Orlando: la violenta película de un veterano de guerra herido de amor
Una arriesgada y oscura puesta en escena de Claus Guth logra convertir el magnífico ‘Orlando’ de Handel en un atractivo y contemporáneo artefacto teatral en el Real de Madrid. Un elenco de grandes voces y actores transforma uno de los libretos más planos de la ópera barroca en una ‘película’ de género protagonizada por un veterano de guerra enfermo de Síndrome de Estrés Postraumático.
Una de las razones por las que una buena parte de los directores de escena del mundo consideran Orlando como una pesadilla radica en que la acción que se desprende de su libreto es prácticamente inexistente. El drama de Orlando es psicológico y es en el fuero interno de los personajes donde se escenifica, en realidad, la lucha de sentimientos que enfrenta a unos amantes rivales azotados por las caprichosas leyes del amor y del deseo mientras deambulan por escenarios arcádicos de naturaleza idílica y mágica. Con estos ingredientes, ¿cómo se puede construir una obra de teatro fluida que atrape la atención del espectador? Hace falta una idea brillante y tener la capacidad de que el público te acompañe con fe ciega como lo haría ante una película de Lars von Trier.
En el libreto anónimo basado en el de Carlo Sigismondo Capece que había sido utilizado por Scarlatti para L’Orlando, overo La gelosa pazzia y basado a su vez en el Orlando furioso de Ludovico Ariosto, se nos presenta al caballero Orlando como un hombre de férreas convicciones desencantado de la vida aventurera de batallas, polvo y armaduras. El héroe está atrapado, sin embargo, por un amor no correspondido y es tal su necesidad de amar y ser amado que caerá en un pozo de locura. Zoroastro, un mago amigo y casi confesor del protagonista, será quien logre encaminarlo hacia la rectitud de la gloria militar y quien milagrosamente deshaga los desastres de este cometa empujado por el delirio amoroso y los celos.
Y aquí es donde vienen la idea brillante y el acto de fe: Claus Guth, director de escena de esta producción de 2019 del Theater an der Wien que ahora llega al Teatro Real, decide darle un giro a la historia y presentarnos a Orlando como un veterano de guerra cuya locura se justifica por los horrores que ha vivido en la guerra. Es el Síndrome de Estrés Postraumático el que lo convierte en un terrorista doméstico y no el amor en sí mismo. Tal vez la idea no sea del todo nueva. El director de escena Harry Fehr, en su producción para la Scottish Opera de 2011, ya mostró a Orlando como un traumatizado piloto de la RAF internado en un hospital de guerra en los años 50 y a Zoroastro como su psiquiatra, que le prescribe una terapia de electrochoque para curarle. Pero Guth va mucho más allá, mezclando la realidad con la locura de forma cinematográfica. Tanto que descubriremos que gran parte de lo que hemos visto en escena no es otra cosa que algo que tan solo tiene lugar en la cabeza del protagonista durante una de sus violentas crisis y asistiremos a un arriesgadísimo flashback que pondrá a prueba al espectador.
Los personajes viven en una humilde urbanización en lo que parece ser un lugar indeterminado de Florida. Orlando podría haber padecido las pesadillas de la guerra del Vietnam y vive con demasiado acceso al alcohol y las drogas. Es un hombre inestable con una enfermedad mental, herido de amor y convertido en un violento acosador que supone una peligrosa presencia para todo el que se cruza con él y, sobre todo, para sí mismo. Guth deja difuminados los planos de la realidad y de la locura para que seamos muy conscientes de que la amenaza es muy seria. Pero, al mismo tiempo, muestra pistas y detalles que inciden en lo delirante. Nos mete dentro de la cabeza del héroe y nos obliga, sin darnos cuenta, a compartir sus pesadillas.
El reto mayor consiste, entonces, en encontrar una solución para el personaje de Zoroastro. Guth opta por desdoblarlo. El mago será al mismo tiempo un funcionario, una especie de trabajador social del Ejército y un mendigo capaz de soltar las verdades que solo un alcohólico es capaz de verbalizar. El resultado de la propuesta de Guth es magnético e inquietante a partes iguales. El director consigue atrapar nuestra atención a través de una bomba humana llamada Orlando, impredecible y brutal, que podría estallar en cualquier momento.
En lo musical nos encontramos ante la que está considerada una de las mejores partituras de Handel, con la que el compositor decidió dar un giro a su estilo. No contiene cambios radicales, pero sí novedades que suponen descargar la partitura de artificios virtuosísticos otorgando más importancia a la estructura teatral por medio del recitativo acompañado y los ariosos. Ivor Bolton, director musical de esta producción y experto en música de la época, nos brinda una lectura tal vez preciosista de la partitura, que se regodea en la orfebrería handeliana, lo que es de agradecer en los pasajes más sentimentales de esta ópera, que son muchos. Tal vez en otros momentos se eche de menos un tempo con más brío y soltura.
Gran parte del elenco elegido para estas siete funciones del Teatro Real que terminarán el día 12 de noviembre es el mismo que estrenó esta producción en Viena en 2019. El papel principal está interpretado por el contratenor francés Christophe Dumaux, un magnífico cantante que suele ser reclamando por directores como William Christie o Emmanuel Haïm. Es inolvidable su papel de Tolomeo en la producción de Julio César en Egipto de David McVicar del Festival de Glyndebourne, que más tarde también interpretaría con un brutal éxito de crítica en la Ópera Metropolitana de Nueva York. Este Orlando le viene como anillo al dedo. Se trata de un cantante que posee grandes capacidades actorales y se divierte con los retos escénicos.
La Angelica de la soprano Anna Prohaska fue la más irregular de la noche en el estreno del pasado día 31. Su interpretación fue de menos a más, pero en el primer y parte del segundo acto parecía no estar muy cómoda sobre el escenario. Todo lo contrario ocurrió con el contraternor Anthony Roth Constanzo, que despachó un Medoro de altísima calidad, al igual que la Dorinda de Giulia Semenzato. El Zoroastro desdoblado de Florian Boesch fue de lo mejor de la noche. El barítono austriaco cantó el papel con garra y una emoción impresionantes. Pero no solo destacó en lo musical. Claus Guth le impone retos complicados y atrevidos, sobre todo en la parte en la que interpreta al alcohólico indigente, y el cantante logra componer un personaje perfecto dentro de la complejidad que le impone el director de escena. Completa un elenco que hace brillar mucho esta atrevida puesta en escena, que es de agradecer ver en un Real cada día más abierto al riesgo y la sorpresa.
Puedes consultar aquí las funciones y entradas para ‘Orlando’ de Handel en el Teatro Real.
No hay comentarios