El amor de Tristán e Isolda arrasa en el Real con un reparto de lujo

El tenor Andreas Schager y la soprano británica Catherine Foster, en ‘Tristán e Isolda’, de Wagner, el martes en el Teatro Real de Madrid. Foto: Javier del Real.

‘Tristán e Isolda’, de Richard Wagner, bajo la dirección musical de Semyon Bychkov y con la soprano británica Catherine Foster y el tenor austriaco Andreas Schager en los papeles protagonistas, conquista al público de Madrid, que recompensó la maratoniana sesión musical con 10 minutos de aplausos ininterrumpidos.

Hace ahora casi un año, en la rueda de prensa de presentación de esta temporada 22-23 de ópera en el Teatro Real, su director artístico, Joan Matabosch, aseguró que la presencia del director Semyon Bychkov al frente de un elenco espectacular para la dirección musical de Tristán e Isolda sería algo para recordar: “Ellos son probablemente algunos de los protagonistas mejores en el mundo para interpretar este título wagneriano”. Y probablemente tenía razón.

El pasado martes, día del estreno de la primera de las cuatro funciones que se ofrecerán de la ópera, el director ruso nacionalizado estadounidense se puso al frente de una nutridísima orquesta del Teatro Real que ocupaba casi todo el escenario del coliseo y logró sacar lo mejor de ella. Probablemente su carisma y su conocimiento de la obra fueron todo un revulsivo para los músicos a los que Bychkov, obviamente, supo motivar hasta el extremo. Toda la ópera fue un arrebato de musicalidad, lirismo, plasticidad, color y poesía.

Todos los solistas cantaron sin partitura e interpretando sus papeles en una dramaturgia sin subrayados, pero con toda la intensidad que demandan los personajes. Tanto que el hecho de que no se ofreciera en versión escenificada fue casi una anécdota. El concierto semiescenificado con coordinación escénica de Justin Way, director de producción del propio Teatro Real, permitió al público sumergirse de lleno en la música de Wagner, pero, al mismo tiempo, recrearse con el drama considerado por muchos como el epítome del romanticismo. El amor como privación de la voluntad de la vida y la aspiración al no-ser; esa idea de Schopenhauer que sirvió de luz al compositor para construir una obra que, según Bychkov, “cambió nuestra idea de lo que puede ser la música; algo que no suele ocurrir más de una o dos veces cada siglo”.

El elenco previsto sufrió un cambio sustancial de última hora. La soprano Ingela Brimberg, anunciada para el papel de Isolda, fue sustituida por la británica Catherine Foster, una cantante con una voz perfecta para papeles wagnerianos, que volverá a interpretar a la princesa irlandesa este agosto en el Festival de Bayreuth. Fue una de las gratísimas sorpresas de la velada. Tristán corrió a cargo del tenor austriaco Andreas Schager, considerado una de las mejores voces del mundo para interpretar este papel. Schager sorprendió al público del Real con un brillantísimo Siegfried en la producción del ‘Anillo’ de Robert Carsen, cuyos dos últimos episodios se vieron tocados de lleno por la pandemia. Dos heroicas representaciones culminadas por un ‘Ocaso de los dioses’ con el que el tenor, sin duda, enamoró a los aficionados madrileños.

El director de orquesta Semyon Bychkov durante la representación de ‘Tristán e Isolda’ en Madrid. Foto: Javier del Real.

La química de los dos cantantes en la escena final del primer acto hizo presagiar un segundo acto electrizante. Y así fue. La segunda escena quedará para el recuerdo. Ambos intérpretes se entregaron con pasión. “Oh, desciende, noche de amor, dame el olvido de que vivo! ¡Recíbeme en tu seno, libérame del mundo!”, cantaron ambos y realmente fue como si se obrase un encantamiento: en aquel momento sólo existían esas dos almas en el mundo cantando, sufriendo de amor, sobreponiéndose a una orquesta que tejía esa música obsesiva, obstinada y embriagadora. La lámpara del teatro iluminada por una luz azul que teñía toda la atmósfera mientras los dos cantantes se entregaban a ese éxtasis de amor que crece y crece sin encontrar resolución posible como levitando en un abrasador arrebato inacabable: “Así moriríamos para estar más unidos, ligados eternamente, sin fin, sin despertar, sin angustias, sin nombre, aprisionados por el amor, entregados el uno al otro, ¡para sólo vivir por el amor!”.

Schager se enfrentó al Tristán malherido, delirante y enfermo de amor del tercer acto arriesgando al máximo. Luchó contra los elementos y el cansancio de la recta final de un papel que él mismo ha definido como maratoniano. “Como los corredores, llega un momento en el que crees que no vas a ser capaz de terminarlo, pero la música te lleva y te sobrepones y finalmente lo acabas y no sabes bien cómo has podido conseguirlo”, asegura el austríaco. Lo dio todo, se entregó como sólo los grandes saben hacer, se creció ante algún que otro problema y con una generosidad digna de elogio rubricó un emocionantísimo Tristán que el público ovacionó con entusiasmo, rendido ante la hazaña de un héroe.

El bajo alemán Franz-Josef Selig fue un sobresaliente rey Marke, sobre todo en su parlamento en la tercera escena del segundo acto. La mezzo Ekaterina Gubanova compuso una Brangäne oscura y enigmática, mientras que el barítono alemán Thomas Johannes Mayer fue un amoroso y sincero Kurwenal cantado con emotividad y fuerza a partes iguales. La sección masculina del coro del Teatro Real brilló en el primer acto.

En definitiva, el Teatro Real ofrece una oportunidad inmejorable para sumergirse en esta partitura legendaria y arrolladora de Wagner en unas representaciones que ponen en valor la esencia musical de la obra sin más artificio que la voz y el alma humanas.

Puedes consultar aquí las funciones y los elencos de ‘Tristán e Isolda’ en el Teatro Real de Madrid.

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