Claus Guth: «Tras esta ola reaccionaria llegará un rayo de sensatez»

El director de escena Claus Guth, durante uno de los ensayos de ‘Mitridate, re di Ponto’ en el Teatro Real de Madrid. Foto: Javier del Real.
El director de escena alemán Claus Guth se encuentra estos días en Madrid para ultimar los ensayos de la nueva producción de la ópera ‘Mitridate, re di Ponto’, de Mozart, que se estrenará mundialmente en el Teatro Real el próximo 23 de marzo. Guth es un viejo conocido sobre las tablas del Teatro Real. En los últimos años hemos podido ver en Madrid sus producciones de ‘Rodelinda’, ‘Lucio Silla’, ‘Las bodas de Fígaro’, ‘Don Giovanni’ y ‘Orlando’. En un descanso entre ensayos, el director de escena recibe a ‘El Asombrario’ para charlar no solo del shakesperiano y edípico contenido de ‘Mitridate’ y de cómo lo ha afrontado en esta nueva producción, también del mundo un tanto a la deriva que nos ha tocado vivir.
Cuenta Claus Guth que entre sus compañeros y siendo estudiante se hacía y hace siempre la misma broma cuando alguien quiere cambiar de asunto o no quiere responder a una pregunta. “Fingimos que recibimos una llamada del superintendente (general manager) de la Ópera Metropolitana de Nueva York”. Obviamente, una llamada que no se puede rechazar ni dejar esperar. Prácticamente al comenzar esta entrevista el teléfono móvil de Guth empezó a vibrar. Le dio la vuelta al aparato para ver quién llamaba y pude leer claramente el nombre de Peter Gelb. Fue entonces cuando por primera vez empecé una entrevista con una pregunta retórica del entrevistado: “Qué casualidad, el MET. ¿Me permites que coja la llamada, verdad?».
No es de extrañar que se dé esta coincidencia. El próximo 29 de abril se estrenará en Nueva York su producción de Salomé y parece que al otro lado del charco hay cosas por afinar todavía. Así que comenzamos la conversación de esta manera:
Ya que ha ocurrido esto, permítame que mi primera pregunta no sea sobre ‘Mitridate’ sino sobre la ‘Salomé’ que va a presentar el mes que viene en el Metropolitan de Nueva York. ¿Es la misma impresionante producción que ya se pudo ver en el Bolshói de Moscú y que recibió tan buenas críticas?
Sí, sí. Es la misma producción. Y no sé si puedo decirlo ya, pero este montaje estará también aquí en Madrid pronto.
¿La temporada que viene?
No, todavía falta un poco, pero creo que no es oficial. Quizás no debería decir esto oficialmente. Vale, podemos decir quizás. Tenemos que preguntarle a Matabosch [director artístico del Teatro Real]. Pero sí. Llegará a Madrid.
Hablando de Moscú, es usted un usuario muy particular de la red social Instagram. Ahora sube sólo publicaciones que duran 24 horas y desaparecen, pero cuando estuvo en Rusia hizo, (y conserva) casi un reportaje de la situación en Moscú en 2021.
Fue en medio de la crisis del coronavirus y en medio de las protestas por la detención de Alexei Navalny. Incluso fui arrestado por un corto periodo de tiempo. Esa estancia en Moscú fue una de las experiencias más intensas de mi vida. El resto del equipo se quedó en un hotel frente al Bolshói, pero yo decidí quedarme en otro lugar, en un piso alquilado. Me parecía que estaba viviendo un momento histórico e importante, así que decidí que quería verlo todo. En mi tiempo libre me iba solo en el metro de aquí para allá y realmente creo que sufrí un choque cultural al principio, pero luego he de decir que todo me fascinó. Me di cuenta de que nuestra imagen de Rusia está muy determinada por las cosas que dice y hace el señor Putin, pero es un país mucho más rico e interesante.
¿En qué sentido? ¿A qué se refiere exactamente?
Cuando tienes la oportunidad de mirar detrás de toda esa información dirigida, de toda esa imagen preconcebida de Moscú, puedes ver que detrás, escondido en el fondo, hay un mundo muy, muy abierto, pese a la situación política del país. Tiene una vida cultural muy, muy rica. Tal vez casi clandestina, pero increíblemente rica y abierta. Puedes ver teatro radical, producciones interesantísimas, museos fascinantes. Y aunque no lo creas y no se vea, existe una comunidad LGTBI muy establecida.
Pero políticamente ese país…
Bueno, sí. Es la misma cosa inquietante que con Trump en Estados Unidos. Ya sabes a lo que me refiero. Pero vivir allí aquellos días cambió mucho mi imagen en el buen sentido, porque tuve encuentros fascinantes con artistas y personas muy emocionales. Es una ciudad en la que hay muchos fanáticos del teatro y de la ópera, de la música. Gente que sabe mucho y con la que da gusto hablar. Es algo que es más complicado encontrar en Estados Unidos. Pero, claro, ese fue el lado positivo. También asistí de primera mano a parte del lado oscuro de Rusia. La detención de Navalny y esas manifestaciones que la policía podía limpiar en pocos minutos… Fue muy impactante. Y además nevó durante cuatro semanas y hacía una media de 20 grados bajo cero. Es una ciudad fascinante.

El director de escena Claus Guth, en el centro con gorra, durante un ensayo de ‘Mitridate, re di Ponto’, con el tenor Juan Francisco Gatell y la soprano Sara Blanch. Foto: Javier del Real.
Esa colección de ‘stories’ de Instagram funciona de una manera perfecta sin utilizar ni una sola palabra. Es realmente asombroso. Tiene usted la capacidad de mirar el mundo de una forma muy clarividente, como hace en el escenario. Por eso no puedo evitar preguntarle sobre política. Sobre esta locura de mundo que estamos viviendo desde que la extrema derecha vuelve a tener un peso específico. Siendo usted alemán, ¿qué sensaciones tiene sobre el futuro del mundo?
Hay un lado emocional en mí que está francamente aterrorizado y preocupado por todo esto. Sobre todo, por la velocidad a la que suceden las cosas. Situaciones que pensabas que eran imposibles hace un año se hacen verdad de repente. Vertiginosamente. Esa aceleración de acontecimientos hacia el desastre me asusta. Pero luego hay otro lado en mí que es tremendamente optimista. Una parte que cree que la democracia, la civilización, saldrán victoriosas. Si lo miras con la suficiente distancia, puedes ver cómo tras toda esta ola reaccionaria tendrá que llegar un rayo de sensatez. Así es como me calmo; de lo contrario, creo que no podría dormir nunca más. (Risas).
Viene usted a estrenar una nueva producción de ‘Mitridate, re di Ponto’, de Mozart, y también se trata de una obra muy política en la que un monarca un tanto déspota finge su muerte para asistir a la lucha encarnizada de sus dos hijos no solo por el poder, sino también por el favor sexual de la que era su prometida. El drama de Jean Racine en el que se inspiró Mozart se estrenó en 1672, pero podría ser el esqueleto de una teleserie de las de ahora como ‘Succession’ o ‘Yellowstone’ perfectamente.
Sí. Últimamente ya no sabe uno si trabaja con la realidad o con buenas piezas de arte. Probablemente es cierto eso de la realidad y la ficción. Acabo de dirigir El amor de Dánae, de Strauss, en Múnich y ya sabes que se trata de la historia de un Estado que ya está en bancarrota y busca desesperadamente encontrar al hombre más rico del mundo para que el Estado siga funcionando. Salvando las distancias, es una situación que nos suena mucho, ¿verdad? Así que decidí que tenía que introducir a Trump en el montaje. Es algo que normalmente no hago nunca, pero en este caso pensé que era necesario. Tanto con esta pieza como con Mitridate me ha pasado que sentía que estaba viendo en la televisión por la noche lo mismo que en los ensayos de la mañana. Pero no podemos obviar que es una historia muy shakesperiana la que se cuenta en Mitridate, pero también el bardo ha servido de inspiración a los guionistas de series como Succession o Yellowstone, no nos engañemos.
Sí, pero en ‘Mitridate’ nos encontramos ante una ‘ópera seria’ y siempre tienen su complicación, sobre todo para los directores de escena.
Mitridate tiene también mucho que ver políticamente con el mundo actual. El rey se encuentra en una posición de debilidad y los romanos están a punto de apoderarse de todo, por lo que son necesarias las alianzas para encontrar un contrapoder. Pero, efectivamente, al principio me asustaba un poco pensar que estaba ante una ópera seria, con lo que eso conlleva de rigidez. Sin embargo, desde que comencé a trabajar en ella me tranquilicé bastante, porque me di cuenta de que sobre todo trata de las emociones de los personajes. Ellos son lo más importante en esta historia.
¿En las emociones está la sencillez?
Es impresionante pensar que Mozart escribiera esta ópera con tan solo 14 años y que podamos ver tantas características esenciales del ser humano en ella. ¿Cómo es posible que un chico de 14 años manejase tan bien verdades universales? En Mitridate hay pasiones humanas esenciales, como un rey que es padre, pero que quiere mantenerse en el poder. El ansia por sucederle que tienen sus dos hijos que están esperando. Son personajes inestables, porque su padre es demasiado fuerte. Entonces el rey finge su muerte para observar la reacción de sus hijos…
Estoy enamorado de esta ópera porque, como director, he descubierto que los temas son claros y esenciales. No es como otras óperas serias en las que tienes que trabajar mucho para traerlas hasta nuestros días y entenderlas, con historias complicadas y enrevesadas. Aquí todo es muy claro y muy directo.
En esta producción ha vuelto a trabajar con Christian Schmidt en la escenografía. Es uno de sus colaboradores más habituales, pero no sé si se ha dado cuenta de que ustedes dos tienden a hacer homenajes a la arquitectura. Así ocurrió en ‘Rodelinda’ con aquella maravillosa casa giratoria, también en ‘Orlando’, con un bloque de apartamentos en la costa o con su mítico ‘Mesías’ de Händel… Con ‘Mitridate’ parece que homenajean ustedes a Frank Lloyd Wright.
Sí, no había pensado en ese matiz arquitectónico del que me hablas, pero tienes razón. Hasta en el ‘Lucio Silla’ está presente, aunque subterráneo. Es un bunker. [Risas]. Para Mitridate, Christian compuso una especie de collage de diferentes imágenes, y una era una casa famosa de Frank Lloyd Wright que se encuentra en algún lugar de California, sí. Pero en realidad lo que tratábamos era de dejar claro que es una casa en la que vive gente de dinero. Tiene ese aire de los 60, pero queda claro que es de gente de dinero. Tiene belleza, pero a la vez una frialdad extraña.
Esa casa será el plano de la realidad en el que los hijos viven sus luchas intestinas y también tratan de seducir a la mujer de su propio padre. ¿Ha introducido algún elemento propio como ha hecho en otras producciones como ‘Rodelinda’, por ejemplo, en la que los temores del niño tenían mucha presencia?
Hay un personaje que es un mayordomo que está casi omnipresente en toda la ópera y que sirve, sobre todo, para expresar los sentimientos del personaje ausente del padre. Además, es un claro elemento de grandeza y elegancia, de refinamiento. Pero en ese edificio tan maravilloso esos dos jóvenes viven como cerdos y el mayordomo, en cierta forma, los odia y estará muy feliz cuando Mitridate vuelva de la muerte. Este personaje que recorre toda la pieza y es un actor excepcional ayuda sobre todo a entender el conflicto generacional.
También es un escenario giratorio, pero en el otro lado ya no hay una construcción, sino otro mundo, ¿no?
Sí. Es otro plano. Es un espacio minimalista en el que jugaremos mucho con la luz. Tanto que el iluminador Olaf Winter ha creado una especie de escultura de luz al estilo James Turrell que tendrá mucho que ver en la dramaturgia. En este espacio los personajes expresarán sus sentimientos interiores y es un plano casi mental si quieres. Aquí pasarán varias cosas que hay que ver.

Claus Guth da indicaciones al tenor Juan Francisco Gatell, que interpreta el papel de Mitridate en el Teatro Real de Madrid. Foto: Javier del Real.
La coreografía está casi siempre presente en sus producciones, pero parece que en este caso será un ballet hecho a medida, al estilo de cosas que ha hecho Sacha Waltz, por ejemplo, para otras óperas.
Sí. La danza estará muy presente con una coreografía de Sommer Ulrickson, que cambiará a lo largo de la ópera. Primero sólo estará en la parte minimalista del escenario, en la parte blanca, completamente separada del lado realista con los cantantes, pero, según avance la ópera, esta danza se irá adueñando de todos los espacios y situaciones.
¿Qué tal ha sido el trabajo con el director musical Ivor Bolton?
Muy fluido y, sobre todo, muy interesante en el tercer acto. Ahí le pedí a Bolton si podíamos evitar los segundos recitativos y hacerlo todo más orquestado para que tuviera más fluidez. Crear una especie de corriente consciente para que, de repente, no puedas entender si hablamos de la realidad o la fantasía de una persona. Se trata de irritar un poco al público. Así que, en el tercer acto, la danza salta también a la parte del realismo y todas las percepciones se mezclan.
El personaje de Aspasia no sólo se debate entre el deber y su destino, sino que también introduce el elemento ‘edípico’ en la historia. Muerto el padre, los hijos se lanzan a una especie de competición incestuosa. ¿Cómo se ha enfrentado a este personaje?
Para mí ella está un poco perdida en toda la situación de la ópera. Está perdida en una casa loca, habitada por unos animales con bastante exceso de testosterona. Lo interesante es que ella no decide gran cosa. Por un lado, hay un hombre, el rey con el que se supone que se va a casar, pero que es demasiado viejo y un déspota. Por otro, está el hijo mayor, Farnace, que es muy violento, y por el otro, Sifare, el otro hijo, al que yo no pinto positivamente tampoco, sino que también es un personaje inestable. Así que ella es un personaje sin posibilidad de redención, la verdad.
En 2023 estrenó usted un espectáculo que le encargó el Park Avenue Armory de Nueva York: ‘Doppelganger’, basado en la colección de canciones que Franz Schubert tituló ‘El canto del cisne’. Se trata de un espectáculo junto al tenor Jonas Kaufmann que recibió unas críticas maravillosas y que se pudo ver en el canal Arte. ¿Cree que ese espectáculo llegará a Madrid?
El Park Avenue Armory es un lugar enorme, uno de los más grandes del mundo para realizar espectáculos. Echo de menos ese espectáculo, sí. Todavía estamos intentando traerlo a Europa, pero no encontramos el lugar adecuado, porque se necesita un lugar muy, muy grande. Y, sobre todo, alguien que quiera invertir en traerlo. Tal vez algún día.
No hay comentarios