El arte de escribir guías de naturaleza… que cuiden la naturaleza

Ruta por Collados del Asón en Cantabria. Ella es Mar Ramírez. Foto: Juan Carlos Muñoz.

El ciclo ‘Lecturas verdes’ que cada mes organiza APIA (Asociación de Periodistas de Información Ambiental) ha tenido como invitados este mes de junio a dos ‘apios’ con amplia experiencia en divulgar la naturaleza, interpretarla, escribir guías de naturaleza. Con tanta pasión como cuidado y respeto por el entorno. Mar Ramírez y Eduardo Viñuales nos dieron algunas claves sobre el arte de escribir estos libros.

Mar Ramírez, bióloga de formación, lleva décadas contribuyendo a la divulgación de la naturaleza y la ecología, desde diversos ángulos que van de la educación ambiental a la comunicación, colaboraciones en radios…, y publicando reportajes y libros, a menudo haciendo compañero de profesión a su compañero de vida, uno de los fotógrafos de naturaleza más reconocidos de España, Juan Carlos Muñoz. Ya en los años noventa escribió para Anaya Touring alguna guía con espíritu verde, poniendo el acento en la importancia de un turismo sostenible, como la de Sierra de Cazorla, Segura y Las Villas. Con la editorial vasca SUA ha publicado en su colección Euskal Herria guías como Rutas a foces, gargantas y desfiladeros, Rutas para observar animales y Lugares mágicos de Euskal Herria. Afirma Mar: “La clave es interpretar el territorio, explicar lo que hay detrás de lo que vemos, profundizar en sus significados y compartirlo”.

Eduardo Viñuales es un reconocido divulgador de los Pirineos, y en general de las tierras aragonesas, naturalista autodidacta, fotógrafo, ornitólogo –enamorado de especies como el buitre negro, la alondra ricotí, la perdiz nival y las chovas-, cuyo sueño de pequeño era ser guarda forestal y que profesionalmente comenzó trabajando en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Y autor de numerosos libros, desde una guía sobre Aragón para Anaya Touring, hasta numerosas para SUA, como Rutas para observar aves en Aragón, Excursiones familiares por el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, Pueblos con encanto de Aragón, Los tesoros naturales del Pirineo aragonés, Excursiones con niños por el Pirineo Aragonés, Rutas por los bosques más bellos de Aragón, y para la editorial Prames, Los Monegros, la Ribagorza, Tarazona y el Moncayo, Campo de Belchite, Maestrazgo… Dice Eduardo: “Para mí es importante no ir a lo evidente, sino también descubrir otro lugares menos conocidos, que no sean los que salen siempre en las guías, como las pajareras del Ebro a su paso por Zaragoza, ciudad donde vivo, o la Laguna del Cañizar, en Teruel, desecada en el siglo XVIII y recientemente recuperada. Y también hacer algo de crítica y educación, como advertir de las amenazas que suponen para la avifauna los venenos, los parques eólicos, los tendidos eléctricos, y también reparar en parajes dañados, que eran especiales y los hemos destrozado”.

En esa labor de educación coincidieron Mar Ramírez y Eduardo Viñuales en esta nueva entrega de Lecturas Verdes de APIA. No se trata solo de trazar y describir rutas para hacer caminando o en bici, sino también de interpretar el paisaje, leerlo, compartirlo y advertir de sus amenazas y fragilidades para que el lector que acceda a esos lugares con sus guías vaya con conciencia de lo que hay que cuidar. “Se trata de interpretar el territorio para que se valore y ame”, dijo Mar. “Comunicar con complicidad. Tras este año largo de restricciones a la movilidad, hay mucha ansia de naturaleza, pero debemos salir con una actitud de cuidado, de impregnarnos de naturaleza, de profundizar en ella y no solo de recorrerla de una manera superficial. Lo mejor que podemos conseguir como divulgadores de naturaleza es que el lector entienda un lugar y lo respete. La regla número 1 para cualquier salida al campo y ruta en la naturaleza es: no dejes huella de tu paso”.

Entre osos en Eslovenia. Foto: Juan Carlos Muñoz.

Impregnarnos de naturaleza.

Eduardo Viñuales cuenta la influencia decisiva en su trayectoria de Félix Rodríguez de la Fuente y de la revista Quercus, que descubrió con 13 o 14 años. Y de grandes nombres de la divulgación de la naturaleza como Joaquín Araujo, Eduardo Martínez de Pisón y el oscense Severino Pallaruelo.

Mar Ramírez también reconoce todo lo que debe a Félix Rodríguez de la Fuente, Joaquín Araujo, Eduardo Martínez de Pisón y Jerónimo López, conocido por sus expediciones a la Antártida y el Ártico. También subraya todas las letras que ha bebido de grandes escritores como Miguel Delibes, Pío Baroja, Vicente Blasco Ibáñez y Emilia Pardo Bazán, que sabían transmitir en sus libros el sentimiento de los paisajes donde se movían los personajes. Y los norteamericanos, como Walt Whitman, Thoreau, John Muir y Barry López, al que se ha aficionado últimamente; este hombre, que nació un día de Reyes de 1945 y falleció el día de Navidad del año pasado, ha sido definido como uno de los mejores escritores estadounidenses de naturaleza.

A la cuestión de si a veces no es mejor guardarse algo, no difundir la maravilla de un lugar para que no se masifique y las visitas terminen poniéndolo contra las cuerdas, Mar Ramírez y Eduardo Viñuales apuntaron que el autor de este tipo de guías debe calibrar en cada caso la fragilidad del lugar y aplicar su criterio de naturalista a cómo se da a conocer un lugar, evitando exponer zonas especialmente sensibles como turberas o áreas de nidificación de rapaces. También es interesante jugar a diversificar las visitas; es decir, dar a conocer otras zonas interesantes para que no sean siempre las mismas las que reciban la presencia y presión humanas, incluso jugar al despiste y al anzuelo, y proponer puntos y rutas que van a resultar tan satisfactorios para el visitante, pero les desvían de otras áreas más frágiles o masificadas. Toda una labor de auténtico guía, del guía de verdad, que ha de buscar el equilibrio entre difundir naturaleza y preservarla, facilitar su conocimiento pero no ponerla en riesgo. Toda una labor de educación, de “saber estar en la naturaleza”.

Autorretrato de Eduardo Viñuales.

Sobre la evolución en estas tres últimas décadas a la hora de escribir sobre naturaleza, Mar cree que ha habido un gran avance al integrar más el mundo rural, “ahora ya es un elemento imprescindible, indisociable al contar la naturaleza”. Eduardo señala el paso dado en apreciar bellezas menos obvias; frente a la fotogénica montaña con cascadas y majestuosos bosques de robles y hayas, aprender también a ver el atractivo de, por ejemplo, las estepas y los paisajes desérticos. Esa labor de formación, de contribuir a interpretar y saborear otras bellezas, otro paisajes, también es trabajo fundamental del autor de este tipo de guías.

Para terminar, hablaron de sus parajes favoritos, los que más les han inspirado. Eduardo Viñuales reconoció su amor incondicional al Moncayo: “Mi madre es de Tarazona, y el Moncayo es la primera montaña a la que subí, a sus 2.315 metros, con mi padre cuando yo solo tenía 8 años. También los alrededores esteparios de Zaragoza, como Los Monegros y Los Galachos. Y por supuesto, los Pirineos, donde empecé a trabajar con 20 años, y de los que estoy enamorado desde entonces”. Hasta convertirse en uno de sus grandes especialistas y divulgadores.

Mar Ramírez se debate en sus preferencias entre los Polos, la Antártida y el Ártico, “por lo que tienen de símbolo de naturaleza intacta”, y el bosque mediterráneo, “porque forma parte de mi acervo genético y porque es el bosque sabio, donde el ser humano ha encontrado la fórmula mágica de convivencia con la naturaleza, donde compruebas que es posible la complicidad y armonía entre el ser humano y la naturaleza”.

Los otros encuentros de ‘Lecturas Verdes’ de APIA:

Joaquín Araújo y Pepe Plana 

María Josep Picó y Rafa Ruiz, aquí.

César Javier Palacios y Javier Morales.

José Luis Gallego y Antonio Cerrillo, aquí. 

Maribel Orgaz y Julio Martínez, aquí. 

Carlos Fresneda e Irene Baños, aquí. 

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Comentarios

  • angel coronado

    Por angel coronado, el 23 junio 2021

    Hay atajos que no conviene tomar. Hay meandros en el río que no conviene atajar, pero lo principal es saber a lo que llamo atajo. De la lectura que comento he aprendido eso.
    Ahora sé lo que hacer cuando alguien dice que la naturaleza que contemplas como virgen no lo es. Que la naturaleza más salvaje ya está en algo humanizada, como si quien lo dice supiera lo que verdaderamente es la naturaleza salvaje, virgen, original y nunca mancillada. Como si el simple hecho de verla, o mejor, de mirarla, no fuese de verdad lo verdaderamente primero, siempre primero, irremediablemente original, virgen, salvaje y auténtico. Como si no fuese verdad eso de que nunca la naturaleza pudo ser hermosa antes de ser mirada. Como si no hubiese que pisarla sin dejar huella, sin dejar tu huella, precisamente la tuya, sin dejar tu huella en ella para poder empezar a decir, y terminar diciendo sin más, que la naturaleza, siempre virgen, solo rechaza tu huella, nunca la mirada.

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