua… tenían como objetivo llevar a cabo la labor de propaganda y oponerse a todo aquello que pudiera frenar la marcha de la emancipación del individuo y de la revolución social” o los Ateneos libertarios, auténticos centros culturales alternativos con múltiples actividades, desde espectáculos de todo tipo a “experiencias nudistas, vegetarianas…”, sin obviar historias de represión, verdugos, muertes, asesinatos silenciados, depuraciones, bibliocaustos, cárceles, campos de concentración… todavía velados.

Con la restauración borbónica corren otros tiempos. Nuevas acciones, insumisiones, coordinadora feminista, movimiento estudiantil, huelgas, objeción de conciencia, antinuclear, anti-OTAN, desobediencia civil, publicaciones, propuestas culturales, musicales… tan desfiguradas como las vividas en las tres primeras décadas del siglo pasado.

La culpa fue de La Fura

Nuevas historias y represión, igualmente silenciadas. Fanzines, cómics, radios libres o un movimiento punk oculto en casi todos los relatos sobre nuestra cultura popular de los “movidos ochenta”. Cronistas oficiales olvidando la periferia, enfatizando casi exclusivamente las propuestas de la industria cultural. Ninguna mención a los tres ejes del punk extremeño, a Apaloseko (APSK), su grupo más conocido, ni por supuesto a grupos de la comunidad integrados exclusivamente por mujeres.

Álvarez nos remite al blog para situar en 1984 el origen del movimiento en Extremadura, actuación de la Fura del Baus en el Frontón de la Ciudad Deportiva de Cáceres, “que hubo que suspender, porque antes de comenzar los artistas de la Fura a romper sus lavadoras, televisores y coches, apareció un grupo de punkis y los destrozaron ellos, armando una buena bronca. Algunos dicen que los punkis eran de la zona del Carneril, uno de los barrios obreros de la capital mangurrina”, omisiones reveladoras de clasismo y centralismo.

El libro nos aproxima a aquellos contextos gracias a investigaciones realizadas, en archivos locales, regionales, nacionales e internacionales, por su autor. Labor silenciada, poco reconocida, difundida en pequeñas editoriales ligadas al territorio o en medios como El salto diario, donde Álvarez divulga sus textos. Existe un interés evidente por mostrar solo una parte de la realidad extremeña, ocultando la más dinámica, rupturista y alternativa.

Desde estas páginas intentamos mostrar otros tipos de escenarios. En un día como hoy invitamos a su lectura, huir de artificios, aproximarnos y conocer entornos poco explorados:

Un 25 de marzo silenciado: revuelta campesina en Extremadura

El carnaval que convoca a las Ánimas Benditas de la España vaciada

Extremadura vuelve a apostar por las Arquitecturas Colectivas

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