Un ‘bosque comestible’ en Canarias donde había un cultivo de ‘papas’

Una finca familiar repensada y regenerada por sus dueños para obtener alimentos de proximidad. Foto: César-Javier Palacios.

Vemos los bosques como bellos espacios forestales que producen oxígeno, madera y nos regalan alegrías a quienes los paseamos. Pero también nos pueden dar de comer mientras realizan algo milagroso, regenerar suelos empobrecidos, devolviéndoles una vida (flores, insectos, lombrices, aves) que la agricultura mal entendida les había robado. Así lo piensa, y lo está haciendo realidad, la Fundación Canarina en el sur de la isla de Tenerife. “La tierra es súper generosa y solo tenemos que darle un poquito para que nos devuelva mucho”, explica Anne Striewe, su entusiasta directora, bióloga, máster en Gestión Ambiental, guía oficial de Turismo y alma mater de un proyecto feliz que nace con la ambición de mejorar el mundo mejorando nuestros entornos. Vamos a conocer este proyecto de agricultura regenerativa y recuperación de un bosque autóctono en Canarias.

Todo comenzó con la pandemia, o, mejor dicho, gracias a la pandemia. Después del mazazo del confinamiento, había que darle una vuelta a la vida. ¿Qué es lo que más habíamos echado de menos durante el angustioso encierro? Aire libre, el campo, alimentos locales y de calidad, el canto de un pájaro, el vuelo de las mariposas. Hacía falta firmar un nuevo tratado de amistad con la naturaleza, recuperar sus ritmos, sanar a su lado. ¿Por qué no empezar con la finca familiar? En lugar de venderla, dedicarla a una causa benéfica, convertirla en estandarte de una nueva relación de las personas con su entorno, más sostenible y equilibrada. Total, como señala divertida Anne, “en nuestra familia hemos decidido no reproducirnos”. No había problema con los inexistentes herederos.

También podían haber reclasificado los terrenos, venderlos e invertir la ganancia en el siempre lucrativo comercio de comprar apartamentos, pero la especulación es algo que, a esta familia asentada en Canarias en los años 80 y ya canaria, no le interesa. Mucho mejor apostar por un futuro humanista.

El padrastro de Anne es Horst Eckert, más conocido por su alias Janosch, famoso dibujante de historias gráficas que algunos consideran el Quino alemán. A sus 90 años, la idea le gustó, pues siempre ha tenido unas profundas convicciones ecologistas basadas en el amor y el respeto a la naturaleza. Su esposa Inés también ha estado involucrada en proyectos de protección ambiental, así que igualmente aplaudió la idea propuesta por su hija Anne. Crear una fundación basada en el convencimiento de que “es de vital importancia un cambio en la forma que tenemos los humanos de relacionarnos con la naturaleza y con todos los seres vivos que la integran, incluidos los propios humanos”. Trabajar la educación ambiental en Canarias, pero también desarrollar proyectos sobre el terreno que demuestren que otro mundo, mejor y más sostenible es posible. Y hacerlo inspirados en una hermosísima flor, la Canarina canariensis, la bicanera, una campanilla trepadora exclusiva de la laurisilva canaria, delicado símbolo de la sorprendente y frágil naturaleza canaria.

Resucitar a un muerto

Pero la finca Tamaide, la de la familia Eckert, estaba muerta, biológicamente hablando. Después de siglos de intensa explotación agrícola, la tierra había quedado empobrecida, prácticamente estéril. Fue el primer gran reto de la recién creada fundación. ¿Sería posible devolverla a la vida?

La agricultura regenerativa obró el milagro de su resurrección, pero la intención final no es conseguir una gran explotación agrícola. Sus promotores pretenden que esos cultivos previos aporten alimentos saludables, mejoren el suelo y favorezcan la recuperación de un bosque autóctono prácticamente extinguido, el termófilo canario. Que con él regresen a estas resecas laderas árboles tan especiales como sabinas, acebuches, almácigos, dragos y palmeras. Y que a su sombra prosperen las plantas y animales propios de este maltratado ecosistema insular. Su ambición no puede ser más loable: “Creemos firmemente que el cuidado y cultivo del bosque nos hará volver a lo que somos; el bosque nos cuidará y nos cultivará, porque somos bosque”.

Crear un bosque autóctono productivo y comestible, ahí es nada. Un sistema agroforestal basado en la agroecología, la permacultura y la “forestería análoga” ideada por Ranil Senanayake (Sri Lanka) que, según explica la fundación en su página web, “pretende convertirse en un faro agroecológico que sirva de referente en la zona y funcione como un sistema productivo estable, resiliente y sostenible”.

Hace unas semanas El Asombrario tuvo el privilegio de conocer esta finca, que todavía está en proceso de regeneración y aún no se ha abierto al público. En apenas dos años de trabajo, el lugar se ha convertido en una florida selva por donde corretean gallinas felices, los martinetes acuden por las noches a pescar a sus charcas e incluso el búho chico aprovecha para bañarse y merendar algún que otro ratón despistado.

Aprovechando nuestra participación en Letras Verdes, un encuentro nacional de literatura sobre naturaleza y mundo rural, catamos vinos, quesos y paisajes en la sede de la Fundación Canarina mientras entrevistamos a Anne Striewe. Sus ojos profundamente verdes son del mismo color esperanza de este bosque comestible ya convertido en admirable reducto de tranquilidad, buenos alimentos y gozosas ideas.

Una visita a la finca resucitada para hablar sobre ella y que sirva de ejemplo. Foto: César-Javier Palacios.

¿Por qué Tenerife?

Porque es donde vivimos. No tiene sentido pensar en sitios lejanos, como salvar a los pangolines o los osos panda en el otro lado del globo, cuando te das cuenta de los problemas que existen donde tú vives y donde hay muchas cosas por hacer. Un territorio tan frágil y sobreexplotado como Canarias necesita mucho de este trabajo.

¿Qué buscáis con este proyecto?

La finca había estado dedicada al cultivo de la papa. Se ha conseguido recuperar el suelo, que estaba esquilmado porque la papa es un cultivo muy demandante de productos químicos. Hemos dedicado muchos esfuerzos para regenerar este suelo y atraer especies autóctonas. Pretendemos recuperar el ecosistema que había en este lugar antes de que todo se dedicara a la agricultura, en tiempos prehispánicos.

Después de la conquista, las medianías eran los sitios más aptos para la agricultura y fue donde más rápidamente se quitó el bosque termófilo, se roturó todo para crear campos de cultivo. El termófilo es el ecosistema más esquilmado de Canarias, apenas quedan representaciones naturales. Queremos recuperarlo, o por lo menos imitarlo. Y a su vez queremos que sea un bosque productivo, porque estamos intercalando frutales y hortalizas. El futuro de la finca será combinar una parte de bosque con otra parte productiva que nos permita obtener alimentos de una forma ecológica y sostenible.

Anne Striewe, presidenta de la Fundación Canarina.

¿Y cómo queréis conseguirlo?

Estamos combinando distintas técnicas como agroecología, permacultura y forestería análoga que tratan de imitar bosques, en este caso el bosque autóctono termófilo. Que la naturaleza tenga su lugar y que al mismo tiempo nosotros podamos obtener alimentos ecológicos locales, de kilómetro cero. No se trata solo de recuperar la flora natural, sino también de atraer insectos polinizadores y aves. En muy poco tiempo hemos visto cómo el ecosistema completo se está recuperando.

¿Aspira este proyecto a convertirse en modelo eco-agrícola?

Aquí hay un montón de saberes tradicionales que se están perdiendo. También mucho cultivo abandonado o en desuso. También hay mucha gente joven que querría volver al campo, pero no sabe cómo hacerlo. Nosotros pensamos que con nuestra ayuda pueden implementar las técnicas que estamos desarrollando y darse cuenta de que un sitio puede ser productivo y dar alimentos sin necesidad de utilizar productos químicos o ir contra natura produciendo fuera de temporada o aplicando pesticidas. Incluso las plagas tienen su función y las puedes controlar de una manera natural atrayendo otros insectos, buscando ese equilibrio. Queremos demostrar que la naturaleza funciona, que, si no somos tan intervencionistas, el sistema puede funcionar bien.

En esta finca se respira ante todo tranquilidad. Háblanos de estos ritmos.

Es importante darte cuenta de los ritmos que tiene la naturaleza. Cuando dejas que esos ritmos fluyan también, se produce un cambio en ti, aprendes a observar, a darte cuenta de cómo crecen las cosas, qué necesitan. Aprendes a observar los insectos polinizadores, las aves. Por eso también esta finca puede ser un lugar donde la gente pueda conectar con la naturaleza. Que pueda tener esa función terapéutica, lúdica o recreativa, además de la agrícola.

Creo que también figura en el proyecto aunar arte con naturaleza.

Estamos viendo la posibilidad de desarrollar una vertiente artística, ya que nuestro mecenas, el fundador de esta entidad, es un artista. Tender ese puente hacia las artes y crear un espacio donde se puedan realizar residencias artísticas vinculadas siempre con nuestros fines, con la ruralidad, con el medio ambiente y la naturaleza. Un lugar donde puedan venir los artistas a crear durante un tiempo desarrollando sus proyectos.

¿Ha sido muy complicado recuperar Finca Tamaide?

Ha sido un gran esfuerzo físico y económico, pero la tierra ha respondido muy rápido. Estamos tan acostumbrados a extraer, a aprovechar y a explotar, que a poco que le devolvamos la tierra es muy agradecida. La verdad es que en pocos años hemos notado que devolviéndole un poquito ella nos ha dado mucho más.

Si no tenemos esa prisa, con darle un poco de mimo, de cariñito, el beneficio es siempre mayor. Ha costado en cierto sentido, pero en otro nos ha venido de vuelta multiplicado por mil.

  COMPROMETIDA CON EL MEDIO AMBIENTE, HACE SOSTENIBLE ‘EL ASOMBRARIO’.

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